Jeremy Rubin y Dan Elitzer: Dos viajeros del tiempo que vieron chance en el bitcoin

En 2014, cuando aún pocos entendían lo que era bitcoin y muchos menos apostaban a su éxito, Jeremy Rubin y Dan Elitzer parecieron viajar en el tiempo. Eligieron entregar cien dólares en bitcoin a cada estudiante del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), anticipando una explosión que entonces sonaba más a fantasía que a pronóstico serio. Hoy, su experimento vale más de 110 millones de dólares, revelando una intuición que les permitió adelantarse al reloj económico.

David Canellis, editor radicado en los Países Bajos con amplia trayectoria en periodismo de datos, relató en BlockWorks bajo el título: «El experimento gratuito de Bitcoin del MIT ahora está valorado en 110 millones de dólares», cómo dos jóvenes del MIT desafiaron la lógica tradicional. Canellis, reconocido bitcoiner y fundador de Protos, recordó la sentencia del empresario Howard Marks, quien decía que «adelantarse demasiado a su tiempo es indistinguible de estar equivocado». Canellis ironiza afirmando que Marks evidentemente nunca escuchó hablar de bitcoin, ni mucho menos del audaz plan de Rubin y Elitzer.

El bitcoin y el experimento del MIT

En ese momento, el bitcoin era visto por expertos financieros como una curiosidad digital volátil e incierta. Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal estadounidense, lo calificó entonces como una burbuja carente de valor intrínseco, cuando su precio apenas alcanzaba mil dólares después de haber ascendido desde solo diez dólares en meses previos. Pese a este panorama sombrío, bitcoin ya estaba siendo incorporado experimentalmente por empresas como Zynga, desarrolladora de juegos digitales, y Overstock, pionera en el comercio electrónico.

Rubin, estudiante de informática, y Elitzer, presidente del Club Bitcoin del MIT, habían identificado un potencial que otros aún no percibían. Decidieron entonces llevar esa particular moneda digital a la vida cotidiana de los universitarios, una apuesta que trascendía lo financiero para plantearse como experimento social. Para lograrlo, reunieron medio millón de dólares gracias al respaldo del cofundador de Hudson River Trading, Alexander Morcos, y otros donantes vinculados a la comunidad bitcoin.

Rubin, estudiante de informática, y Elitzer, presidente del Club Bitcoin del MIT, habían identificado un potencial que otros aún no percibían. Decidieron entonces llevar esa particular moneda digital a la vida cotidiana de los universitarios, una apuesta que trascendía lo financiero para plantearse como experimento social. Ilustración MidJourney

Los traspiés iniciales

Cada uno de los 4.494 estudiantes podía recibir el equivalente a cien dólares en bitcoin con solo registrarse y abrir una billetera digital. El 70% aceptó participar, totalizando 3.108 estudiantes. El ambicioso objetivo era convertir al campus del MIT en el primer lugar del mundo donde se pudiera asumir una adopción masiva y generalizada de bitcoin, creando así una microeconomía digital plenamente funcional.

La realidad, sin embargo, fue mucho menos utópica. Como recordaría luego el mismo Rubin, gastar bitcoin no fue sencillo. La infraestructura no estaba lista y la gente aún menos preparada. Él mismo enfrentó dificultades comprando un batido de mango en una burritería, mientras el cajero luchaba por procesar la transacción en el criptoactivo. Elitzer también se topó con obstáculos similares intentando comprar una gorra, teniendo que salir del establecimiento para completar el pago desde un dispositivo improvisado y con pobre conectividad.

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Quien aguantó ganó

Pese a estos contratiempos iniciales, el impacto económico del experimento resultó sorprendente. Según un estudio publicado en 2017 en la revista Science por investigadores del MIT, retrasar el acceso a bitcoin en usuarios considerados «adoptadores tempranos naturales» disminuía sustancialmente las probabilidades de una adopción generalizada. La investigación reveló que estos adoptantes tempranos preferían vender o abandonar el uso de bitcoin si sentían que su acceso exclusivo estaba siendo cuestionado.

Pero la historia económica les reservaba un giro espectacular. Para 2017, más de la mitad de los estudiantes participantes aún conservaba sus bitcoins originales. Desde entonces, el valor del bitcoin creció exponencialmente, acumulando aumentos superiores al 4.000%. Hoy, aquellos cien dólares iniciales que recibió cada estudiante tendrían un valor aproximado de 26.000 dólares. En conjunto, esos 500.000 dólares que Rubin y Elitzer distribuyeron se habrían transformado en 110 millones de dólares.

Un asunto histórico

Especialistas financieros han destacado que el Proyecto Bitcoin del MIT no solo fue pionero en términos prácticos, sino que permitió entender fenómenos de adopción tecnológica desde una perspectiva científica. Organismos especializados en estudios económicos, como la revista Science y diversas instituciones académicas, han reconocido el valor histórico de esta iniciativa, señalando que comprender la dinámica de los adoptadores tempranos es clave para la difusión masiva de cualquier tecnología emergente.

Por otra parte, según la firma de análisis financiero Coin Metrics, proyectos similares podrían enfrentar hoy menos resistencia inicial. El ecosistema cripto se ha expandido considerablemente en términos de infraestructura técnica, capacidad regulatoria y aceptación social. La Agencia Internacional de Energía ha remarcado recientemente que, aunque las criptomonedas aún enfrentan críticas por su impacto ambiental debido al consumo energético, iniciativas como las del MIT contribuyeron a impulsar cambios significativos hacia formas más sostenibles y eficientes de operar las redes digitales descentralizadas.

Según un estudio publicado en 2017 en la revista Science por investigadores del MIT, retrasar el acceso a bitcoin en usuarios considerados «adoptadores tempranos naturales» disminuía sustancialmente las probabilidades de una adopción generalizada. La investigación reveló que estos adoptantes tempranos preferían vender o abandonar el uso de bitcoin si sentían que su acceso exclusivo estaba siendo cuestionado. Ilustración MidJourney.

Inversores de riesgos

Para algunos analistas, como Alex Gladstein, director de Estrategia de la Human Rights Foundation, el verdadero legado del experimento bitcoin de Rubin y Elitzer trasciende los beneficios económicos. Gladstein sostiene que estas iniciativas contribuyeron a generar conciencia sobre el potencial revolucionario de las finanzas descentralizadas, anticipando tendencias actuales que apuntan a empoderar a individuos frente al poder tradicional del sistema financiero.

Rubin y Elitzer continuaron sus carreras estrechamente ligadas al mundo cripto. Rubin colaboró directamente con Bitcoin Core y fundó varias empresas exitosas en el sector tecnológico. Elitzer, por su parte, cofundó dos importantes firmas de capital riesgo, IDEO CoLab Ventures y Nascent, enfocadas en promover innovaciones tecnológicas y económicas en el campo de la descentralización financiera.

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Hoy, el legado de ambos jóvenes es claro: no solo anticiparon el ascenso vertiginoso del bitcoin, sino que también ofrecieron claves valiosas para entender cómo se difunden las tecnologías disruptivas en sociedades inicialmente escépticas. Su visión, hace casi una década, les permitió ver lo que muchos hoy apenas comienzan a aceptar: bitcoin, más que una moneda digital, representa una revolución en la forma en que concebimos el dinero y la confianza en el mundo contemporáneo. Así, como auténticos viajeros del tiempo, Rubin y Elitzer demostraron que adelantarse puede parecer un error, hasta que el futuro llega para darles la razón.

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