En 130 años se alcanzará la igualdad de género en las presidencias: Ascenso de Sheinbaum

Este 1 de octubre de 2024 quedará marcado como un hito en la historia política de México y del mundo. Claudia Sheinbaum asumió la presidencia de su país, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar este cargo en la nación azteca. Este evento, sin embargo, resalta la enorme disparidad de género que aún existe a nivel global en los máximos cargos de poder. Según datos de la ONU, la igualdad de género en las presidencias no se alcanzará hasta dentro de 130 años si el ritmo de inclusión actual no se acelera restrictivamente. Con solo 29 mujeres al frente de los 195 países reconocidos por la organización, el ascenso de Sheinbaum es un paso significativo, pero aún insuficiente para romper la hegemonía masculina en los gobiernos mundiales.

Isabel Valdés y Almudena Álvarez Herrerías, periodistas del diario El País, abordan el contexto del ascenso de Sheinbaum en un artículo titulado: “México estrena presidenta: así queda el mapa del poder femenino en el mundo”. Valdés, corresponsal de género del medio y autora de textos que abordan el feminismo y la violencia sexual, escribió la pieza junto a Álvarez Herrerías, periodista de Narrativas Visuales en el mismo diario. En su trabajo, analizan cómo la llegada de Sheinbaum al poder contribuye a redefinir el panorama político y destaca los grandes desafíos que aún persisten para la representación equitativa de las mujeres en las más altas esferas de poder político.

Igualdad de género en las presidencias

Sheinbaum, con una trayectoria política destacada en su país y un perfil académico sólido, no solo representa un cambio de guardia en la política mexicana, sino también un símbolo de esperanza para las mujeres de todo el mundo que aún ven sus aspiraciones limitadas por las barreras de género. Sin embargo, su ascenso no debe considerarse un logro aislado, sino un recordatorio de la escasez de mujeres en posiciones similares. La igualdad de género en las presidencias sigue siendo un objetivo distante y complicado, con un pronóstico que se extiende hasta el próximo siglo, a menos que se realicen cambios significativos en las estructuras de poder.

Con solo 29 mujeres al frente de los 195 países reconocidos por la organización, el ascenso de Sheinbaum es un paso significativo, pero aún insuficiente para romper la hegemonía masculina en los gobiernos mundiales. Ilustración MidJourney

En su artículo, Valdés y Álvarez resaltan cómo la llegada de Sheinbaum al poder coincidió con un aumento limitado en la proporción de mujeres líderes a nivel mundial. En América Latina, región donde las mujeres han tenido una mayor participación en cargos ejecutivos en comparación con otras áreas, la presencia femenina sigue siendo más bien la excepción y no la norma. Con presidentas como Violeta Barrios de Chamorro en Nicaragua, Michelle Bachelet en Chile y Dilma Rousseff en Brasil, Latinoamérica ha tenido ejemplos de liderazgo femenino, pero solo en episodios aislados a lo largo de las últimas décadas. La llegada de Sheinbaum contribuye a engrosar la corta lista de mujeres que han liderado sus naciones, pero, al igual que ocurre en el resto del mundo, aún se necesita mucho más para alcanzar la igualdad de género en las presidencias.

Unos números interesantes

Actualmente, la brecha se manifiesta en todos los continentes, donde las mujeres siguen representando una minoría en la mayoría de los parlamentos y gobiernos. Según el informe de la Unión Interparlamentaria, la representación de las mujeres en parlamentos a nivel mundial se ha estancado en torno al 27%, un aumento de apenas 0,1 puntos porcentuales en el último año. Si bien las cifras son más alentadoras en América Latina, donde las mujeres ocupan el 36% de los escaños, o en Europa, con un 33%, la situación en regiones como África septentrional y Asia occidental es mucho más preocupante, con solo un 18 % de representación femenina. Esta disparidad refleja cómo, en gran parte del mundo, la igualdad de género en las presidencias sigue siendo una quimera, más que una realidad.

