El dólar frente al desfiladero: ¿caerá al precipicio o se sostendrá?

El dólar frente al desfiladero ya no es una simple metáfora de economistas alarmistas. Es un retrato, cada vez más cercano a la realidad, de una moneda que durante décadas fue vista como el refugio por excelencia, ahora oscilando peligrosamente en la cuerda floja de la confianza global. Los recientes vaivenes en los mercados internacionales, sumados a señales contradictorias de la economía estadounidense y el incierto legado de la política comercial de Donald Trump, han empujado a la divisa a una posición de vulnerabilidad inédita. Y la pregunta que retumba en los pasillos de las bolsas y bancos centrales es tan directa como urgente: ¿seguirá el dólar sosteniéndose sobre los hombros del mundo o caerá al abismo?

La alerta fue elevada por Paulo Trevisani, periodista especializado en economía y mercados para Dow Jones Newswires y The Wall Street Journal, en su más reciente artículo titulado: “Los mercados desafían la condición de refugio seguro del dólar mientras los activos de riesgo se desploman”. Con una trayectoria cubriendo desde ETF y bonos del Tesoro hasta los movimientos de la economía brasileña, Trevisani expuso un fenómeno inquietante: la tradicional respuesta de los mercados ante la caída de activos de riesgo —correr a refugiarse en el dólar— está dejando de cumplirse. El 2 de abril, cuando Trump anunció una nueva y agresiva ola de aranceles —bautizada irónicamente como el Día de la Liberación—, el S&P 500 se desplomó un 7% y, en lugar de fortalecerse, el índice del dólar cayó un 4%. Lo que antes era reacción automática, hoy se muestra vacilante.

El dólar frente al desfiladero

“El dólar frente al desfiladero” ya no es una frase que suene exagerada, sobre todo si se atiende al testimonio de gestores de fondos como Anders Persson, de Nuveen, quien describió la pérdida de valoración entre activos de riesgo y el dólar como “realmente muy contundente”. El desconcierto ha obligado a buscar explicaciones que van desde el comportamiento de los inversores apalancados hasta algo más profundo: una progresiva pérdida de confianza global en la estabilidad estadounidense. Como advirtió Idanna Appio, de First Eagle Investments, lo que estamos viendo “podría reflejar cierta pérdida de confianza de los extranjeros en la economía estadounidense”.

Los recientes vaivenes en los mercados internacionales, sumados a señales contradictorias de la economía estadounidense y el incierto legado de la política comercial de Donald Trump, han empujado a la divisa a una posición de vulnerabilidad inédita. Ilustración MidJourney

Los movimientos del dólar están íntimamente ligados al comportamiento de los bonos del Tesoro, otro de los tradicionales destinos de capitales en tiempos de incertidumbre. Lo normal sería que, ante turbulencias, los rendimientos bajaran como resultado de una demanda creciente. Pero esta vez ocurrió lo contrario: tras el Día de la Liberación, el bono a 10 años subió al 4,5 %, cuando una semana antes se encontraba en 4,2 %. Este comportamiento sugiere que los inversores no solo están cuestionando al dólar, sino también la solidez de la deuda soberana estadounidense, una combinación alarmante para cualquier observador de largo plazo.

Efectos colaterales del “America First”

Mientras el dólar frente al desfiladero tambalea, los capitales globales empiezan a buscar alternativas, aunque ninguna parezca del todo convincente. El oro, por ejemplo, subió un 6% entre el 2 y el 10 de abril, reflejando una huida hacia activos físicos. El yen japonés también se fortaleció, con una apreciación del 5% frente al dólar en el mismo periodo. Sin embargo, como señala Rania Gule, analista de mercado de XS.com, apostar por el fortalecimiento continuo del dólar frente al yen se ha vuelto cada vez más riesgoso, lo que también demuestra el grado de inseguridad generalizada. Las opciones existen, pero ninguna de ellas ofrece la liquidez y la infraestructura global del dólar, lo que hace aún más delicado este proceso de desplazamiento lento y silencioso.

