El ELN y las FARC: A balazos buscan la paz entre sus fuerzas

Tanto el ELN y las FARC están en sendos procesos de negociación de paz alentados por el Gobierno de Gustavo Petro. Sin embargo, a pesar de los diálogos en marcha, ambas fuerzas guerrilleras no pierden la oportunidad de atacarse mutuamente, un hecho que subraya su falta de una estructura de comando unificada y levanta dudas sobre el éxito de las iniciativas de paz en curso.

Según estadísticas del Centro Nacional de Memoria Histórica, en la última década, más de 250 enfrentamientos se han registrado entre estos dos grupos armados, lo que ha resultado en numerosas bajas y desplazamientos forzados de civiles. La ONU advierte que estos enfrentamientos internos podrían complicar cualquier acuerdo de paz con el Gobierno, pues indican un claro desacuerdo ideológico y territorial entre las fuerzas en cuestión.

ELN y las FARC
Los actos de violencia ocurren frente a la frontera con Venezuela. Ilustración MidJourney

ELN y las FARC

Los esfuerzos del Gobierno colombiano para negociar un cese al fuego y un acuerdo de paz se han llevado a cabo en diversas mesas de diálogo en países como México, Venezuela y Cuba. No obstante, la violencia entre el ELN y las FARC sugiere que las conversaciones en estos escenarios internacionales podrían tener un impacto limitado en la reducción de la violencia dentro del país.

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Este tipo de enfrentamientos internos son evidencia de que la unificación de criterios entre estos grupos es una tarea pendiente y esencial», señala Clara López, experta en historia y política de Colombia. «Estas organizaciones han funcionado de manera bastante autónoma durante décadas, y eso es algo que no se puede cambiar de la noche a la mañana, incluso con la intervención gubernamental».

Quien dialoga con el producto

Para el Ejército de Liberación Nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, la merca no habla, solo pide paso. De allí que sea otro factor que complica la situación. El narcotráfico es una fuente lucrativa de ingresos para ambos grupos. Según un informe de Insight Crime, la lucha por el control de las rutas de tráfico de drogas y otras actividades ilícitas contribuye significativamente a los enfrentamientos.

Las agencias gubernamentales como la Policía Nacional de Colombia y el Ministerio de Defensa han expresado preocupación por estos conflictos paralelos. «Estamos comprometidos con la paz, pero necesitamos que el ELN y las Farc muestren un compromiso similar entre ellas», comenta un portavoz del Ministerio de Defensa.

ELN y las FARC
Cuba, México y Colombia, están comprometidas con los diálogos de paz. Ilustración MidJourney

Human Rights Watch

Por su parte, organizaciones internacionales como Human Rights Watch han instado al Gobierno colombiano a reforzar su papel mediador, argumentando que el estado debe ejercer más presión sobre estos grupos para llegar a un acuerdo de paz integral. «El Gobierno tiene la responsabilidad no solo de proteger a la población civil sino de buscar una solución duradera. Para ello, necesita persuadir a estas facciones de la necesidad de una tregua entre ellas», afirma José Miguel Vivanco, director para las Américas de Human Rights Watch.

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La historia muestra que las divisiones internas dentro de los grupos armados a menudo preceden a su desintegración o a cambios significativos en sus operaciones. «Si miramos el caso del IRA en Irlanda del Norte o el ETA en España, podemos ver cómo la falta de cohesión interna eventualmente lleva a una mayor probabilidad de diálogo y resolución pacífica. Sin embargo, el camino hacia ese resultado es incierto y, a menudo, costoso en términos de vidas humanas», agrega Clara López.

Mientras el Gobierno de Gustavo Petro continúa facilitando conversaciones de paz con el ELN y las FARC, la violencia persistente entre estos grupos guerrilleros representa un serio obstáculo para la paz en Colombia. Pese a los esfuerzos nacionales e internacionales, el fuego cruzado entre estas organizaciones sugiere que la unidad en sus respectivas filas es una condición previa esencial para cualquier acuerdo significativo. Y, a menos que esta unidad se logre, las conversaciones de paz podrían permanecer como diálogos sin resultados tangibles, dejando a Colombia en un ciclo continuo de violencia y desestabilización.

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