¿Son verdaderos “políticos antisistema” los que tienen esa etiqueta en Latinoamérica?

La denominación de «políticos antisistema» ha ganado relevancia en el discurso político de Latinoamérica. Pero, ¿qué implica realmente ser un político antisistema? ¿Es esta etiqueta un reflejo fiel de las creencias y posturas de quienes la portan, o más bien una estrategia discursiva para atraer votantes descontentos?

El Dr. Carlos Antonio Aguirre Rojas, investigador de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), advierte que no debemos caer en simplificaciones. «Lo que sucede es que hay una confusión. Se está diciendo que serían antisistema muchos personajes que no se formaron en su origen como políticos profesionales, que no hicieron una carrera dentro de un partido político”. Según Aguirre Rojas, para entender este concepto, es fundamental volver a la definición original propuesta por el sociólogo estadounidense Immanuel Wallenstein: «Deberíamos conservar la idea de que es antisistémico aquel que concibe que la causa fundamental de los problemas que está enfrentando es el sistema capitalista y quiere romper ese sistema, quiere trascenderlo”.

Políticos antisistema

Aguirre Rojas argumenta que bajo este concepto no cabrían figuras como Javier Milei de Argentina, Bernardo Arévalo de Guatemala o Jair Bolsonaro de Brasil. Estos personajes, aunque puedan proclamarse o ser etiquetados como «políticos antisistema», no necesariamente buscan trascender el capitalismo, sino que suelen estar en desacuerdo con la clase política dominante.

Política antisistema
Los políticos hacen lo que sea para captar el descontento de los ciudadanos. Ilustración MidJourney

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Y es que el crecimiento de estas figuras ha encontrado terreno fértil en el «descontento con los partidos tradicionales”. Andrés Santana, profesor de ciencias políticas de la Universidad Autónoma de Madrid, señala que en América Latina es común que surjan nuevos partidos políticos, dada la debilidad de los sistemas de partidos existentes. Esta fragilidad institucional puede facilitar la emergencia de actores políticos que capitalizan el descontento popular.

Dos categorías

Sin embargo, es crucial distinguir entre «políticos antisistema» y «antiestablishment», y según Malamud, especialista en política latinoamericana, la confusión entre ambos términos es común. «En realidad, los llamados antisistema suelen ser, más precisamente, antiestablishment: no están contra la democracia sino contra sus gestores, la llamada ‘casta’”, dice Malamud.

Esta distinción es visible en el discurso de políticos como Milei, quien utiliza el concepto de «casta” para referirse a la clase política establecida. En su retórica, el «sistema» que cuestiona es la casta, es decir, un grupo específico dentro de la estructura política, y no necesariamente todo el sistema en sí.

Vamos a los números

Pero, ¿qué dicen los números? Según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), entre 2010 y 2020, la confianza en los partidos políticos ha disminuido en promedio un 12% en la región. Además, el Latinobarómetro 2019 señaló que solo el 37% de los latinoamericanos están satisfechos con la democracia en sus países. Estos números evidencian un descontento con las estructuras políticas existentes, pero no necesariamente un rechazo al sistema democrático y capitalista en sí.

Política antisistema
La combinación de descontento popular y líderes carismáticos es exitosa. Ilustración MidJourney

Finalmente, es esencial que el electorado entienda estas diferencias y distinga entre retórica y propuesta real. La insatisfacción con la clase política dominante no necesariamente implica un rechazo al sistema en su totalidad. Las etiquetas, aunque útiles para simplificar discursos, pueden llevar a malinterpretaciones que, en el ámbito político, tienen consecuencias reales y duraderas para toda una sociedad.

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Puede ser un accidente

El auge de los «políticos antisistema» o «antiestablishment» en América Latina también se puede interpretar como un reflejo del clamor popular por renovación y cambio. A medida que los problemas estructurales, como la corrupción, la desigualdad y la falta de oportunidades persisten, muchos ciudadanos buscan soluciones en caras nuevas que prometen una ruptura con el pasado. En este sentido, la etiqueta «antisistema» se convierte en una herramienta poderosa para atraer a votantes desencantados que buscan respuestas más allá de los partidos políticos tradicionales.

Sin embargo, hay un riesgo latente: el populismo. La historia latinoamericana ha demostrado que la combinación de descontento popular y líderes carismáticos puede dar lugar a regímenes populistas que, si bien prometen cambios radicales, a menudo terminan erosionando las instituciones democráticas. Por lo tanto, es imperativo que los ciudadanos estén informados y sean críticos, reconociendo las diferencias entre un auténtico deseo de cambio y un simple oportunismo político que utiliza la etiqueta «antisistema» como una estrategia de marketing.

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