El «martillo opositor» en el exterior no es normal: Los números no cuadran 

El escenario político venezolano previo a las elecciones de 2024 ha tomado un giro inusual. El «martillo opositor« está robando protagonismo. Si bien la oposición ha insistido reiteradamente en la importancia de la unidad para enfrentar al régimen de Nicolás Maduro, ahora no solo plantean primarias en contra del consejo de contar con un único candidato, sino que también presentan un panorama fragmentado y con escasas esperanzas de alcanzar un éxito electoral. 

El llamado a las bases en el exterior para financiar campañas opositoras ha sido una constante. Sin embargo, las cifras que emergen al respecto sugieren una disonancia entre lo que se propone y la realidad palpable. Para entender mejor este fenómeno, es necesario observar detenidamente los datos disponibles y las opiniones de los expertos. 

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Atentos al “martillo opositor 

Según cifras oficiales, más de 5 millones de venezolanos han dejado su patria huyendo de las adversidades del régimen de Maduro. Pero lo que sorprende es que, de este vasto número, solo 140,000 se han inscrito en el Registro Electoral Permanente. Este dato, por sí solo, revela un enorme desapego o apatía de la diáspora venezolana hacia el proceso electoral en su país natal. 

¿Por qué, entonces, se insiste en «martillar», en el modismo venezolano, solicitando financiamiento a aquellos que, en su gran mayoría, no han mostrado interés en participar directamente en las elecciones? 

Carlos Pérez, historiador y experto en política venezolana, señala: «La diáspora venezolana ha pasado por distintas etapas desde su inicio. El “martillo opositor” es una de ellas. Primero, la desesperación y el deseo de cambio. Luego, el desencanto al ver que el cambio no llegaba. Y ahora, la adaptación a sus nuevas vidas en el exterior. Pedirles que financien una causa con la que ya no se sienten conectados es, cuanto menos, ambiguo». 

martillo opositor
La diáspora se ha manifestado apático ente las presidenciales de 2024. Ilustración MidJourney

Crece el desinterés 

Desde organismos especializados, como el Observatorio Venezolano de la Diáspora, se ha registrado una tendencia creciente de desinterés político entre los venezolanos en el exterior. «La mayoría se ha centrado en reiniciar sus vidas, trabajar y aportar al país que los ha acogido. La política venezolana, por doloroso que parezca, ha pasado a un segundo plano para muchos», indica Patricia González, vocera del organismo. 

Por su parte, la plataforma de María Corina Machado, con el respaldo de figuras como Antonio Ledezma, ha insistido en la necesidad de financiamiento externo para llevar a MCM a Miraflores. Pero, ¿es esto realista? Y, más aún, ¿es ético pedir dinero a quienes, en muchos casos, han tenido que comenzar desde cero en tierras extranjeras? El martillo opositor para mucho parece una grosería.  

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El mensaje es complicado 

José Ramírez, analista político y experto en estrategias electorales, opina: «No se trata solo de los números, sino del mensaje que se envía. Si bien es cierto que una campaña requiere financiamiento, también es verdad que no debería hacerse a expensas de aquellos que ya han sufrido suficiente. Más aún, cuando las cifras de participación de la diáspora son tan bajas. Es un escenario que, sinceramente, carece de lógica». 

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Especialistas precisan que esa táctica envía un mensaje equivocado. Ilustración MidJourney

Por otro lado, la misma oposición ve con recelo esta estrategia. Sectores más moderados creen que Machado y sus aliados están ofreciendo falsas esperanzas. «Es como vender aire. Se promete un cambio, pero las bases no están ahí. El martillo opositor en el exterior no es la solución, y menos cuando los números no respaldan esa estrategia», comenta Luisa Ortega, líder opositora. 

La política venezolana enfrenta una encrucijada. La fragmentación y la falta de claridad en las estrategias generan desconfianza y apatía. Si la oposición desea realmente un cambio, deberá reconsiderar sus tácticas y enfocarse en unificar criterios, escuchar a sus bases y construir puentes sólidos con la diáspora. Solo entonces, los números y la esperanza podrían comenzar a cuadrar. 

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