Pederastia y desobediencia: la prueba de fuego para el próximo Papa tras el desafío de Cipriani

La silla de Pedro espera ocupante, pero antes de que el nuevo pontífice sea elegido, un escándalo que involucra la presencia desafiante de un cardenal sancionado por abusos sexuales a menores sacude al Vaticano. El desafío de Cipriani coloca nuevamente bajo los reflectores uno de los temas más sensibles para la Iglesia Católica en tiempos recientes: la pederastia y la impunidad. Juan Luis Cipriani, exarzobispo de Lima y primer cardenal del Opus Dei, pese a haber recibido explícitamente órdenes papales en 2019 para apartarse de la vida pública y abstenerse del uso de símbolos cardenalicios tras denuncias creíbles en su contra, ha reaparecido en Roma durante los actos previos al cónclave, vestido con los distintivos que le fueron prohibidos, poniendo en jaque la autoridad y credibilidad de la Santa Sede.

El caso fue recientemente reportado por Íñigo Domínguez, corresponsal en Roma desde 2024, previamente entre 2001 y 2015, autor reconocido por sus libros sobre mafia y reportajes en profundidad, quien trabaja para el diario EL PAÍS de España. En su publicación titulada: «Nueva polémica en el Vaticano: el cardenal Cipriani, castigado tras ser acusado de abusos, participa en los actos previos al cónclave», Domínguez detalla minuciosamente la situación que actualmente vive el Vaticano ante la manifiesta presencia pública de Cipriani. El reportero subrayó cómo, pese a las estrictas medidas disciplinarias dictadas por Francisco en 2019, el cardenal peruano continúa apareciendo abiertamente en eventos importantes, provocando interrogantes incómodas dentro y fuera de las murallas vaticanas.

El desafío de Cipriani

La trascendencia del desafío de Cipriani se explica en su contexto inmediato, tras el reciente cierre de otro episodio dramático protagonizado por el cardenal Angelo Becciu, quien después de una tensión sostenida de diez días terminó renunciando a participar en el cónclave que elegirá al nuevo Papa. Sin embargo, lejos de calmarse, la Santa Sede enfrenta ahora otro problema potencialmente explosivo, representado por Cipriani, quien fue originalmente sancionado tras recibir una carta de una víctima y la posterior investigación impulsada por el papa Francisco, quien dio credibilidad a las denuncias contra el peruano.

Juan Luis Cipriani, exarzobispo de Lima y primer cardenal del Opus Dei, pese a haber recibido explícitamente órdenes papales en 2019 para apartarse de la vida pública y abstenerse del uso de símbolos cardenalicios tras denuncias creíbles en su contra, ha reaparecido en Roma durante los actos previos al cónclave, vestido con los distintivos que le fueron prohibidos, poniendo en jaque la autoridad y credibilidad de la Santa Sede. Ilustración MidJourney

El desafío de Cipriani posee una inmensa gravedad que radica en que no es una situación aislada. En enero de este mismo año, el cardenal peruano rompió la sanción viajando a Lima para recibir la medalla de oro de la ciudad de manos del alcalde Rafael López Aliaga, también del Opus Dei, acto público que desató fuertes críticas hacia la jerarquía eclesiástica. En ese mismo periodo, Cipriani denunció en diversas cartas la actitud del papa Francisco, argumentando que se le castigó injustamente y sin ser escuchado, alimentando aún más la polémica sobre su caso.

¿Y por qué no hhay claridad?

El desafío de Cipriani adquiere una dimensión mayor al aparecer públicamente en Roma, en los actos previos al cónclave y especialmente en lugares tan simbólicos como la basílica de San Pedro, al lado de otros cardenales en ejercicio pleno de sus funciones. Su presencia, confirmada por imágenes transmitidas por medios peruanos como la cadena RPP, ha provocado interrogantes constantes a Matteo Bruni, director de la sala de prensa vaticana, quien tras varios días de presión mediática ha tenido que reconocer públicamente que la situación es compleja y no hay claridad sobre cómo se deben aplicar específicamente las medidas dictadas por Francisco en su momento.

