EE.UU tiene dos sistemas de justicia: Uno para poderosos y otro para los demás

Desde las sombras de Watergate hasta las controversias que rodean a figuras políticas contemporáneas como Donald Trump, Estados Unidos parece exhibir dos sistemas de justicia: uno que favorece a los poderosos y otro que pesa sobre los demás. Este contraste ha sido ampliamente discutido y criticado, especialmente en tiempos recientes. La percepción de una balanza desigual en la justicia no es solo una cuestión de opiniones públicas pasajeras, sino de una serie de eventos y decisiones judiciales que han delineado una narrativa de desigualdad y favoritismos.

Kevin Boyle, profesor en la Universidad Northwestern y autor del ensayo «El juicio a Trump puede corregir un error cometido hace 50 años», publicado en The New York Times, arroja luz sobre cómo la historia y los eventos recientes se entrelazan para destacar esta bifurcación en el sistema de justicia americano. En su análisis, Boyle pone de manifiesto que los problemas legales del expresidente Donald Trump pueden verse como un eco distorsionado de los desafíos que enfrentó Richard Nixon durante y después del escándalo de Watergate.

Dos sistemas de justicia

Esta narrativa nos lleva a la observación de cómo, durante la presidencia de Nixon, las políticas de ley y orden se volvieron severamente punitivas, afectando desproporcionadamente a las comunidades más pobres y a las minorías. Estas políticas no solo incrementaron la población carcelaria, sino que también sembraron una desconfianza duradera en el sistema judicial, especialmente cuando Nixon, acusado de múltiples delitos, nunca enfrentó consecuencias legales debido a un indulto presidencial.

dos sistemas de justicia
Al avanzar en el tiempo hasta la era Trump, observamos cómo los sistemas de justicia parecen haber mantenido su doble estándar. Trump, a diferencia de Nixon, sí ha enfrentado cargos penales; sin embargo, su capacidad para navegar el sistema legal con vastos recursos financieros y su influencia política revela una vez más cómo el poder y la riqueza pueden amoldar los resultados al ser favorecidos por dos sistemas de justicia. Ilustración MidJourney

Al avanzar en el tiempo hasta la era Trump, observamos cómo los sistemas de justicia parecen haber mantenido su doble estándar. Trump, a diferencia de Nixon, sí ha enfrentado cargos penales; sin embargo, su capacidad para navegar el sistema legal con vastos recursos financieros y su influencia política revela una vez más cómo el poder y la riqueza pueden amoldar los resultados al ser favorecidos por dos sistemas de justicia. Este tratamiento preferencial no solo es observable en la corte, sino también en la percepción pública y en la cobertura mediática que, a menudo, se centra más en el espectáculo que en la sustancia de la justicia.

El dinero tiene el poder

En la historia reciente, la frustración pública ha escalado notablemente. Encuestas realizadas a lo largo de las décadas reflejan un aumento en el número de ciudadanos que creen que el sistema está manipulado a favor de los ricos y poderosos. Esta percepción se ha visto exacerbada por eventos como los juicios de Trump y las respuestas gubernamentales a las protestas de 2020, donde las tácticas de «ley y orden» parecían más dirigidas a reprimir que a proteger.

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Kevin Boyle señala que, mientras los juicios de alta visibilidad como el de Trump capturan la atención nacional, son solo la punta del iceberg. Muchos americanos cotidianos enfrentan un sistema que es menos espectacular, pero igualmente implacable y, a menudo, menos justo. Estos casos no acaparan titulares ni debates nacionales, pero son el día a día de un sistema judicial que, según muchos, necesita una reforma profunda.

Finalmente, al observar el juicio actual de Trump en Manhattan, podemos verlo como un símbolo de los desafíos persistentes dentro del sistema de justicia de EE.UU. Aunque este juicio en particular pueda parecer una oportunidad para corregir los errores del pasado, la realidad es que refleja las continuidades y las fracturas dentro de un sistema que sigue siendo desigual. Con ello, el juicio no solo está en la sala del tribunal, sino en la corte de la opinión pública, donde la batalla por la equidad y la justicia sigue siendo más relevante que nunca.

