¿Qué tan probable es que la polarización engendre células de fascismo militante en EE.UU.? Las cuentas pendientes con la justicia de la cúpula de los Proud Boys quedaron saldadas cuando un juzgado de Washington condenó a 22 años de prisión a Enrique Tarrio, su presidente.
El juez, que lo definió como el «cabecilla último de la conspiración», le aplicó la agravante por «terrorismo», marcando así un hito en la historia del extremismo político estadounidense. Este episodio arroja preguntas inquietantes sobre el futuro de los grupos militantes de extrema derecha en Estados Unidos.
Fascismo militante en EE.UU
Es incierto si los Proud Boys o grupos similares se convertirán en núcleos del fascismo militante en EE.UU., pero la posibilidad no puede descartarse, especialmente si se consideran las condiciones políticas y sociales actuales que podrían fomentar tal transformación. Con una polarización política en aumento y una infraestructura en línea que permite la radicalización rápida y la organización, el ambiente es propicio para el crecimiento de movimientos extremistas.
La pena dictada a Tarrio es la más alta de los centenares ya impuestas a los participantes en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. La Southern Poverty Law Center, una organización que monitorea los grupos de odio en EE.UU., ha señalado que el arresto y condena de líderes clave podría debilitar al grupo, pero también incitar a células más extremas a actuar de forma autónoma.
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Todos en alerta máxima
Según datos del FBI, los incidentes de terrorismo doméstico han aumentado en un 30% en los últimos cuatro años. Varios expertos, como el historiador Timothy Snyder, advierten que la condena de figuras como Tarrio podría funcionar como un catalizador para radicalizar aún más a individuos y grupos que comparten sus ideologías. «La Guerra Civil empezó con un puñado de insurreccionistas que se creían patriotas», menciona Snyder, haciendo énfasis en la importancia de tratar estos casos con la gravedad que merecen.
El Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. (DHS) también ha señalado el creciente peligro de las amenazas internas. Actualmente la nación es caldo de cultivo para que florezca el fascismo militante en EE.UU. Según un informe reciente, la posibilidad de violencia por parte de extremistas de derecha se ha intensificado y se prevé que continuará siendo una amenaza significativa. El cargo de conspiración sediciosa, en particular, es indicativo del nivel de preocupación gubernamental; un cargo que se creó para abordar las rebeliones contra la Unión durante la Guerra Civil y que no se ha utilizado en décadas.
Cárcel para el líder y cerebro
El hecho de que Tarrio no estuviera físicamente presente en el asalto al Capitolio, pero haya sido condenado por incitarlo, pone de relieve el poder del liderazgo y la organización en estos grupos. Según el abogado constitucionalista Lawrence Tribe, esto podría ser una señal a otros líderes de grupos extremistas de que «ni siquiera necesitan estar en la escena del crimen para enfrentar graves consecuencias». Este mismo mensaje pudiera llegar a las oficinas legales de los representantes de Donald Trump, porque no hay que olvidar su arenga a través de las redes sociales que agitó las puertas batientes del fascismo militante en EE.UU.
La condena de Tarrio podría, por un lado, ser vista como un golpe devastador para los Proud Boys, dado que otros miembros clave como Joe Biggs, Zachary Rehl, Ethan Nordean y Dominic Pezzola también han sido condenados. Por otro lado, algunos analistas y políticos temen que el fallo judicial pueda convertirse en un símbolo de mártir para los movimientos de extrema derecha.
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Es hora de infiltrarlos
Las agencias de inteligencia de Estados Unidos probablemente seguirán monitoreando de cerca a estos grupos y trabajando para infiltrar sus redes, en un esfuerzo por anticipar y prevenir actos de violencia.
Anular las posibilidades de que incube un fascismo militante en EE.UU es la tarea. Este será un desafío continuo que requerirá no solo acciones legales, sino también esfuerzos de desradicalización y políticas públicas más amplias para abordar las causas fundamentales del extremismo.