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Desde el punto de vista jurídico-eclesiástico, el descaro de Cipriani introduce un debate sobre el cumplimiento y respeto a las sanciones pontificias. Tras el fallecimiento del papa Francisco, el vacío de poder ha dejado la responsabilidad de actuar ante esta flagrante desobediencia en manos del decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, y del camarlengo, Kevin Farrell, quienes hasta ahora han mantenido un inquietante silencio al respecto. Esto podría implicar tácitamente una posición de permisividad o al menos de indecisión frente a la violación abierta de la autoridad papal.

Protestas desde Perú

El desafío de Cipriani también se amplifica por las críticas directas del arzobispo actual de Lima, Carlos Castillo, quien se ha puesto del lado de las víctimas y ha pedido a Cipriani abandonar sus intentos de autojustificación y asumir las responsabilidades de sus actos. El posicionamiento de Castillo podría ser decisivo si se convirtiera en una voz activa durante las congregaciones generales previas al cónclave, pues él conoce bien la magnitud del problema en Perú, donde el escándalo de abusos también ha involucrado a otras instituciones religiosas como el Sodalicio de Vida Cristiana, disuelto recientemente por Francisco.

La problemática que representa el desafío de Cipriani, además, encuentra eco en las declaraciones públicas de expertos reconocidos en la lucha contra la pederastia, como el jesuita Hans Zollner, quien ha señalado públicamente que si efectivamente Cipriani está incumpliendo las sanciones dictadas por Francisco, corresponde a los cardenales tomar acción inmediata, enfatizando la crisis de credibilidad que representa esta situación para la Iglesia.

El desafío de Cipriani posee una inmensa gravedad que radica en que no es una situación aislada. En enero de este mismo año, el cardenal peruano rompió la sanción viajando a Lima para recibir la medalla de oro de la ciudad de manos del alcalde Rafael López Aliaga, también del Opus Dei, acto público que desató fuertes críticas hacia la jerarquía eclesiástica. Ilustración MidJourney.

Incoherencia en el Vaticano

En un contexto más amplio, el desafío de Cipriani no está aislado, sino que refleja un problema estructural más profundo en la Iglesia Católica relacionado con la coherencia entre las palabras y las acciones frente a los abusos sexuales. La presencia en Roma de otros cardenales cuestionados por casos similares, como el estadounidense Roger Mahony, quien fue acusado de encubrir a más de un centenar de sacerdotes abusadores en Los Ángeles, agudiza aún más el malestar en torno a la cuestión de la impunidad y la falta de compromiso real de parte de la jerarquía eclesiástica en la defensa efectiva de las víctimas.

Las organizaciones civiles de defensa de víctimas de abusos, como Bishops Accountability, denuncian que permitir la presencia activa de personajes como Cipriani y Mahony en eventos de esta magnitud envía un mensaje aterrador para quienes han sufrido abusos dentro de la Iglesia, además de mostrar claramente las contradicciones internas de una institución que pretende defender a las víctimas pero no consigue mantener lejos de los espacios de poder a quienes han sido señalados o sancionados por abusos.

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Finalmente, ante el desafío de Cipriani, la gran interrogante que queda abierta y que tendrá que responder el nuevo Papa desde el primer día de su pontificado es si estará dispuesto a enfrentar con firmeza esta grave crisis de autoridad y credibilidad o si permitirá, como hasta ahora parece estar sucediendo, que la desobediencia y la impunidad sigan poniendo en tela de juicio los avances realizados durante el pontificado de Francisco en la lucha contra la pederastia dentro de la Iglesia. Esta será, sin duda, la prueba más difícil y decisiva para el sucesor de Francisco, quien tendrá que decidir rápidamente si la Iglesia avanza hacia la justicia o se refugia una vez más en el silencio y la complicidad.

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