El «triángulo del litio», compuesto por Chile, Bolivia y Argentina, ha sido objeto de un creciente interés por parte de China en los últimos años. Este metal, clave en la fabricación de baterías para vehículos eléctricos y almacenamiento de energía, se ha convertido en un recurso estratégico en la transición hacia energías más limpias y sostenibles.
Según un informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE), China ha invertido aproximadamente 4.300 millones de dólares en la adquisición de litio entre 2018 y el primer semestre de 2021, cifra que duplica la inversión conjunta de Estados Unidos, Australia y Canadá en el mismo periodo. Arnoldus van den Hurk, geólogo del Observatorio de la Minería Climática Remio, destaca que la mitad de esta inversión se ha concentrado en América Latina, lo que ha permitido a China asegurarse una posición predominante en toda la cadena productiva del litio.
El triángulo del litio
Este creciente dominio chino en la región no solo se traduce en una mayor inversión, sino también en un control casi absoluto del suministro de litio. Según Van den Hurk, «casi toda la producción regional de este metal se exporta a China», lo que garantiza al gigante asiático una hegemonía en la zona. Esto se debe, en parte, a la gran demanda de baterías de iones de litio para la industria automotriz, sector en el cual China se ha posicionado como el principal comprador mundial. A pesar de contar solo con el 17 % de la participación en la extracción de litio y ser el sexto país en reservas, China concentra el 60 % del procesamiento de este metal a nivel global.
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La región del «triángulo del litio» es especialmente atractiva para los inversores debido a que alberga el 60 % de los depósitos conocidos de litio a nivel mundial, según datos del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS). Bolivia destaca por poseer la mayor cantidad de recursos de litio del mundo, con 21 millones de toneladas, seguida por Argentina con 20 millones y Chile con 11 millones. Sin embargo, a pesar de contar con la mayor mina de «oro blanco», es Chile el país con mayor desarrollo en la industria del litio, ocupando el segundo lugar en producción mundial en 2022, solo por detrás de Australia.
Inversiones múltiples de China
La inversión china en la región se ha materializado en distintas formas. En Chile, por ejemplo, el 25,86 % del capital de la Sociedad Química y Minera (SQM), una de las principales empresas explotadoras de litio en el país, está en manos de la china Tianqi Lithium Corp. Además, recientemente se anunció una inversión de 233 millones de dólares por parte de la empresa china Yongqing Technology para la construcción de una planta de cátodos de litio en el norte del país. En Argentina, el cuarto productor mundial de litio, se ha registrado un aumento del 36 % en las exportaciones de litio en los primeros ocho meses de 2023, en comparación con el año anterior, y se proyecta que para 2025 las exportaciones podrían ascender a 7.000 millones de dólares.
Bolivia, a tercera arista de triángulo de litio, a pesar de contar con el mayor depósito de litio del mundo, aún tiene una industria incipiente en su explotación. Sin embargo, también se ha convertido en un objetivo de inversión para China, con la firma de acuerdos para la instalación de plantas de extracción directa de litio por un valor de 1.400 millones de dólares.
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China garantiza suministros
La creciente inversión y presencia de China en el «triángulo del litio» ha garantizado al gigante asiático un papel preponderante en la cadena productiva de este metal estratégico. A medida que la demanda mundial de litio continúa en aumento, la influencia y control de China en esta región rica en recursos se proyecta como un factor clave en el futuro del mercado global de litio.
Esta expansión de China no solo refleja su estrategia para asegurar el suministro de un recurso crucial para el futuro energético, sino que también plantea desafíos y oportunidades para los países de América Latina, los cuales deberán navegar con habilidad en este nuevo contexto global para maximizar los beneficios y minimizar los riesgos asociados a la creciente influencia del gigante asiático.