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El caso de México resalta la complejidad de avanzar hacia un mayor equilibrio de género en la política. En un país donde el machismo aún impregna muchos aspectos de la vida cotidiana, la llegada de Sheinbaum a la presidencia es un cambio notable, pero no necesariamente un reflejo de un cambio estructural más amplio. El camino hacia la igualdad de género en las presidencias implica no solo la inclusión de mujeres en las boletas electorales, sino también la creación de un entorno político que no excluye, desvaloriza ni obstaculice sus aspiraciones. Es necesario un esfuerzo coordinado y sostenido para garantizar que más mujeres tengan la oportunidad de competir y ganar en igualdad de condiciones.

Un debate que cobra vigor

El análisis de Valdés y Álvarez también destaca cómo la reciente inclusión de otras mujeres en cargos de liderazgo ha revitalizado el debate sobre la representación femenina. Ejemplos como el de Harini Amarasuriya en Sri Lanka, Paetongtarn Shinawatra en Tailandia y Halla Tómasdóttir en Islandia son señales de progreso, pero aún insuficientes para contrarrestar la enorme mayoría masculina que domina las principales oficinas de gobierno. La igualdad de género en las presidencias, entonces, parece más una meta aspiracional que una realidad palpable, y el ascenso de cada nuevo líder apenas comienza a desafiar el statu quo.

A pesar de que la participación de las mujeres en la política ha aumentado significativamente desde el siglo XX, la historia sigue recordándonos las décadas y siglos en los que su voz estuvo ausente. El derecho al voto, que comenzó en Nueva Zelanda en 1893, se expandió de manera desigual en el mundo, con países como Finlandia en 1906 y España en 1931 abriendo lentamente la puerta a la participación femenina. No fue hasta el movimiento sufragista del siglo pasado que las mujeres comenzaron a ocupar escaños parlamentarios y, eventualmente, a aspirar a las más altas esferas del poder ejecutivo. Sin embargo, la lucha por la igualdad de género en las presidencias se ha topado con un muro invisible: las estructuras de poder profundamente enraizadas que aún favorecen a los hombres.

Con presidentas como Violeta Barrios de Chamorro en Nicaragua, Michelle Bachelet en Chile y Dilma Rousseff en Brasil, Latinoamérica ha tenido ejemplos de liderazgo femenino, pero solo en episodios aislados a lo largo de las últimas décadas. Ilustración MidJourney.

Siguen vivos los gineceos

Hoy, más de un siglo después del primer sufragio femenino, aún existen territorios donde las mujeres no pueden votar o su participación política está severamente restringida. En Arabia Saudí, por ejemplo, no fue hasta 2015 que se les permitió votar y postularse para cargos locales, y en Ciudad del Vaticano, las mujeres aún no tienen ningún derecho de representación. En estos contextos, hablar de igualdad de género en las presidencias parece más un sueño que una posibilidad cercana. A pesar de las barreras, figuras como Sheinbaum emergen como ejemplos de que el cambio es posible, pero para lograr la verdadera equidad, se necesita un compromiso más allá de celebrar los logros individuales.

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Por ahora, la llegada de Sheinbaum a la presidencia de México es un hito que pone en evidencia tanto el avance como la lentitud del progreso hacia la paridad de género. Con un pronóstico de 130 años para la igualdad de género en las presidencias, el camino por recorrer es largo y sinuoso. La historia muestra que cada avance es resultado de décadas de luchas y sacrificios, y la lucha de las mujeres por su lugar en la política global apenas comienza a rasgar la superficie de un sistema que, a menudo, ha sido diseñado para excluirlas. La victoria de Sheinbaum es, sin duda, un momento histórico, pero no será hasta que veamos un mapa mundial equilibrado que podremos hablar realmente de igualdad en el poder.

Mientras tanto, el mundo sigue observando, aplaudiendo cada nueva presidenta electa, pero recordando también que, a este ritmo, serán nuestros bisnietos quienes puedan ver la verdadera igualdad de género en las presidencias.

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