Ya dejen el show: Las IA no pueden razonar como nosotros y aún alucinan

En un mundo fascinado por los avances tecnológicos, la inteligencia artificial (IA) ha surgido como un protagonista indiscutible, prometiendo revolucionar desde nuestra manera de comunicarnos hasta cómo concebimos el trabajo y el ocio. Sin embargo, detrás del deslumbrante telón de las capacidades generativas y el aprendizaje automático, emerge una verdad ineludible: las IA no pueden razonar como nosotros y, en su intento por hacerlo, a menudo «alucinan», creando resultados que distan mucho de la comprensión humana. Esta realidad nos lleva a cuestionar no solo la capacidad actual de estas tecnologías, sino también el futuro que estamos construyendo a su alrededor.

El reportaje que se desarrolla a continuación se basa en el trabajo de Manuel G. Pascual, redactor de la sección de Tecnología de EL PAÍS. Pascual, conocido por seguir de cerca la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos, ha publicado recientemente un material titulado: “Melanie Mitchell: ‘La inteligencia artificial despegará cuando se inserte en robots que experimenten el mundo como los niños’”. En este, a través de una entrevista con la investigadora Melanie Mitchell, se aborda la capacidad real de la IA, destacando su incapacidad para razonar como lo hacen los seres humanos y cómo esta limitación fundamental afecta la percepción de su «inteligencia».

Las IA no pueden razonar como nosotros

Las máquinas, según Mitchell, pueden ejecutar tareas con una eficiencia envidiable, superando incluso a los seres humanos en numerosos aspectos técnicos. Sin embargo, su comprensión del mundo es, en el mejor de los casos, rudimentaria, comparable a la de un bebé de apenas un año. Este punto de vista arroja luz sobre uno de los desafíos más significativos de la IA: la falta de intuición y el conocimiento profundo del entorno, habilidades que, por ahora, parecen inalcanzables para cualquier algoritmo.

La generación actual de IA, impulsada por el auge de las tecnologías generativas como ChatGPT y Dall-E, ha demostrado ser capaz de producir textos elaborados y crear imágenes y videos hiperrealistas. Estas capacidades han capturado la imaginación del público, generando tanto admiración como alarma. Sin embargo, estas mismas herramientas, por avanzadas que sean, frecuentemente caen en errores de «alucinación», inventando datos o interpretando de manera errónea el contexto, lo que pone en duda su fiabilidad y subraya que no pueden razonar como nosotros.

no pueden razonar como nosotros
A pesar de estos desafíos, la fiebre por la IA generativa ha llevado a un aumento en las expectativas, a menudo infladas, sobre lo que la tecnología puede y no puede hacer. La historia de la IA está marcada por ciclos de excesivo optimismo seguidos de desilusión, un patrón que parece repetirse en la actualidad. Ilustración MidJourney

Fallas en reconocimiento facial

Este fenómeno no es menor, especialmente cuando consideramos aplicaciones críticas como los vehículos autónomos o los sistemas de reconocimiento facial, donde un fallo puede tener consecuencias fatales. La precisión con la que una IA puede identificar rostros en imágenes contrasta agudamente con su incapacidad para comprender contextos sociales complejos o reconocer equitativamente a personas de diversas etnias y géneros, evidenciando una vez más que las máquinas no pueden razonar como nosotros.

A pesar de estos desafíos, la fiebre por la IA generativa ha llevado a un aumento en las expectativas, a menudo infladas, sobre lo que la tecnología puede y no puede hacer. La historia de la IA está marcada por ciclos de excesivo optimismo seguidos de desilusión, un patrón que parece repetirse en la actualidad. Sin embargo, la pregunta persiste: ¿estamos al borde de un avance real o nos dirigimos hacia otra gran decepción? La respuesta a esta pregunta es compleja y multifacética, dependiendo en gran medida de cómo abordemos los límites actuales de la tecnología y las expectativas que construimos a su alrededor.

