Atacar el bolsillo de los “fake makers” devolvería la confianza informativa a EE.UU.

El aumento de la desinformación ha socavado profundamente la confianza informativa en Estados Unidos, un problema que Peter Kim, profesor de la Escuela de Negocios Marshall de la USC y experto en la dinámica de la confianza, sugiere enfrentar mediante incentivos económicos que castiguen la propagación de falsedades. Kim, quien ha dedicado más de dos décadas al estudio de la confianza social y su impacto, plantea en su artículo: «Gravamos a los que contaminan. ¿Por qué no gravar a quienes difunden información errónea?», publicado en The Hill, que la desconfianza se ha convertido en un «impuesto social» que encarece todas las interacciones y decisiones colectivas, desde votaciones hasta transacciones comerciales.

Kim, autor de “Cómo funciona la confianza: la ciencia de cómo se construyen, rompen y reparan las relaciones” (2023), destaca que esta desconfianza no solo afecta la cohesión social, sino que también tiene un impacto tangible en la economía. Cita investigaciones que vinculan directamente el deterioro de la confianza con una disminución en el rendimiento económico general de una nación. De acuerdo con una encuesta de Gallup de 2023, la confianza de los estadounidenses en las principales instituciones ha alcanzado mínimos históricos, lo que resalta la urgencia de abordar este problema sistémico.

Recuperar la confianza informativa

La solución, propone Kim, podría encontrarse en reformas estructurales que modifiquen los incentivos económicos para quienes se benefician de la propagación de información falsa. Al igual que las regulaciones ambientales que buscan hacer que los contaminadores paguen por los daños que causan, las sanciones económicas podrían disuadir la diseminación de noticias falsas. Estas medidas podrían incluir multas, regulaciones más estrictas para las plataformas de medios sociales, e incluso la posibilidad de demandas legales más accesibles para aquellos afectados directamente por la desinformación.

confianza informativa
La solución, propone Kim, podría encontrarse en reformas estructurales que modifiquen los incentivos económicos para quienes se benefician de la propagación de información falsa. Al igual que las regulaciones ambientales que buscan hacer que los contaminadores paguen por los daños que causan, las sanciones económicas podrían disuadir la diseminación de noticias falsas. Ilustración MidJourney

Además, Kim sugiere que la creación de una agencia de calificación de confianza independiente y no partidista podría ser crucial para evaluar y publicar la fiabilidad de los diferentes actores dentro del ecosistema informativo. Tal como las agencias de calificación crediticia evalúan la solvencia financiera, esta agencia verificaría la credibilidad de las fuentes de información, ayudando a los consumidores a navegar mejor en el mar de datos y noticias que reciben diariamente.

La propuesta de Kim no está exenta de desafíos. Requiere un equilibrio delicado entre la regulación y la preservación de la libertad de expresión, un pilar fundamental en cualquier sociedad democrática. Además, debe garantizarse que cualquier medida implementada sea lo suficientemente imparcial para ganar y mantener la confianza informativa pública, evitando así caer en las mismas trampas de parcialidad y manipulación que busca corregir.

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Estrategias bien pensadas

En un contexto donde la desconfianza ha llegado a permeabilizar incluso las interacciones cotidianas entre ciudadanos, es imperativo abordar estos problemas con estrategias bien pensadas y basadas en evidencia. A medida que las tecnologías de la información evolucionan, también debe hacerlo nuestra capacidad para regular y ajustar los incentivos que determinan el comportamiento de los medios de comunicación y otras entidades clave en la difusión de información.

Kim concluye que, si bien la tarea es ardua, las recompensas a largo plazo—una sociedad más informada y confiada—justifican los esfuerzos. Al restablecer la confianza informativa, no solo mejoraremos la calidad de nuestras decisiones públicas y privadas, sino que también reforzaremos los cimientos mismos de nuestro sistema democrático. Con acciones decididas y bien dirigidas, podemos empezar a reconstruir el tejido de confianza que permite a una sociedad enfrentar colectivamente sus mayores desafíos.

