El odio y los disfemismos han desplazado a la razón en los discursos políticos

En un tiempo donde la polarización y la hostilidad inundan los espacios de debate público, el análisis de Beatriz Gallardo Paúls, catedrática de lingüística en la Universidad de València, ofrece una ventana al entendimiento profundo de cómo el odio y los disfemismos han desplazado a la razón en los discursos políticos. A través de su trabajo, que incluye libros como «Usos políticos del lenguaje» y «La voz más alta: ruido mediático, opinión pública y Estado de Derecho», Gallardo Paúls ha trazado un panorama inquietante sobre la degeneración del discurso político, especialmente en el contexto de digitalización y esfera mediática.

La autora, con una destacada trayectoria en el estudio de la relación entre lenguaje y sociedad, recientemente ha contribuido con un artículo para EL PAÍS titulado: «Si uno no quiere», donde desentraña cómo el discurso del desprecio gana terreno en la política. Gallardo Paúls señala que, más allá de la adopción de disfemismos que cargan palabras como patriotismo o sensibilidad con connotaciones negativas, es la entonación despectiva y chulesca de algunos líderes políticos lo que marca el tono del debate actual. Esta estrategia comunicativa no solo modifica el significado de las palabras, sino que transforma el quién, el qué y la acción del discurso político, desplazando a la razón y centrándose en ataques personales más que en propuestas para el bien común.

Disfemismos han desplazado a la razón

La proliferación de este tipo de discurso, que a menudo roza con el discurso del odio, no es un fenómeno reciente. Sin embargo, Gallardo Paúls argumenta que en la última década ha cobrado una visibilidad y rapidez preocupantes, especialmente con la ascensión de la ultraderecha antidemocrática en parlamentos nacionales y la consiguiente arrastrada de partidos conservadores hacia prácticas discursivas destructivas. Lo sorprendente de esta situación es cómo los espacios que deberían fomentar el debate argumentado y constructivo, han desplazado a la razón y se han convertido en arenas para el intercambio de insultos, aplausos a la retórica vacía, y risas ante la descalificación del otro.

desplazado a la razón
Gallardo Paúls señala que, más allá de la adopción de disfemismos que cargan palabras como patriotismo o sensibilidad con connotaciones negativas, es la entonación despectiva y chulesca de algunos líderes políticos lo que marca el tono del debate actual. Ilustración MidJourney

La retórica del odio se sostiene, en parte, por la excusa de la libertad de expresión, un argumento que Gallardo Paúls desmonta al señalar que lo que se busca no es tanto la libre expresión como la libertad para ofender y deslegitimar. Este abuso del discurso no solo afecta a los actores políticos entre sí, sino que representa una falta de respeto directa hacia el ciudadano, construyendo un destinatario del mensaje que es visto no como un ser racional, sino como alguien a quien se debe persuadir por medio de las emociones más básicas.

Asimetría de los medios de comunicación

El papel de los medios de comunicación y la digitalización ha sido crucial en la amplificación de este fenómeno. La búsqueda del espectáculo, el clickbait y una cierta complacencia por parte de los medios hacia estos discursos agresivos han contribuido a su normalización. Además, la asimetría en el ecosistema mediático, donde conviven medios profesionales con otros que difunden propaganda partidista, ha dificultado aún más la tarea de contrarrestar estos discursos.

Tambièn puedes leer: Xinhua: Dinámica entre EE.UU. y Argentina sugiere que la Doctrina Monroe sigue vigente

A pesar de este oscuro panorama que ha desplazado a la razón, Gallardo Paúls insiste en la posibilidad de revertir esta tendencia. El desafío es grande pero necesario: no se trata de imitar el discurso del odio, sino de contrarrestarlo con argumentos razonados y debates sobre política real. Este esfuerzo requiere de una voluntad férrea tanto por parte de los actores políticos como de los medios de comunicación para privilegiar la deliberación razonada sobre la confrontación emocional e instintiva.

