Dictador en eclosión: España ve en Trump vanidad y una irrefrenable pulsión autocrática

El rumor de que hay un autócrata en la Oficina Oval ahora es más fuerte. Cada vez más voces europeas, particularmente desde España, el perfil político que encarna Donald Trump en su retorno a la escena internacional. Lejos de ser un juicio apresurado, el diagnóstico de “dictador en eclosión” se apoya en una serie de acciones que, en conjunto, ilustran un tránsito desde los márgenes del sistema hacia un proyecto autoritario en plena consolidación. En Madrid, las editoriales ya no esconden su alarma. Se multiplican las comparaciones con regímenes de poder absoluto y se advierte con énfasis que lo que está ocurriendo en Washington trasciende a Estados Unidos: su impacto amenaza los principios democráticos que han sostenido el orden liberal occidental desde la Segunda Guerra Mundial.

La alarma no es fortuita. Proviene de análisis como el que presentó recientemente el periodista y ensayista Lluís Bassets en EL PAÍS. Conocido por su mirada crítica y su experiencia como autor de obras como El año de la Revolución o La gran vergüenza, Bassets escribió una editorial titulada: “Hacia la dictadura, a toda máquina”, en el que advierte que la lucha entre el poder judicial y la Casa Blanca ha alcanzado un punto sin retorno. En su texto, señala que entre Trump y una dictadura plenamente funcional solo se interpone, por ahora, el sistema judicial. Bassets no duda en afirmar que el republicano ha amasado en apenas tres meses “el mayor poder de la historia presidencial”, sin estar en guerra, pero invocando prerrogativas excepcionales como si lo estuviera.

Dictador en eclosión: Trump

Esa eclosión autoritaria, que desde Europa se observa con creciente inquietud, se sustenta en gestos tan simbólicos como efectivos. Trump firma decretos con ostentación, los exhibe ante las cámaras con satisfacción altanera y somete a sus invitados en el Despacho Oval a ritos humillantes propios de una corte imperial. Para los analistas españoles, lo que está en juego no es solo la política migratoria, por más violenta y discriminatoria que sea, sino una manera de ejercer el poder que desprecia los límites institucionales. Dictador en eclosión, repiten en tertulias políticas y columnas de opinión, no solo por lo que hace, sino por lo que dice querer hacer: gobernar por decreto, sin control del Congreso, sin atender las decisiones judiciales, y alimentando el delirio de que el país está invadido por enemigos que justifican cualquier medida extraordinaria.

En Madrid, las editoriales ya no esconden su alarma. Se multiplican las comparaciones con regímenes de poder absoluto y se advierte con énfasis que lo que está ocurriendo en Washington trasciende a Estados Unidos: su impacto amenaza los principios democráticos que han sostenido el orden liberal occidental desde la Segunda Guerra Mundial. Ilustración MidJourney

La reciente decisión del Tribunal Supremo de frenar las deportaciones masivas a cárceles de máxima seguridad en El Salvador fue, según Bassets, un punto de quietud. Hasta ese momento, la Casa Blanca había desobedecido decisiones judiciales sin mayores consecuencias. Incluso había burlado una orden previa de repatriación emitida por el Supremo. Que ahora el máximo tribunal haya intervenido con una orden tajante, respaldada incluso por tres jueces nombrados por el propio Trump, revela la gravedad del momento. Dictador en eclosión, insiste desde España, al ver cómo el presidente norteamericano se ríe de la legalidad, de la Constitución y de sus propios jueces. Es un espectáculo que, en palabras del historiador Timothy Snyder, marca el inicio de una política de terror de Estado.

EE.UU. se desenmascara

En Madrid, voces influyentes como las de El País o La Vanguardia advierten que lo que se está consolidando es un modelo autocrático basado en el miedo. Las detenciones indiscriminadas, la deportación de residentes legales y ciudadanos con familia en EE. UU. UU., las redadas en comunidades migrantes y la amenaza constante a los derechos civiles recuerdan, según estos medios, los métodos más oscuros del autoritarismo europeo del siglo XX. En este contexto, “dictador en eclosión” ya no es solo una etiqueta retórica, sino una categoría analítica que busca dar cuenta de un proceso político profundo: el desmantelamiento gradual, pero constante, del Estado de derecho.

