El “rey petróleo” no cederá fácil su corona a la “dinastía verde”

La supremacía del combustible fósil tiene al rey petróleo en su trono. Uno de los indicios de la larga vida que se augura al monarca quedó en evidencia en el mes de junio de este año, tras una declaración corporativa de la empresa británica de hidrocarburos Shell.

Un desafiante comunicado sorprendió a la comunidad mundial. Los datos dejaron en evidencia las desafiantes dinámicas de transición energética que vive el mundo. Shell, la última de las titanes petroleros, anunció su renuencia a recortar la producción anual de petróleo y gas hasta el cierre de esta década.

Al desviar recursos que bien podrían haber sido invertidos en energías limpias, Shell optó por aumentar dividendos, evidenciando que, por el momento, su apuesta sigue siendo el oro negro. El eco de esta decisión resuena con la de BP, cuyas acciones ascendieron después de retractarse de un plan de recorte de producción.

Rey Petróleo
Instaurar la hegemonía de energías limpias será difícil. Ilustración MidJourney

El rey petróleo en la cima

El sector petrolero ha ensayado un discurso comprometido con la sostenibilidad y la reducción de emisiones, destacando sus esfuerzos para avanzar en tecnologías limpias. Sin embargo, en práctica, tales esfuerzos no parecen estar a la altura de la magnitud del problema. El rey petróleo no cede su corona y continúa dando arcas lenas de dinero a sus súbditos.

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La Agencia Internacional de la Energía (IEA) ha recalcado que, aunque la inversión en combustibles limpios «está repuntando», sigue siendo insuficiente para marcar una diferencia significativa.

Esta coyuntura tiene repercusiones globales. En países del Tercer Mundo, la producción y venta de petróleo representan a menudo su única y principal fuente de ingresos. Estas naciones se encuentran atrapadas en un dilema. Si bien la transición a energías limpias es un imperativo global, no pueden permitirse el lujo de renunciar a sus ingresos petroleros ni tampoco tienen fácil acceso a tecnologías limpias.

Monarquía de materias primas

Ramón Fernández, historiador y experto en geopolítica energética, comenta: «La historia nos muestra cómo los recursos naturales han dictado el poder y la economía global. Los países productores de petróleo del Tercer Mundo, ya empobrecidos, se encuentran en una encrucijada. Ceden a las presiones globales y reducen la producción de petróleo, pero al hacerlo, sacrifican su estabilidad económica”.

En efecto, para estas naciones, el rey petróleo manda, no es simplemente una cuestión de adaptarse a nuevas tecnologías o cambiar la matriz energética. Implica un desafío estructural, socioeconómico y político. Marina Cortés, analista política, argumenta: «El petróleo no solo es una fuente de energía, es poder. Es política. Y, para muchos países, es identidad. Decirles a estos países que dejen el petróleo es, en muchos casos, pedirles que renuncien a su única herramienta de negociación en la arena internacional”.

Una difícil transición

Entidades como la OPEP han expresado preocupaciones similares. Argumentan que la transición a energías limpias debe ser justa y equitativa, brindando a los países productores de petróleo las herramientas y apoyos necesarios para diversificar sus economías y adaptarse a un nuevo paradigma energético.

Rey Petróleo
Los países del Tercer Mundo requieren más tiempo para cambiar. Ilustración MidJourney

Sin embargo, la pregunta que surge es, ¿deberían las grandes corporaciones petroleras liderar este cambio? La postura de Shell y BP sugiere que, a pesar de la retórica en torno a la sostenibilidad, el compromiso económico real hacia la transición es limitado. No obstante, no todo recae en estas empresas. La responsabilidad también se encuentra en las políticas gubernamentales y en los consumidores. Sin embargo, lo real está en la imposibilidad de servir a dos amos: o estas con el rey petróleo o inevitablemente en su contra.

De nuevo el libre albedrío

Daniel Molina, experto en energías renovables, sugiere: “Es un juego de oferta y demanda. Si los consumidores, respaldados por políticas gubernamentales sólidas, exigen energías limpias y reducen su dependencia del petróleo, las corporaciones no tendrán más opción que adaptarse”.

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En resumen, mientras el rey petróleo sea el monarca indiscutible en la actual economía energética, su reinado no es inmutable. La transición hacia una dinastía verde requerirá esfuerzos concertados de corporaciones, gobiernos y sociedad civil. Pero hasta que no se proporcione una solución justa y viable a los países productores del Tercer Mundo, la corona del oro negro permanecerá firmemente asentada en su trono.

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