Destrucción de Amazonia echa a andar una bomba pandémica que no se podrá desactivar

Bomba pandémica, así define Camila M. Romano, Investigadora de la Facultad de Medicina de la USP (FMUSP), a la situación crítica que vive la Amazonía debido a su acelerada degradación. Datos recopilados por Romano y su equipo revelan una conexión directa entre la destrucción del ecosistema amazónico y el aumento en el riesgo de aparición o resurgimiento de enfermedades con potencial pandémico. La Amazonía, considerada el pulmón del mundo y hogar de la mayor biodiversidad del planeta, enfrenta una amenaza sin precedentes que podría tener consecuencias catastróficas a nivel global.

Los cambios en los paisajes, la deforestación y la fragmentación de los hábitats naturales son solo algunos de los factores que contribuyen a la creación de un escenario propicio para el surgimiento de nuevas enfermedades. El proceso se ve exacerbado por períodos de sequía extrema, como el que actualmente azota a la región. Un claro ejemplo de la gravedad de la situación es la pavimentación de la carretera BR-319, que conecta Porto Velho con Manaos. Las proyecciones más conservadoras indican que la deforestación en las áreas circundantes podría cuadriplicarse en los próximos 25 años, poniendo en peligro no solo la biodiversidad local, sino también la salud de las poblaciones humanas.

bomba pandémica
La escasez de agua y alimentos, lleva a situaciones de desnutrición que debilitan el sistema inmunológico de las personas. Ilustración MidJourney

Bomba pandémica en marcha

El 90% del área afectada por la pavimentación de la BR-319 consiste en bosques vírgenes, cuya destrucción no solo implica la pérdida de especies, sino también la liberación de patógenos hasta ahora contenidos. La fragmentación de los bosques aumenta el riesgo de incendios y reduce la biodiversidad, creando condiciones ideales para la aparición de enfermedades. Además, la explotación ilegal de áreas para minería y las migraciones desordenadas contribuyen a la creación de un ambiente de desarrollo social precario, donde las enfermedades pueden propagarse con facilidad.

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La degradación ambiental también tiene un impacto directo en la salud de las poblaciones locales. La escasez de agua y alimentos, provocada por la alteración de los ecosistemas, lleva a situaciones de desnutrición que debilitan el sistema inmunológico de las personas, haciéndolas más susceptibles a enfermedades. La falta de acceso a agua potable y condiciones de higiene adecuadas aumenta el riesgo de enfermedades transmitidas por agua y alimentos contaminados. Esa son las piezas de relojería que arman la bomba pandémica de la que el mundo debería temer. Asimismo, las sequías extremas incrementan la incidencia de enfermedades asociadas a la mala conservación de alimentos, como la rabdomiólisis.

Expansión de mosquitos transmisores

El cambio climático juega un papel crucial en este escenario, facilitando la expansión de mosquitos transmisores de enfermedades como la malaria y el dengue. Un ligero aumento en la temperatura media global puede permitir que estos vectores colonizen áreas previamente inaccesibles. En las regiones donde ya están presentes, los cambios en los patrones de lluvia pueden provocar inundaciones y acumulación de agua estancada, creando condiciones ideales para la proliferación de mosquitos.

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La bomba pandémica de la que habla Camila M. Romano es una realidad que ya estamos empezando a vivir, y es responsabilidad de todos tomar acción para desactivarla. Ilustración MidJourney

La crisis humanitaria de los yanomami es un trágico ejemplo de cómo la degradación ambiental, la minería ilegal y la falta de acceso a servicios de salud pueden desencadenar un brote de enfermedades. Para ellos la bomba pandémica ya explotó y los vectores a través de la carretera llevará al resto del mundo toda clase de patógenos. La contaminación por mercurio y la creación de criaderos artificiales de mosquitos han llevado a un aumento dramático en los casos de malaria en esta población.

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Pérdida de la salud humana

La situación en la Amazonía es una clara muestra de cómo la destrucción de la naturaleza y la falta de políticas de conservación adecuadas pueden tener consecuencias devastadoras para la salud humana. La bomba pandémica de la que habla Camila M. Romano es una realidad que ya estamos empezando a vivir, y es responsabilidad de todos tomar acción para desactivarla antes de que sea demasiado tarde. La conservación de la Amazonía no es solo una cuestión de proteger la biodiversidad, sino también de salvaguardar la salud y el bienestar de las poblaciones humanas a nivel mundial.

El compromiso y la acción colectiva son cruciales para revertir el daño infligido a la Amazonía. Gobiernos, organizaciones internacionales, comunidades locales y cada individuo tienen un papel que desempeñar en la preservación de este invaluable ecosistema. La implementación de políticas de conservación efectivas, la promoción de prácticas sostenibles y la educación ambiental son pasos esenciales para proteger la Amazonía y, por ende, resguardar la salud global. Solo así podremos aspirar a un futuro en el que la armonía entre el hombre y la naturaleza prevalezca, garantizando un planeta saludable para las generaciones venideras.

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