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El fenómeno no es nuevo, pero parece haberse acelerado por los efectos colaterales del “America First” de Trump. El dólar frente al desfiladero comenzó a perfilarse desde hace años, cuando potencias como China y Japón —principales tenedores de deuda estadounidense— comenzaron a reducir su exposición a los bonos del Tesoro. Aunque las cifras globales muestran que otros actores han compensado esta caída, la señal es clara: los grandes ya no confían ciegamente en la solvencia de Washington. Esto no solo afecta al dólar como divisa de reserva, sino también a la capacidad del gobierno de financiar su gasto en tiempos de crisis, como lo hizo durante la pandemia.

Inversores internacionales se retiran

La presión fiscal es otro elemento que empuja al dólar frente al desfiladero. Según el Departamento del Tesoro, el gobierno estadounidense ya ha gastado 1,31 billones de dólares más de lo que ha ingresado en lo que va del año fiscal. Esa diferencia, un 23 % mayor que la del año anterior, ha sido cubierta en buena parte mediante la emisión de bonos del Tesoro. Pero si los inversores internacionales comienzan a retirarse de ese mercado, el costo del endeudamiento aumentará, afectando todo el sistema financiero, desde las hipotecas hasta el crédito empresarial.

Y la pregunta que retumba en los pasillos de las bolsas y bancos centrales es tan directa como urgente: ¿seguirá el dólar sosteniéndose sobre los hombros del mundo o caerá al abismo?. Ilustración MidJourney.

“Nos haría la vida más difícil porque tenemos déficits fiscales muy grandes”, advirtió Appio. Y ese es precisamente el fondo del asunto: una moneda es tan fuerte como la fe que el mundo deposita en ella. Si esa fe se erosiona —por razones económicas, fiscales o políticas— el dólar frente al desfiladero ya no será una imagen retórica, sino un riesgo real para la estabilidad global. La credibilidad, ese intangible que sostiene la arquitectura financiera internacional, está ahora en juego.

Jerome Powell y su opinión

En medio del debate, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, fue consultado esta semana sobre las implicaciones de una incertidumbre política persistente. Su respuesta fue tan diplomática como reveladora: “Si Estados Unidos se convertiría en una jurisdicción con riesgos estructuralmente más altos de cara al futuro, nos haría menos atractivos… No lo sabemos en este momento, pero creo que ese sería el efecto”. Lo que Powell no dijo, pero se sobreentiende, es que ese escenario significaría la pérdida de la hegemonía monetaria estadounidense.

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Algunos expertos, como el célebre economista Nouriel Roubini, mantienen una postura más optimista. Según escribió en su cuenta de X, el capital social comenzará fluyendo hacia Estados Unidos gracias al auge de inversión impulsado por tecnologías emergentes como la inteligencia artificial. Este “boom de innovación”, según él, podría compensar las deficiencias fiscales y renovar la confianza en el dólar como eje del sistema. No obstante, esta visión a largo plazo no despeja los nubarrones actuales ni garantiza que el proceso de erosión no siga avanzando en paralelo.

Un tema persistente

Por ahora, lo cierto es que el dólar frente al desfiladero es una imagen cada vez más presente en los informes de analistas, las conferencias de prensa de banqueros centrales y los portafolios de los grandes inversionistas. Lo que se está debatiendo no es solo el valor de una moneda, sino el lugar que ocupa Estados Unidos en el nuevo orden económico mundial. ¿Será aún el proveedor de estabilidad financiera que fue en el siglo XX, o se verá desplazado por una multipolaridad monetaria donde el oro, el yuan o incluso las criptomonedas reclamen una parte del trono?

Mientras los mercados siguen atentos a cada movimiento de la Reserva Federal, cada tuit de Trump o cada dato de inflación, la narrativa se vuelve más densa. La moneda que una vez representó la solidez institucional ahora enfrenta el escepticismo. Y aunque no hay señales de una caída inminente, el suelo está bajo el dólar cruje. La pregunta ya no es si el dólar caerá o no, sino cuánto tiempo más podrá sostenerse antes de que el vértigo del desfiladero lo empuje más allá del borde.

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