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Una de las prácticas más inquietantes para los observadores europeos es el uso desproporcionado de leyes obsoletas, como la legislación de 1798, para justificar detenciones y deportaciones sin debido proceso. Según Bassets, esta legislación fue utilizada en 1812 durante la guerra contra Inglaterra, y más tarde en las guerras mundiales contra ciudadanos alemanes, italianos y japoneses. Que Trump recurra hoy a esa normativa para legitimar sus acciones, invocando una supuesta invasión criminal proveniente de Venezuela, revela no solo una estrategia política oportunista, sino una voluntad deliberada de romper el equilibrio institucional. Dictador en eclosión, escriben algunos con un dejo de desesperanza, ante la indiferencia de una parte significativa del electorado estadounidense que aplaude estas medidas.

Es un proyecto político

La percepción desde Europa es clara: la vanidad de Trump y su irrefrenable pulsión autocrática no son una caricatura, sino un proyecto político. El hecho de que haya ignorado abiertamente la orden unánime del Supremo para repatriar a un ciudadano deportado ilegalmente demuestra que no reconoce límites. El Financial Times, en voz de su columnista Edward Luce, afirmó que “a mediodía del 14 de abril de 2025, Estados Unidos dejó de tener un gobierno que respeta la ley”. Para Ezra Klein, del New York Times, no hay espacio para eufemismos: “Esto ya es una dictadura en ejecución”. En Europa, donde aún resuena el eco de los totalitarismos del siglo XX, estas afirmaciones no pasan desapercibidas. Dictador en eclosión, repiten con una mezcla de escepticismo y temor.

El asalto a las instituciones va más allá del sistema judicial. La amenaza a la independencia universitaria, la presión sobre el sistema electoral, los ataques a los medios de comunicación y el intento de cesar al presidente de la Reserva Federal porque no acceder a bajar los tipos de interés configuran un escenario de poder total. Quienes han vivido bajo dictaduras reconocen las señales: centralización absoluta del mando, destrucción progresiva de los contrapesos institucionales y culto a la personalidad. El modelo trumpista, tal como lo observan desde España, encaja sin fisuras en este patrón. Es un dictador en eclosión, afirman con certeza, en un país que fue durante décadas el referente de la democracia liberal.

Hay un expreso consentimiento nacional

La mirada desde España también se proyecta hacia el papel de la sociedad civil y los medios. El temor es que, como en otros momentos de la historia, el autoritarismo se promete no tanto por la fuerza, sino por el consentimiento pasivo de la mayoría. El ambiente de polarización extrema, la demonización del adversario y la instalación de una narrativa de guerra perpetua contra enemigos internos y externos refuerzan esa deriva. Dictador en eclosión, subraya Bassets, no significa necesariamente un golpe de Estado, sino una transformación silenciosa, respaldada por una parte importante de la población, que convierte la excepcionalidad en norma.

El Financial Times, en voz de su columnista Edward Luce, afirmó que “a mediodía del 14 de abril de 2025, Estados Unidos dejó de tener un gobierno que respeta la ley”. Para Ezra Klein, del New York Times, no hay espacio para eufemismos: “Esto ya es una dictadura en ejecución”.. Ilustración MidJourney.

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Desde el otro lado del Atlántico, los analistas no solo miran con inquietud lo que ocurre en Washington. También se preguntan por las consecuencias globales. Si Estados Unidos cae en el autoritarismo, ¿quién quedará para defender las libertades? ¿Qué ocurrirá con la arquitectura multilateral que sostiene la paz mundial? ¿Cuál será el futuro de los derechos humanos en un mundo sin liderazgo democrático? Dictador en eclosión, concluye, no es solo una advertencia para los estadounidenses, sino un llamado urgente a todas las democracias del mundo a tomar posición antes de que sea demasiado tarde.

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