Legisladores y tecnócratas frente a frente

Para llevar a cabo estas propuestas, es crucial que los responsables de políticas públicas y los líderes tecnológicos colaboren estrechamente. Las plataformas de redes sociales, que han sido tanto vehículos para la difusión de conocimiento como para la desinformación, tienen un papel fundamental que desempeñar. Cambiando los algoritmos que priorizan contenido polarizador y falso por aquel que fomente el debate informado y veraz, se podría reducir significativamente la propagación de desinformación. Además, estas plataformas podrían implementar sistemas más robustos de verificación de hechos, colaborando con organizaciones independientes y respetadas para asegurar la veracidad de la información que promueven.

En el ámbito legal, las recientes demandas contra grandes corporaciones mediáticas por la difusión de información falsa demuestran que existe un marco para responsabilizar a los perpetuadores de desinformación. Sin embargo, como señala Kim, estas acciones son costosas y toman mucho tiempo, lo que limita su eficacia en la práctica. Por ello, propone explorar sanciones económicas más ágiles, como multas administrativas directas que podrían imponerse de manera más rápida y efectiva.

Esta visión reformista también contempla la educación como un pilar clave en la reconstrucción de la confianza informativa. Invertir en educación sobre medios y alfabetización digital desde una edad temprana podría empoderar a las futuras generaciones para que sean críticos con las fuentes de información y comprendan mejor el paisaje mediático. Esta educación debe incluir no solo cómo identificar fuentes confiables, sino también cómo el sesgo y la desinformación pueden moldear percepciones y opiniones.

Entender el mundo es importante

A nivel de comunidad, fomentar diálogos y foros donde los ciudadanos puedan discutir abiertamente sobre noticias y su impacto en la sociedad podría fortalecer los lazos comunitarios y promover un entendimiento más profundo de los problemas actuales. Estos espacios deberían ser diseñados para incluir una variedad de perspectivas y fomentar un ambiente de respeto mutuo y comprensión.

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Las propuestas de Peter Kim ofrecen un camino viable hacia una sociedad en la que la información confiable sea la norma y no la excepción. Si bien los desafíos son significativos, las estrategias presentadas podrían servir de modelo para otras naciones que enfrentan problemas similares de desconfianza informativa. Ilustración MidJourney.

Finalmente, el enfoque económico propuesto por Kim no solo busca penalizar a los difusores de desinformación, sino también promover prácticas que generen beneficios económicos directos a través de la confianza. Empresas y organizaciones que demuestren una alta fiabilidad y transparencia podrían recibir incentivos, como subvenciones o reducciones fiscales, lo que a su vez motivaría a otros a seguir sus pasos.

Restaurar la confianza informativa no es solo una cuestión de implementar nuevas políticas o tecnologías; es un cambio cultural profundo que requiere la participación de todos los sectores de la sociedad. Desde individuos hasta instituciones, todos tenemos un rol en la reconstrucción de la confianza perdida y en la creación de un entorno informativo que promueva el conocimiento y la comprensión mutua.

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Una sociedad sanamente informada

Las propuestas de Peter Kim ofrecen un camino viable hacia una sociedad en la que la información confiable sea la norma y no la excepción. Si bien los desafíos son significativos, las estrategias presentadas podrían servir de modelo para otras naciones que enfrentan problemas similares de desconfianza informativa. En un mundo donde la verdad es cada vez más preciosa, estos esfuerzos no solo son deseables, sino absolutamente necesarios para preservar los valores de la democracia y la cohesión social.

Esta transformación hacia una mayor confianza informativa no solo repercutiría en una sociedad más informada, sino también en un entorno político más estable. Al aumentar la confianza informativa, reducimos la polarización y el escepticismo extremo que frecuentemente paralizan nuestras instituciones. Además, una mayor confianza informativa facilitaría diálogos más constructivos y decisiones políticas más informadas. En última instancia, la confianza en nuestras fuentes de información es fundamental para la salud democrática de cualquier sociedad.

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