«Niños muertos por bombardeos» es una frase que, por muy dura que suene, ha llegado a ser parte del contenido que los más pequeños pueden llegar a visualizar en sus pantallas. Vivimos en una era donde la tecnología ha permeado cada aspecto de nuestra vida cotidiana, y los niños y adolescentes no son la excepción. Según estudios realizados en Estados Unidos, los niños en edad escolar dedican entre cuatro y seis horas diarias a interactuar con las pantallas, mientras que los adolescentes pueden llegar a pasar hasta nueve horas frente a ellas. Si bien es cierto que los medios pueden ser una ventana al aprendizaje y al establecimiento de conexiones importantes, no podemos ignorar los riesgos que conllevan, especialmente cuando se trata de la exposición a la violencia.En un mundo donde los medios de comunicación bombardean constantemente con noticias, historias de guerra, terrorismo y muertes violentas ocupan un lugar preeminente.
Las investigaciones demuestran que estos temas reciben una cobertura mediática desproporcionada, algo que no es casualidad, ya que se ha descubierto que las noticias negativas tienden a recibir más atención y clics que aquellas de carácter positivo. Para los niños y adolescentes, Internet se ha convertido en una fuente inagotable de imágenes e historias sobre conflictos armados, violencia policial y ataques terroristas. Estos contenidos, disponibles en diferentes formatos, pueden ser accedidos y reproducidos constantemente, lo que aumenta el riesgo de que los más pequeños internalicen los mensajes y encuadres propuestos.
Niños muertos por bombardeos
Kristen Choi, profesora adjunta de Enfermería y Salud Pública en la Universidad de California, Los Ángeles, ha dedicado parte de su carrera a estudiar el impacto del trauma y el trauma secundario en los niños. Según ella, no podemos ignorar el papel que juegan los medios de comunicación violentos en la salud mental de los niños. Aunque los padres juegan un papel crucial, incluso los más atentos y conocedores de los medios no pueden controlar completamente lo que sus hijos consumen. No obstante, existen medidas que pueden ayudar a mitigar los efectos negativos.
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El análisis crítico de los medios puede ser una herramienta útil para entender los acontecimientos y fomentar un espíritu crítico en los niños. Sin embargo, la facilidad con la que cualquier persona puede expresar su opinión en Internet, desde expertos hasta influencers adolescentes, puede amplificar el miedo y la angustia de los niños, muchas veces sin proporcionar el contexto necesario. Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre, los investigadores acuñaron el término “terrorismo secundario” para describir cómo el encuadre mediático contribuye a generar una percepción de amenaza y angustia. La exposición constante a contenidos violentos donde niños pueden ver a otros niños muertos por bombardeos y sus encuadres asociados puede llevar a los niños a desarrollar una visión distorsionada del mundo, percibiéndolo como un lugar peligroso y hostil. Esto, a su vez, puede generar ansiedad, dificultar el desarrollo de relaciones de confianza e interacción con el entorno, y afectar su sensación de seguridad y optimismo.
Efectos negativos
Los estudios son claros: la exposición a la violencia mediática en todas sus formas puede tener efectos negativos en los niños, incluyendo desensibilización, miedo, ansiedad, alteraciones del sueño, comportamientos agresivos y síntomas de estrés postraumático. Frente a este panorama, es imperativo que como sociedad tomemos conciencia de la importancia de proteger a los más pequeños, fomentando un consumo crítico y consciente de los medios, y proporcionándoles las herramientas necesarias para navegar en un mundo saturado de pantallas y violencia.
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La exposición a imágenes y noticias de «niños muertos por bombardeos» no solo tiene un impacto directo en la salud mental de los niños y adolescentes, sino que también contribuye a la creación de una atmósfera de miedo y desesperanza. En un mundo interconectado, donde las distancias se acortan gracias a la tecnología, los niños pueden llegar a sentir que la violencia y el peligro están mucho más cerca de lo que realmente están.
Esto es especialmente preocupante cuando se trata de niños que viven en países en paz, pero que están constantemente expuestos a imágenes de guerra y conflicto a través de las pantallas. El constante bombardeo de estas imágenes puede llevar a una normalización de la violencia, haciendo que los niños se acostumbren a ver escenas de extrema crueldad, y en el peor de los casos, que se vuelvan indiferentes ante el sufrimiento ajeno. Es crucial, por lo tanto, encontrar maneras de filtrar y contextualizar la información a la que los niños tienen acceso, para proteger su bienestar emocional y mental.