China aprendió del mejor sobre globalización: EE.UU. apostata ahora sus creencias

China aprendió del mejor sobre la globalización. Estados Unidos, el país que definió el orden económico mundial tras la Segunda Guerra Mundial, ahora parece dispuesto a renunciar a las mismas estrategias que alguna vez lo llevaron a la cima. En la actualidad, China ocupa el lugar que Estados Unidos forjó, utilizando un modelo basado en su capacidad manufacturera y la integración en mercados globales para consolidarse como una potencia económica y militar. Mientras tanto, EE.UU., bajo una visión más proteccionista como la promovida por Donald Trump, busca desandar ese camino, intentando reconstruir su industria nacional y revitalizar el crecimiento económico en una era de desafíos globales y competencia feroz.

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El análisis de esta transición fue abordado por Simone Gao, periodista independiente de ZoomingIn.TV, quien colaboró ​​con The Hill en su pieza editorial “Trump debería advertir que la economía podría empeorar antes de mejorar”. Gao cita al economista Scott Bessent, quien destacó la necesidad de una “reestructuración masiva de la economía global”. Según Bessent, EE.UU. debe reducir su déficit presupuestario al 3% del PIB para 2028, aumentar la producción de petróleo y apostar por políticas de desregulación para incentivar el crecimiento. No obstante, esta visión representa un alejamiento evidente del modelo de globalización que EE.UU. mismo impulsó durante décadas y que ahora China aprovecha de manera estratégica.

China aprendió del mejor sobre globalización: EE.UU. apostata ahora sus creencias
EE.UU., bajo una visión más proteccionista como la promovida por Donald Trump, busca desandar ese camino, intentando reconstruir su industria nacional y revitalizar el crecimiento económico en una era de desafíos globales y competencia feroz. Ilustración MidJourney

China aprendió del mejor sobre globalización

China aprendió del mejor sobre globalización, convirtiéndose en la “fábrica del mundo” a través de la apertura económica iniciada por Deng Xiaoping en la década de 1980. Durante las últimas décadas, las cadenas de suministro global han permitido que el gigante asiático transforme su economía, impulsando el desarrollo industrial, la creación de empleo y el fortalecimiento de su poderío económico. En el apogeo de su expansión, el sector fabricante chino llegó a emplear a más de 100 millones de trabajadores, un hito que redefinió su posición en el mundo. Mientras EE.UU. subcontrataba la producción y desplazaba su industria manufacturera a países con costos laborales más bajos, China capitalizaba cada oportunidad para consolidar su dominio.

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La consecuencia ha sido clara: mientras la clase media estadounidense experimentaba un declive, la globalización impulsó el ascenso económico de China. Sin embargo, los beneficios no se limitarán al terreno económico. China ha utilizado su superioridad fabricante para fortalecer su base militar, destacándose en sectores estratégicos como la construcción naval. Hoy, controla casi el 47% del mercado global de buques, mientras que EE.UU. apenas alcanza un rezago del 0,13%, según datos citados en la pieza de Gao. Este dato no es menor si se considera la creciente competencia entre ambas naciones, especialmente en escenarios como el estrecho de Taiwán, donde la cantidad y disponibilidad de armas convencionales podrían resultar determinantes en un conflicto a gran escala.

La factura de la desindustrialización

Estados Unidos, por su parte, enfrenta las consecuencias de décadas de desindustrialización. La dependencia de las cadenas de suministro extranjeros ha complicado el control de costos y calidad en sectores tan críticos como el militar. Simone Gao señala que la reducción de la inversión en infraestructura industrial dejó a EE.UU. con astilleros limitados y centrados casi exclusivamente en buques militares, un escenario que aumenta exponencialmente los costos de producción. Esto quedó en evidencia con la guerra entre Rusia y Ucrania, donde las dificultades de la OTAN para satisfacer la demanda de municiones evidencian una preocupante falta de capacidad fabricante en Occidente.

