El excéntrico magnate Elon Musk ha vuelto a estar en el centro de la polémica. Esta vez, su plataforma X (anteriormente conocida como Twitter) ha sido bloqueada en Brasil tras meses de insubordinación frente a decisiones judiciales y ataques directos al magistrado Alexandre de Moraes. La medida es vista por muchos como el resultado inevitable de la escalada de provocaciones del multimillonario, quien, desde que adquirió la red social en 2022, la ha transformado en un aparato al servicio de sus intereses comerciales y políticos. Esta decisión, además de reflejar la tensa relación de Musk con el sistema judicial brasileño, también evidencia un patrón preocupante de comportamiento que ha generado rechazo no solo en Brasil, sino en otras partes del mundo.
El reportaje que inspira este texto fue elaborado originalmente por Beto Vasques, director de Relaciones Institucionales del Instituto Democracia em Xeque y profesor de Comunicación Política en la Fundación Escuela de Sociología y Política de São Paulo (FESPSP). Vasques publicó su análisis en el portal de The Conversation, versión Brasil, bajo el título: “¿Qué hay detrás de la apuesta de Elon Musk por la tensión con los tribunales tras bloquear la red social X en Brasil?”. En su escrito, Vasques explora cómo Musk ha ido transformando a X en un arma política para desafiar la autoridad de los tribunales y promover sus propias agendas ideológicas y comerciales, desestimando normas y regulaciones.
Brasil seguirá firme
La historia de Musk en Brasil no se reduce a un episodio aislado. Desde la compra de X, el magnate ha chocado con las autoridades judiciales brasileñas en repetidas ocasiones, principalmente debido a su falta de respeto hacia las decisiones judiciales que regulan el contenido en redes sociales. Alexandre de Moraes, quien lidera las investigaciones sobre intentos de golpe de Estado y el combate a las milicias digitales en Brasil, se ha convertido en el blanco predilecto de Musk y de la extrema derecha brasileña. Para Moraes, las acciones de Musk representan no solo una afrenta personal, sino un ataque directo a los esfuerzos por preservar la democracia en el país.

La postura desafiante de Musk no se limita a Brasil. En Australia, X se negó a eliminar un video viral que mostraba un intento de asesinato contra un obispo, provocando la indignación del primer ministro Anthony Albanese, quien calificó a Musk de ser un “millonario arrogante que se cree por encima de la ley”. En el Reino Unido, Musk también incitó protestas antiinmigración, sugiriendo que “una guerra civil era inevitable”, lo que le valió duras críticas de las autoridades británicas. Incluso en Francia, sus declaraciones contra el encarcelamiento del propietario de Telegram lo llevaron a afirmar que solo viajaría a países donde “la libertad de expresión está protegida constitucionalmente”.
Héroe de la ultraderecha
El comportamiento de Musk en Brasil, donde se ha posicionado como un héroe para la ultraderecha, ha generado una reacción en cadena de apoyo y rechazo en las redes sociales. Diputados y senadores ligados al expresidente Jair Bolsonaro han celebrado públicamente la resistencia de Musk contra lo que ellos consideran censura y falta de libertad de expresión bajo el “régimen” de Moraes. Esta simpatía mutua ha permitido que Musk utilice su plataforma no solo como un espacio de expresión, sino también como un campo de batalla político, alineándose con sectores de la extrema derecha que buscan deslegitimar a las instituciones democráticas del país.
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Más allá de la arena política, los intereses de Musk en Brasil están impulsados por consideraciones comerciales. Su empresa Starlink ha extendido su presencia en el Amazonas, un territorio de alta relevancia geopolítica, mientras que Tesla busca afianzar su posición en el mercado brasileño. Esta expansión coincide con la creciente colaboración entre Brasil y China en la producción de litio, un recurso esencial para las baterías de vehículos eléctricos y un área donde Tesla compite directamente con su rival chino BYD. Para Musk, el conflicto con la justicia brasileña no solo es un enfrentamiento ideológico, sino una maniobra estratégica para proteger sus intereses económicos en un mercado clave.
Una alianza contra Elon Musk
La intervención de Moraes contra Musk y X podría tener repercusiones internacionales. Si otros países adoptan un enfoque similar para controlar los abusos de la extrema derecha en las redes sociales, Musk podría enfrentar mayores costos operativos, riesgos legales y una reducción en su capacidad para influir en la opinión pública. La Unión Europea ya ha comenzado a investigar a Musk por violaciones a sus normativas digitales, y países como Australia y el Reino Unido están avanzando en la implementación de leyes más estrictas para regular las plataformas en línea. Musk teme que estas restricciones puedan multiplicarse, erosionando el control que ejerce sobre la narrativa digital y limitando su influencia global.

La hipocresía de Musk también ha sido un punto de crítica recurrente. Mientras defiende fervientemente la libertad de expresión en democracias como Brasil, su silencio es ensordecedor frente a las restricciones impuestas en China, donde tiene fábricas y negocios lucrativos. En India, cuando X fue acusado de eliminar contenido crítico contra el primer ministro Narendra Modi, Musk defendió la necesidad de cumplir con las leyes locales. Esta actitud selectiva revela que sus principios son maleables y se adaptan según sus intereses comerciales, desmintiendo cualquier pretensión de ser un defensor genuino de la libertad de expresión.
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En última instancia, el conflicto de Musk con Brasil es un reflejo de un problema mayor: el uso de plataformas digitales como herramientas de poder personal y político. Musk no ha dudado en utilizar X como un arma para desafiar a gobiernos, desacreditar a instituciones y promover a sus aliados políticos, independientemente de los costos sociales o legales. Para muchos brasileños, la suspensión de X no representa una pérdida de libertad, sino una reafirmación de su soberanía frente a las ambiciones de un magnate que, bajo la bandera de la libertad de expresión, ha dado suficientes razones para no quererlo cerca.