Esta continua desilusión con el sistema de justicia estadounidense se manifiesta en la reacción del público hacia los procedimientos judiciales actuales. La percepción de que existen dos sistemas de justicia, uno para los ricos y poderosos y otro para el resto, no solo perdura, sino que se intensifica con cada caso de alto perfil que emerge en los medios. En las últimas décadas, el crecimiento de la desigualdad económica y los cambios en las políticas de justicia criminal han exacerbado esta división.

Datos de estudios de opinión pública

La serie de encuestas mencionadas por Boyle, que datan desde los años setenta hasta la actualidad, muestran una tendencia clara y preocupante. En 2001, el 62 por ciento de los estadounidenses creía que existían dos sistemas de justicia. Para 2019, esa cifra había aumentado al 70 por ciento. Este crecimiento refleja no solo un reconocimiento de las desigualdades raciales y económicas dentro del sistema, sino también una creciente frustración con la aparente impunidad de ciertos individuos y entidades.

La aplicación desigual de la ley se ha destacado particularmente en el trato a figuras públicas comparado con ciudadanos comunes. Los recursos financieros y legales que personas como Donald Trump pueden movilizar contrastan marcadamente con las limitadas opciones disponibles para un acusado medio. Este acceso desigual a la defensa legal robusta puede a menudo predecir el resultado de un caso mucho antes de que se pronuncie un veredicto.

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Ahora, mientras la nación observa el desarrollo del juicio a Trump, muchos ven este proceso no solo como un examen de un individuo, sino como una prueba del propio Estado que no puede evitar exhibir la existencia de dos sistemas de justicia. Ilustración MidJourney.

Reacciones del público

Además, los eventos de 2020, que incluyeron protestas masivas contra la brutalidad policial y la discriminación sistémica, han puesto de relieve cómo las tácticas de aplicación de la ley a menudo difieren según quién y qué está siendo juzgado. Las imágenes de fuerzas federales enfrentándose a manifestantes en ciudades estadounidenses subrayaron la militarización de la respuesta a las protestas sociales, contrastando fuertemente con la indulgencia mostrada a otros tipos de conducta más amenazantes para la sociedad.

Ahora, mientras la nación observa el desarrollo del juicio a Trump, muchos ven este proceso no solo como un examen de un individuo, sino como una prueba del propio Estado que no puede evitar exhibir la existencia de dos sistemas de justicia. Independientemente del resultado, este juicio será visto como un indicativo de si el sistema puede o no aplicar la ley equitativamente, sin favorecer a aquellos en posiciones de poder. Más allá de las acusaciones específicas, el proceso refleja la lucha en curso para alcanzar un sistema de justicia que opere igualmente para todos, un ideal que parece estar constantemente en juicio.

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El pirólisis electoral

Con el acercamiento de las elecciones y la atención mediática que sigue, la historia y sus lecciones parecen más relevantes que nunca. El juicio en Manhattan puede ofrecer una oportunidad para abordar algunos de los errores pasados, pero también es un recordatorio de que los problemas sistémicos requieren soluciones profundas y persistentes. Los estadounidenses están mirando no solo para ver si Trump será condenado o absuelto, sino para juzgar la integridad y equidad de su sistema de justicia.

En última instancia, el legado de estos juicios y las percepciones que formen se entrelazarán con la historia política y social de Estados Unidos, afectando la confianza en el sistema judicial y la gobernabilidad del país en los años venideros. La idea de que existen dos sistemas de justicia, uno para los poderosos y otro para los demás, seguirá siendo un tema central en el debate público y político, instando a una reflexión continua y, esperanzadamente, a reformas significativas que aborden estas divisiones profundas.

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