Las casas del siglo XXI deberían ser autosustentables como las del siglo XIX

Las casas de siglo XXI podrían ser mejores que las de la centuria que precedió. La noción de hogar ha evolucionado a lo largo de los siglos. Si observamos las residencias urbanas y rurales del siglo XIX, notaremos que tenían una esencia autosustentable: huertas, corrales para animales, zonas de pastoreo, agua para irrigación y árboles frutales.

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Estos hogares no solo brindaban refugio, sino también recursos alimentarios y una relación directa con la tierra. El siglo XX, con su auge de modernización, interrumpió este modelo, priorizando el confort y la urbanización, y dejando atrás la relación del hombre con su entorno directo.

Casas del siglo XXI

El Banco Mundial estima que, en las últimas décadas, más del 55% de la población mundial ha migrado a zonas urbanas. Esta transición ha acarreado problemas como inseguridad alimentaria, «desiertos» de alimentos y una creciente línea de pobreza, incluso en las naciones más ricas.

Las ciudades han crecido tanto que la comida debe ser transportada desde lugares cada vez más distantes, generando una dependencia peligrosa en las cadenas de suministro. Las casas del siglo XXI han pasado a ser meros dormitorios.

Mirando atrás, la autosustentabilidad de las casas del siglo XIX parece ser una solución viable en nuestro contexto actual. Como menciona la historiadora Alicia Martínez: «El siglo XIX nos muestra que no es una utopía pensar en hogares que proveen gran parte de lo que necesitamos. Aquellas casas, aún sin tecnología, se centraba en las necesidades básicas y en el respeto por el medio ambiente».

Avanzar en domótica

En la actualidad, con la tecnología a nuestra disposición, tenemos la oportunidad de redefinir el concepto de «casa». Incorporar la domótica y la inteligencia urbana en la ecuación podría resultar en hogares que, además de ser cómodos y modernos, también sean productivos y autosustentables. Para casas del siglo XXI solo imagine una vivienda donde, a través de la tecnología, se pueda monitorear y optimizar el uso del agua para irrigación, donde paneles solares proveen la energía necesaria y donde las áreas verdes no solo sean estéticas, sino también productivas.

Casas del siglo XXI
Las casas del siglo XXI son un reto de creatividad. Ilustración MidJourney

El Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) destaca que la agricultura urbana, impulsada por tecnologías de punta, puede ser la solución para garantizar la seguridad alimentaria en zonas densamente pobladas. Sistemas como la acuaponía, la hidroponía y los techos verdes, combinados con la automatización, pueden transformar cualquier espacio, por pequeño que sea, en una fuente de alimentos.

Los gobiernos también ven con buenos ojos esta tendencia. En países como Dinamarca y Japón, se están ofreciendo incentivos fiscales a aquellos que implementen sistemas de producción alimentaria en sus hogares. La idea es clara: reducir la dependencia de las importaciones y crear un entorno más resiliente ante crisis alimentarias o climáticas.

Un asunto de costos

Además de los beneficios tangibles, como la reducción en los costos de alimentos y la menor dependencia de cadenas de suministro externas, esta transformación tiene ventajas menos evidentes. Un estudio realizado por la Universidad de Harvard resalta que las personas que tienen una relación directa con la producción de sus alimentos muestran niveles más bajos de estrés y una mayor conexión con su entorno.

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Es innegable que el siglo XX trajo consigo avances significativos en cuanto a comodidades y calidad de vida. No obstante, en nuestro camino hacia la modernización, perdimos la relación simbiótica con nuestro entorno. Reintegrar a las casas del siglo XXI la autosustentabilidad en nuestras vidas, con el apoyo de la tecnología, no es un retroceso, sino un avance hacia un futuro más seguro y conectado.

El reto del siglo XXI no es solo utilizar la tecnología para mejorar nuestra calidad de vida, sino también para rescatar aquellos principios del siglo XIX que nos permitían vivir en armonía con el entorno. En este nuevo paradigma, las casas del futuro serán refugios inteligentes que, además de protegernos, nos alimentarán y nos reconectarán con la tierra que habitamos.

Casas del siglo XXI
Este movimiento hacia la auto sustentabilidad no está exento de desafíos. Ilustración MidJourney

Los desafíos siempre están

Sin embargo, este movimiento hacia la auto sustentabilidad no está exento de desafíos. Las regulaciones urbanas, en muchas ciudades, todavía no se han adaptado a este nuevo modelo de vivienda. Las ordenanzas de zonificación, las políticas de construcción y las normativas de uso del suelo a menudo presentan obstáculos para quienes desean integrar huertas y sistemas de producción de alimentos en áreas urbanas densamente pobladas. La visión de casas del siglo XXI autosustentables debe pasar por las ordenanzas municipales. El urbanista Rodrigo Silva expone que «las ciudades deben evolucionar en su marco regulatorio para permitir y fomentar prácticas sustentables que desafíen las estructuras tradicionales».

Además, es crucial que las personas reciban la educación y capacitación adecuadas para gestionar estos sistemas de producción en sus hogares. Aunque la tecnología puede simplificar muchos procesos, la base de conocimientos sobre horticultura, manejo del agua y cuidado animal es esencial para garantizar la viabilidad y éxito de estos emprendimientos domésticos.

Este movimiento hacia la autosustentabilidad doméstica también es una oportunidad para fortalecer la comunidad. Los vecindarios pueden colaborar en proyectos conjuntos, compartiendo recursos, conocimientos y cosechas. Las casas del siglo XXI son un reto de creatividad. Estos espacios comunitarios no solo sirven para producir alimentos, sino también para tejer lazos sociales más fuertes y crear un sentido de pertenencia en un mundo que, paradójicamente, a menudo se siente desconectado a pesar de la hiperconectividad digital. La casa autosustentable del siglo XXI, entonces, no es solo un espacio de producción, sino también un epicentro de comunidad y conexión humana.

 

 

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