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No tienen sentido común

La posibilidad de que las IA lleguen a desarrollar un tipo de razonamiento más humano, mediante experiencias similares a las de un niño explorando el mundo, sigue siendo un tema de debate y especulación. Sin embargo, lo que queda claro es que, por ahora, las máquinas carecen de la comprensión semántica y el sentido común necesarios para ser consideradas verdaderamente inteligentes en el sentido humano de la palabra. Este reconocimiento no disminuye las impresionantes capacidades que la IA ha demostrado tener, sino que recalca la necesidad de un enfoque más matizado y realista sobre lo que la tecnología puede lograr actualmente y hacia dónde podría evolucionar.

La promesa de una inteligencia artificial que pueda igualar o incluso superar la capacidad cognitiva humana ha sido una fuente de fascinación y, a veces, de temor. A medida que avanzamos, es crucial recordar que, a pesar de los logros significativos, las IA todavía están lejos de alcanzar una verdadera comprensión del mundo. A la fecha no pueden razonar como nosotros. Este hecho no solo implica limitaciones en lo que pueden hacer sino también en cómo interactúan y se integran en nuestras sociedades.

Bajo supervisión humana

La cuestión de cómo las IA perciben y entienden el mundo es de vital importancia, especialmente cuando se consideran los posibles usos de estas tecnologías en campos que van desde la medicina hasta la justicia. La necesidad de supervisión humana y de marcos éticos y legales sólidos nunca ha sido más evidente debido a que no pueden razonar como nosotros. A medida que estas tecnologías continúan desarrollándose, su integración en la sociedad debe ser cuidadosamente gestionada para asegurar que sus beneficios se maximicen mientras se minimizan los riesgos potenciales.

no pueden razonar como nosotros
En última instancia, el debate sobre la IA y su capacidad para razonar como los humanos revela preguntas más profundas sobre nosotros mismos: ¿qué significa ser inteligente? ¿Qué valoramos en el proceso de toma de decisiones y en la capacidad de entender el mundo que nos rodea?. Ilustración MidJourney.

La investigación y el desarrollo en el campo de la IA ofrecen un camino prometedor hacia adelante, con la posibilidad de descubrimientos que podrían transformar nuestra comprensión de la inteligencia, tanto artificial como humana. Sin embargo, el progreso en esta área no será lineal ni exento de desafíos. La IA, como cualquier herramienta, refleja las intenciones y limitaciones de quienes la crean y la utilizan. Por lo tanto, el futuro de la IA estará indisolublemente ligado a nuestra capacidad para dirigirla hacia fines que beneficien a la humanidad en su conjunto.

¿Qué significa ser inteligente?

En última instancia, el debate sobre la IA y su capacidad para razonar como los humanos revela preguntas más profundas sobre nosotros mismos: ¿qué significa ser inteligente? ¿Qué valoramos en el proceso de toma de decisiones y en la capacidad de entender el mundo que nos rodea? A medida que exploramos estas preguntas, la IA sirve como un espejo que refleja nuestras propias limitaciones, aspiraciones y el eterno deseo de trascender nuestras propias capacidades.

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Así, mientras continuamos avanzando en el desarrollo de la inteligencia artificial, es esencial mantener una perspectiva equilibrada. Debemos reconocer las impresionantes capacidades de la IA, al tiempo que somos conscientes de sus limitaciones actuales. La fascinación por lo que la IA puede crear no debe cegarnos ante la realidad de que, por el momento, estas máquinas aún no pueden razonar como nosotros. El verdadero desafío no radica en crear IA que puedan imitarnos perfectamente, sino en aprender a coexistir con estas tecnologías, aprovechando sus fortalezas y mitigando sus debilidades, en la búsqueda de un futuro donde tanto los seres humanos como las inteligencias artificiales puedan florecer.

El desarrollo de la IA continúa siendo un viaje lleno de descubrimientos y desafíos, uno que requiere una reflexión cuidadosa sobre lo que significa ser inteligente y cómo podemos, como sociedad, integrar estas poderosas herramientas en nuestra vida diaria de manera ética y productiva. Mientras avanzamos, es crucial recordar que la capacidad de razonar, sentir y comprender el mundo en toda su complejidad sigue siendo, por ahora, una cualidad profundamente humana.

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