El auge del fentanilo ha sacudido el mundo del narcotráfico, y Colombia y Ecuador parecen estar equipados para desempeñar un papel importante en esta nueva etapa del juego. Es evidente que las redes de narcotráfico de ambos países tienen una habilidad sin parangón para adaptarse y responder a la demanda mundial de sustancias ilícitas. El fentanilo, un opioide sintético cuyo consumo se ha relacionado con miles de muertes en Estados Unidos, está ahora en el radar.
Según Todd Robinson, jefe antinarcóticos del Departamento de Estado, la producción de fentanilo comienza en China, donde se venden los precursores químicos necesarios para su fabricación. Estos insumos viajan a América, principalmente a manos de cárteles mexicanos, que producen el opioide y lo distribuyen en Estados Unidos. Pero México no es el único actor en este escenario. Robinson afirmó que «México es el principal puerto de entrada, pero sabemos que hay otros países que participan en la cadena de suministro, como Colombia y Ecuador.»
El fentanilo andino
El contexto geográfico y político de Colombia y Ecuador, junto con su larga historia en el negocio del narcotráfico, los posiciona en un lugar estratégico para mercadera el fentanilo. Según algunos historiadores, la capacidad de adaptación de los narcotraficantes colombianos y ecuatorianos ha sido notable, habiendo evolucionado desde los tiempos del cartel de Medellín y Cali hasta las redes actuales, que se han diversificado y han ampliado su cartera de productos.
La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) ha señalado que, aunque las erradicaciones de cultivos ilícitos han alcanzado cifras récord, la producción sigue en aumento. Esta realidad, aunada al nuevo plan antidrogas propuesto por el presidente colombiano, Gustavo Petro, que busca atacar principalmente a las organizaciones de narcotráfico en lugar de a los pequeños cultivadores, sugiere que la dinámica podría cambiar próximamente.
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Robinson, en sus declaraciones en Nueva York, reconoció que tanto Estados Unidos como Colombia pueden «hacer más» en términos de incautaciones de drogas. Además, recalcó la voluntad de Estados Unidos de ayudar a Colombia a garantizar la seguridad de sus ciudadanos en zonas rurales.
Más vale maña que fuerza
Mientras el mundo sigue de cerca los cambios en el mercado de los opiáceos sintéticos, es esencial entender que el problema no se solucionará únicamente con medidas de fuerza. Se requiere un enfoque holístico que considere aspectos socioeconómicos, culturales y de salud pública, y una colaboración más estrecha entre los países afectados. En este panorama, la experiencia, la infraestructura y la adaptabilidad de Colombia y Ecuador les otorgan ventajas únicas, pero también la responsabilidad de actuar de manera ética y justa en el combate contra esta nueva amenaza.
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En este contexto, expertos políticos y académicos advierten sobre la necesidad de una cooperación regional más robusta y coordinada para combatir la producción y distribución del fentanilo. El doctor Ricardo Álvarez, experto en políticas públicas y docente en la Universidad de los Andes, comenta: «Colombia y Ecuador no pueden abordar este problema de manera aislada. La complejidad de la cadena de suministro del fentanilo exige un enfoque regional y un compromiso firme de todos los países implicados. La cooperación internacional es esencial, no solo en términos de intercambio de información y acciones conjuntas, sino también en la promoción de políticas públicas que prioricen la prevención y la atención a las comunidades más vulnerables».
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Las raíces de problema
Por otro lado, la historia de estas naciones demuestra que la solución al narcotráfico no radica únicamente en la represión, sino en entender las raíces socioeconómicas que llevan a comunidades enteras a involucrarse en este negocio. «Es fundamental abordar el problema desde sus causas subyacentes», opina Alejandra Gutiérrez, historiadora y autora de varios libros sobre el narcotráfico en América Latina. «Estas comunidades a menudo no tienen otras alternativas económicas viables. Además de las operaciones de seguridad y judiciales, es esencial invertir en desarrollo social, educación y oportunidades para que los jóvenes no vean en el narcotráfico su única salida». Con estas perspectivas, queda claro que el reto del fentanilo es multifacético y requiere una respuesta coordinada y comprensiva.
El surgimiento del opiáceo sintético en el mercado ilícito presenta un desafío renovado para América Latina. Colombia y Ecuador, con su historia y ubicación estratégica, están en el centro de esta tormenta. No obstante, el camino hacia una solución sostenible pasa por la cooperación regional, la comprensión profunda de las causas raíz y la inversión en alternativas legales y sostenibles para las comunidades afectadas. La lucha contra esta nueva amenaza exige visión, colaboración y, sobre todo, humanidad.