China aprendió del mejor sobre la globalización, pero lo adaptó a sus necesidades estratégicas. Mientras EE.UU. apostó por un modelo enfocado en la innovación, los servicios y el libre comercio, China priorizó el desarrollo industrial, la infraestructura y el crecimiento de sectores que garantizan su autosuficiencia económica. Esta combinación ha permitido al gigante asiático consolidar una posición de liderazgo global, no solo en términos económicos, sino también en influencia geopolítica. En contraste, Estados Unidos enfrenta un dilema crucial: reindustrializar su economía sin sacrificar el crecimiento económico a corto plazo.

China aprendió del mejor sobre globalización: EE.UU. apostata ahora sus creencias
El proteccionismo comercial y la relocalización de cadenas de suministro podrían generar inflación, aumentos de costos para los fabricantes y una posible recesión, especialmente en un contexto marcado por la sobrevaluación del mercado de valores. Ilustración MidJourney.

Estadounidenses rumbo a un período negro

La visión de “Estados Unidos primero” promovida por Trump propone un viraje drástico. Gao destaca que la agenda económica del expresidente incluye medidas como el aumento de aranceles, la reducción de la subcontratación y la revitalización de la industria manufacturera. Estas políticas buscan proteger la producción nacional y reducir la dependencia de países como China, pero su implementación no está exenta de costos económicos y políticos. El proteccionismo comercial y la relocalización de cadenas de suministro podrían generar inflación, aumentos de costos para los fabricantes y una posible recesión, especialmente en un contexto marcado por la sobrevaluación del mercado de valores y las vulnerabilidades del sector inmobiliario.

El ciclo económico, además, no favorece esta transición. Gao cita la fórmula de Warren Buffett, que sugiere que el mercado estadounidense está sobrevaluado en un 200% respecto al PIB. Las señales de una posible corrección económica, sumadas a la persistente inflación y los desafíos estructurales, representan obstáculos significativos para las reformas propuestas. A pesar de ello, estas medidas son consideradas imperativas para garantizar la estabilidad y la prosperidad a largo plazo. Sin una base industrial sólida, Estados Unidos corre el riesgo de ceder aún más terreno frente a China, tanto en términos económicos como en su capacidad de defensa.

Han superado al maestro

China aprendió del mejor sobre globalización y, a diferencia de EE.UU., parece haber entendido la importancia de mantener una base industrial robusta como pilar de su desarrollo económico y militar. Mientras EE.UU. frente a una posible disociación de la economía china, el gigante asiático continúa expandiendo su influencia global mediante inversiones en infraestructura, desarrollo tecnológico y fortalecimiento de sus capacidades de producción. En un mundo cada vez más multipolar, esta estrategia le otorga una ventaja considerable en el tablero geopolítico.

En última instancia, la lucha de EE.UU. por redefinir su modelo económico representa un desafío monumental. La necesidad de crecimiento sostenible, reducción del déficit y fortalecimiento de la industria manufacturera choca con las presiones de una economía globalizada y las expectativas a corto plazo. Como advierte Simone Gao, “el problema de la deuda solo puede resolverse haciendo crecer la economía”. Sin embargo, el camino hacia ese crecimiento está lleno de incertidumbre, sacrificios y tensiones internas.

Incertidumbre, sacrificios y tensiones internas

China aprendió del mejor sobre globalización, pero ahora es EE.UU. quien busca reescribir las reglas del juego. La decisión de apostar por políticas proteccionistas y de desglobalización refleja una respuesta tardía a décadas de complacencia y dependencia externa. Si bien el éxito de esta transición es incierto, una cosa queda clara: el futuro económico y geopolítico de EE.UU. dependerá de su capacidad para enfrentar los desafíos actuales y reconstruir los cimientos de su poderío industrial. Al hacerlo, podría recuperar parte del terreno perdido frente a China, un rival que supo capitalizar las oportunidades que la globalización ofrece y que, a día de hoy, redefine el equilibrio mundial.

China ha sido el país que más ha capitalizado la globalización económica. Con la apertura de su economía bajo las reformas de Deng Xiaoping en la década de 1980, China se convirtió en la «fábrica del mundo», atrayendo inversiones extranjeras y fomentando las exportaciones. Su rápido crecimiento económico, basado en la integración en los mercados globales y la expansión de infraestructura, ha desafiado la posición dominante de Estados Unidos y transformado el panorama económico global.

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