La riqueza petrolera de Venezuela ha sido objeto de interés y disputa internacional durante décadas. Las sanciones impuestas por Estados Unidos, con el fin de ejercer presión sobre el régimen de Nicolás Maduro, han mermado la capacidad productiva de la industria petrolera venezolana. Sin embargo, la creciente independencia geopolítica de China y Arabia Saudita, junto con su pertenencia al grupo BRICS+, podría abrir una ventana de oportunidad para que estas dos potencias asuman roles más preponderantes en la explotación del crudo venezolano.
Las reservas probadas de petróleo de Venezuela son las mayores del mundo, según la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Específicamente, se estiman en unos 303 mil millones de barriles. Sin embargo, PDVSA, la empresa estatal petrolera venezolana, ha visto disminuida su capacidad productiva por falta de inversión, sanciones y una gestión inadecuada.
China y Arabia Saudita
En ese contexto, la mirada se dirige hacia el Gigante Asiático y el reino del Medio Oriente. Según datos del Banco Mundial, China es el principal importador mundial de petróleo, y Arabia Saudita es uno de los principales exportadores. El interés económico de ambos en el petróleo es innegable.
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Pero más allá de los números, existe un componente político. La historia reciente muestra que la relación entre Washington y Beijing, Riyadh y Caracas ha estado cargada de tensiones. «La independencia geopolítica de China y Arabia Saudita frente a Estados Unidos les permite actuar de manera autónoma y buscar sus propios intereses, sin necesariamente alinearse con las directrices de Washington«, opina Dr. Ahmed Khalil, experto en política internacional de la Universidad de Beirut.
Hagamos un paso a paso
China, por su parte, ha demostrado en el pasado un interés en fortalecer lazos con Venezuela. No es raro recordar los préstamos multimillonarios otorgados por Beijing a Caracas a cambio de futuros suministros de petróleo. Si China decide intensificar sus operaciones en Venezuela, ello no sólo beneficiaría económicamente a ambos países, sino que también consolidaría aún más la influencia china en América Latina.
Arabia Saudita, por otro lado, podría ver en Venezuela una oportunidad para diversificar sus inversiones petroleras y al mismo tiempo consolidar su posición en el mercado global del crudo.
Pero, ¿qué consecuencias traería esta situación? La Dra. María Rodríguez, historiadora de la Universidad Central de Venezuela, considera que «la llegada de China y Arabia Saudita podría resultar en un renacimiento de la industria petrolera venezolana, pero también podría exacerbar la dependencia de Venezuela del petróleo y de actores externos».
Miremos otros riesgos
Además, existe el riesgo de que Estados Unidos vea con recelo esta nueva alianza y decida intensificar aún más sus medidas contra Caracas. Sin embargo, hay quienes creen que estas sanciones ya han alcanzado su punto máximo y que su eficacia está en declive.
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Si bien las sanciones estadounidenses han sido un obstáculo para Venezuela, la perspectiva de una mayor intervención de China y Arabia Saudita en el sector petrolero venezolano podría cambiar el panorama. La geopolítica, una vez más, demuestra ser un juego complejo y en constante evolución.
Otras variantes del tema
La entrada de China y Arabia Saudita en el panorama petrolero venezolano, más allá de los posibles beneficios económicos, también podría generar un reajuste en las alianzas geopolíticas regionales. Con América Latina siendo un escenario tradicionalmente influenciado por la política de Estados Unidos, un mayor protagonismo de estas dos potencias podría inclinar la balanza hacia un nuevo orden. Enrique Mendoza, politólogo del Instituto de Estudios Políticos de Bogotá, sostiene que «la presencia sostenida de China y Arabia Saudita podría fomentar un bloque regional más afín a sus intereses, desplazando de cierto modo la hegemonía estadounidense en la zona».
Por otro lado, la sociedad venezolana también tendría mucho que decir al respecto. Aunque la revitalización de la industria petrolera podría traer consigo empleo y estabilidad económica, no es seguro que esta riqueza se distribuya de manera equitativa entre la población. Las experiencias anteriores con la explotación del petróleo en Venezuela han mostrado que, sin una gestión adecuada y transparente, los beneficios pueden quedar en manos de unos pocos. La sociedad civil y los grupos de interés tendrán un papel crucial en garantizar que cualquier nuevo acuerdo en el sector petrolero se traduzca en un bienestar generalizado y no solo en ganancias para las élites políticas y económicas.