La conclusión de Gallardo Paúls es un llamado a la acción para todos aquellos involucrados en el discurso público: políticos, medios de comunicación y ciudadanos. La responsabilidad de construir un espacio de debate saludable y respetuoso recae en todos. En un mundo donde la información y la desinformación coexisten a un clic de distancia, recordar que el respeto mutuo y la razón deben prevalecer sobre el odio y los ataques personales es más crucial que nunca. En este sentido, la tarea no es solo frenar la difusión de discursos dañinos, sino promover activamente aquellos que se basan en el respeto, la evidencia y la búsqueda del bien común.

Negativity bias

La evidencia sugiere que los seres humanos tienen una predisposición a prestar más atención a la negatividad, un fenómeno conocido como la «negativity bias» en psicología. Este sesgo que ha desplazado a la razón, implica que las expresiones de miedo, ira y descontento capturan nuestra atención más rápidamente y con mayor intensidad que aquellas que son positivas o neutrales. En el ámbito político, esta tendencia se traduce en una mayor difusión y un impacto más profundo de los discursos agresivos o despectivos en comparación con los constructivos o racionales.

Sin embargo, el mismo sesgo que facilita la propagación del discurso del odio también podría ser un punto de apalancamiento para revertir la tendencia. Si se logra capturar la atención del público con mensajes igualmente poderosos pero fundamentados en la razón, la evidencia y el respeto, es posible contrarrestar el atractivo del sensacionalismo y la polarización. La clave está en cómo estos mensajes son comunicados y la consistencia con la que se mantienen frente a las tácticas de desinformación y provocación.

desplazado a la razón
Lo sorprendente de esta situación es cómo los espacios que deberían fomentar el debate argumentado y constructivo, han desplazado a la razón y se han convertido en arenas para el intercambio de insultos, aplausos a la retórica vacía, y risas ante la descalificación del otro. Ilustración MidJourney.

Reevaluar las comunicaciones

Los políticos y los medios de comunicación desempeñan un papel central en este proceso que ha desplazado a la razón. Por un lado, los políticos deben reevaluar su enfoque comunicativo, optando por un discurso que, aunque firme, se aleje de la descalificación personal y se enfoque en argumentos sólidos y propuestas concretas. Por otro lado, los medios de comunicación tienen la responsabilidad de no solo ser canales de difusión para todo tipo de discursos, sino también de ejercer un papel crítico, verificando la información y proporcionando contexto para los argumentos presentados.

Este cambio no solo es necesario, sino urgente. La continua degradación del discurso público no solo erosiona la calidad de la democracia, sino que también amenaza la cohesión social, alimentando la división y el resentimiento entre grupos. El reto está en encontrar formas de comunicar que, sin sacrificar la firmeza o la pasión, promuevan un debate público basado en el respeto mutuo y el entendimiento.

Tambièn puedes leer: Kiev y Moscú tienen su playground de “Drone Shadow Strike” y a veces hay sangre real

Formación de os ciudadanos

Además, es fundamental reconocer el papel de la educación en la formación de ciudadanos capaces de participar en este debate de manera constructiva. La educación en pensamiento crítico, alfabetización mediática y comprensión lectora son herramientas clave para equipar a las futuras generaciones con la capacidad de discernir entre discursos basados en el odio y aquellos que buscan construir una sociedad más justa y equitativa.

En última instancia, la lucha contra el discurso del odio y la promoción de un debate razonado es una tarea compartida entre políticos, medios de comunicación, educadores y ciudadanos que está afectados por haberdesplazado a la razón. Cada uno, desde su ámbito de acción, puede contribuir a crear un espacio público donde predomine la deliberación informada y respetuosa. El desafío de Beatriz Gallardo Paúls no es solo para los actores políticos y mediáticos, sino para la sociedad en su conjunto: reemplazar el ruido por el diálogo, el insulto por el argumento y el desprecio por el entendimiento.

El análisis de Gallardo Paúls no solo nos ofrece una visión crítica del estado actual del discurso político, sino que también nos brinda un camino a seguir. Frente a la creciente marea de odio y disfemismos, la respuesta no debe ser la imitación, sino la articulación de una alternativa basada en la razón, el respeto y la búsqueda del bien común. Este es el desafío que enfrentamos hoy: construir una esfera pública donde la razón desplace al odio y los disfemismos, y donde el debate político refleje los valores de una sociedad democrática y respetuosa.

Related articles

- Publicidad -spot_imgspot_img
spot_imgspot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí