El terrorismo en Quito salió a escena. Unos siameses tuvieron rol estelar. Dos coches bomba estallaron en la capital de Ecuador, un lugar que parecía inalcanzables para las mafias, pero que ya ha visto hacer difuntos a un par de políticos de peso.
Es difícil de encasillar en crimen organizado la autoría de lo acaecido la noche del miércoles 30 de agosto. Ese aciago día el estruendo del primer coche bomba que tenía dos cilindros de gas, combustible, tacos de dinamita y mecha lenta explotó en el sector residencial La Mariscal, al norte de la ciudad. Según reportes de El País de España, fue alrededor de las ocho. El vehículo estaba afuera de un edificio del Estado, donde antes funcionaban las oficinas del Servicio Nacional de Personas Privadas de Libertad, SNAI, el ente gubernamental responsable de las cárceles.
Terrorismo en Quito
La violencia política en Ecuador siempre había estado relegada a los márgenes de la percepción pública, al menos hasta recientemente. Parecía que los episodios de violencia extrema, con indicios de organización terrorista, estaban confinados a las ciudades costeras, conocidas por ser parte de la ruta del narcotráfico internacional. Pero el terrorismo en Quito se mostró con cara de explosión y ha disparado las alarmas, poniendo de relieve la problemática intersección entre el crimen organizado y la política.
El segundo coche bomba explotó alrededor de las dos de la madrugada en la Avenida 12 de octubre, cerca de universidades y colegios. El objetivo fue otra oficina del SNAI donde acuden los procesados con orden judicial de presentarse ante la autoridad. La camioneta fue estacionada cerca de la puerta del edificio, tenía la misma carga explosiva y usaron el mismo método.
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Más allá de la novedad
Los bombazos no generaron pérdidas humanas. Lo único que se extravió fue la paz mental de los capitalinos que jamás habían sido tocados por la macabra seña de la muerte cruel. Según estadísticas del Ministerio del Interior de Ecuador, durante el último año ha habido un incremento del 12% en los delitos violentos en Quito, y los analistas sugieren que esto puede ser sólo la punta del iceberg. La INTERPOL y otros organismos internacionales han señalado que Ecuador se ha convertido en un lugar de tránsito clave para el tráfico de drogas y armas hacia otros mercados, y esto ha atraído la atención de organizaciones criminales. Son grupos que ya demuestran estar dispuestos a sembrar el terrorismo en Quito.
“La situación en Quito es un reflejo de cómo el crimen organizado está intentando infiltrarse en las instituciones del Estado para obtener protección y legitimidad», afirma Laura Guerrero, experta en seguridad y política de América Latina en el Council on Foreign Relations. Ella argumenta que las bandas y los carteles ven el poder político como un medio para proteger sus operaciones y neutralizar a sus rivales.
Otro débil sistema judicial
En un país donde el sistema judicial ha sido criticado por su falta de transparencia y eficiencia, la incursión del crimen organizado en el espectro político es un golpe particularmente devastador para el Estado de Derecho. Como señala el historiador ecuatoriano Rodrigo Velasco, «la violencia política no es un fenómeno nuevo en la historia de América Latina, pero la forma en que se está manifestando en Ecuador pone en cuestión la capacidad del Estado para garantizar la seguridad y el bienestar de sus ciudadanos».
Desde una perspectiva gubernamental, los recientes ataques están siendo tomados muy en serio. Se trata de terrorismo en Quito. El presidente ha convocado reuniones de emergencia con su gabinete de seguridad, y se están llevando a cabo investigaciones exhaustivas para identificar y detener a los responsables. Pero algunos críticos argumentan que estas medidas son insuficientes y tardías.
“Lo que estamos viendo es una lucha por el control de espacios políticos que están siendo disputados por fuerzas en las sombras”, advierte Ana María Vásquez, una analista política de la Universidad de Quito. “La conexión entre el crimen organizado y el poder político está desdibujando las líneas que separan el Estado de los elementos criminales, y eso pone en riesgo la estabilidad del país”.
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Una estrategia integral
Para desmantelar estos vínculos peligrosos y restaurar el Estado de Derecho, los expertos argumentan que Ecuador necesita una estrategia integral que vaya más allá de las medidas de seguridad y se enfoque también en reformas institucionales. Esto incluiría la modernización del sistema judicial, la implementación de leyes más estrictas contra la corrupción y el financiamiento para programas de educación y concienciación pública.
El hecho de que la violencia haya alcanzado la capital, y manifestado el terrorismo en Quito con autos bomba, demuestra que ningún lugar está verdaderamente a salvo de la creciente amenaza que representa la conexión entre el crimen organizado y la política. Si Ecuador quiere evitar una crisis más profunda, es imperativo que aborde esta problemática de manera efectiva y transparente, antes de que el deterioro del Estado de Derecho se convierta en una caída irreversible.