La reciente caída del régimen de Bashar al-Asad ha reconfigurado el panorama político de Oriente Medio, planteando interrogantes sobre cómo se perfilará “una nueva Siria” y cuáles serán sus implicaciones para Estados Unidos y la región. Este cambio, que algunos consideran tan trascendental como inesperado, redefine las alianzas geopolíticas y el papel de las grandes potencias en un tablero estratégico que, por más de una década, estuvo dominado por el conflicto sirio y sus ramificaciones.
El análisis publicado por Atlantic Council bajo el título: “Los expertos reaccionan: los rebeldes han derrocado al régimen de Asad. ¿Qué le espera a Siria, Oriente Medio y el mundo?” reúne las perspectivas de destacados especialistas en geopolítica. Entre ellos figuran Rich Outzen, Jonathan Panikoff, Mark N. Katz y Emily Milliken, quienes exploran las repercusiones de este evento para Estados Unidos y sus aliados. Outzen, un veterano con más de 30 años de servicio en el gobierno estadounidense y miembro del Atlantic Council, señala que la velocidad del cambio en Siria desmantela las percepciones previas sobre la fortaleza del régimen de Asad, mientras que Panikoff destaca la incertidumbre que rodea el futuro del país y el equilibrio de poder en la región.
Análisis para una nueva Siria
El derrumbe del régimen de Asad marca el fin de una era en Siria, pero también abre un espacio político complejo en el que “una nueva Siria” emerge como un desafío multidimensional. Según Outzen, esta transición representa una derrota significativa para los intereses iraníes y rusos, debilitando la influencia de ambos en el Oriente Medio. A su vez, Turquía se consolida como un actor clave con capacidad de negociación sobre el futuro del país, gracias a su apoyo a la oposición siria. Esta dinámica sugiere que cualquier intento de estabilización requerirá una reevaluación de la estrategia estadounidense, que durante años fue criticada por su enfoque limitado en combatir al Estado Islámico mientras toleraba la continuidad del régimen de Asad.

Para Panikoff, el final del régimen no resuelve por completo las tensiones que afectan a Siria y sus alrededores. Aunque las oportunidades son evidentes, como la posibilidad de reducir el flujo de armas hacia Hezbolá o debilitar la red de aliados de Irán, también lo son los riesgos. La fragmentación interna y el caos podrían generar un vacío de poder difícil de llenar, aumentando la presión sobre Estados Unidos para que actúe de manera decisiva. El análisis resalta que Israel, uno de los principales actores afectados, enfrenta el dilema de adaptarse a un vecino impredecible mientras evalúa las oportunidades de establecer nuevos acuerdos con un liderazgo emergente en Damasco.
Moscú y Teherán en la ecuación
El impacto en Irán y Rusia es uno de los ejes recurrentes en el análisis del Atlantic Council. La caída de Asad socava el eje de resistencia promovido por Teherán y pone en cuestión la viabilidad de sus proyectos en la región. Emily Milliken sugiere que, con la pérdida de Siria como un nodo estratégico, Irán podría verse obligado a redirigir su apoyo hacia otros aliados, como los hutíes en Yemen. Este ajuste no solo debilita su capacidad de influencia, sino que también obliga a recalibrar su estrategia ante Estados Unidos e Israel, particularmente en términos de seguridad regional y amenazas militares.
Tambièn puedes leer: Criptomonedas y política: Cómo esta dupla crea hombres jóvenes millonarios
Asimismo, Rusia enfrenta su propia encrucijada geopolítica. La derrota de su aliado más cercano en el Levante mina su capacidad para proyectar poder en el Mediterráneo oriental y reducir significativamente su margen de maniobra en el Oriente Medio. Mark N. Katz señala que, aunque Moscú podría intentar mantener su presencia mediante pactos con minorías alauitas, el caos y la reorganización política en Siria dificultan la sostenibilidad de esta estrategia. La comparación con la pérdida de Afganistán en los años 80 no es fortuita, ya que este revés amenaza con reconfigurar la percepción del liderazgo ruso a nivel global.
Primero debe ser la reconciliación
En el plano doméstico sirio, “una nueva Siria” promete ser tanto una oportunidad como un desafío. Sarah Zaaimi resalta que este cambio pone fin a décadas de dictadura bajo la ideología baasista, pero advierte que el camino hacia una transición estable está plagado de incertidumbres. Si bien los primeros indicios sugieren un discurso inclusivo por parte de la oposición, las fracturas internas y la influencia de actores externos podrían complicar la consolidación de un gobierno efectivo. La experiencia libia tras la caída de Gadafi sirve como un recordatorio de los riesgos inherentes a estos procesos, como señala Karim Mezran, quien aboga por un enfoque basado en la reconciliación nacional antes de apresurarse a establecer estructuras de gobierno.
El papel de Estados Unidos en este nuevo escenario es objeto de un intenso debate. Rich Outzen y Thomas S. Warrick coinciden en que Washington debe adoptar un enfoque proactivo para influir en la transición política en Siria, apoyando a actores locales que promueven la estabilidad y la coexistencia. La administración Biden, según Warrick, tiene la oportunidad de colaborar con aliados como Turquía, Israel y Jordania para diseñar una estrategia que fomente la reconstrucción del país sin repetir errores del pasado, como el apoyo indiscriminado a grupos que luego resultaron ser inestables o radicales.

Finalmente, el informe del Atlantic Council subraya que “una nueva Siria” no solo redefine las dinámicas internas del país, sino que también reconfigura el equilibrio de poder en el Oriente Medio. Para Estados Unidos, esta transición representa tanto un desafío como una oportunidad para reafirmar su liderazgo en la región. La clave estará en su capacidad para equilibrar intereses divergentes, apoyar una transición pacífica y garantizar que el vacío de poder dejado por Asad no sea ocupado por fuerzas hostiles o desestabilizadoras. En este delicado tablero, cada movimiento contará.
Tambièn puedes leer: China felicitó a Donald Trump con una nota parca y abundante de un silencio diplomático