El Amazonas, con su vasta extensión de selva tropical, no solo representa el pulmón verde del planeta, sino que también se ha convertido en el epicentro de un juego geopolítico complejo y tenso entre países de América Latina y actores globales.
Países como Brasil, Perú y Colombia, que albergan grandes tramos de esta selva, enfrentan la disyuntiva entre preservar este ecosistema crítico o aprovechar sus abundantes recursos naturales para impulsar sus economías.
Desde la perspectiva global, el gran pulmón de Suramérica desempeña un papel crucial en la lucha contra el cambio climático. Albergando aproximadamente el 10% de las especies del mundo y actuando como un sumidero de carbono, su conservación es esencial para mantener el equilibrio ecológico global. Según datos del World Wildlife Fund (WWF), al menos un quinto de la selva amazónica ha desaparecido en los últimos 50 años debido a la deforestación.
Amazonas tierra de “oportunidades”
No obstante, para muchos en la región, el Amazonas también simboliza una oportunidad. Debajo de su vasto manto verde yace una riqueza de minerales, petróleo y gas, y es visto por algunos gobiernos como una fuente potencial de ingresos que podría financiar el desarrollo y mejorar la calidad de vida de millones.
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José Martins, historiador y experto en geopolítica latinoamericana, señala: “La visión de es gran espacio ha cambiado con el tiempo. Antes era una frontera inexplorada, pero ahora es vista como una fuente de riqueza. No podemos olvidar que, en países como Brasil, la explotación de la mítica selva se considera una cuestión de soberanía nacional.”
Freno a la deforestación
Por su parte, organismos internacionales como la ONU y gobiernos de naciones industrializadas han instado a los países amazónicos a frenar la deforestación y a adoptar prácticas sostenibles. Estas presiones a menudo vienen acompañadas de incentivos financieros, como el Fondo Amazonía de Brasil, que ha recibido cientos de millones de dólares en donaciones internacionales.
Sin embargo, no todo es blanco y negro. Rosa Huertas, política y activista ambiental peruana, argumenta: “No es justo que se nos pida preservar el Amazonas a costa de nuestro propio desarrollo. La comunidad internacional debe entender que también necesitamos recursos para luchar contra la pobreza y mejorar la vida de nuestra gente.”
El dilema ético del desarrollo
Esta tensión entre conservación y desarrollo se ha exacerbado en los últimos años. En Brasil, por ejemplo, bajo la administración del presidente Jair Bolsonaro, ha habido un aumento en la tala y quema de bosques para dar paso a actividades agrícolas y ganaderas. Estas acciones han recibido condenas internacionales, pero el gobierno brasileño las justifica como una decisión soberana.
La situación en Colombia y Perú es similar. Mientras que ambos países han hecho esfuerzos por conservar partes de la selva, también han buscado activamente inversión extranjera para la explotación de recursos en el Amazonas.
Indígenas mal respaldados
Además de las tensiones entre desarrollo y conservación, la geopolítica del Amazonas también incluye a actores no estatales. Grupos indígenas, organizaciones no gubernamentales y comunidades locales, por un lado, buscan proteger su tierra y estilo de vida tradicional. Por otro, están las empresas multinacionales y los grandes terratenientes que ven en el Amazonas una oportunidad comercial.
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Con actores nacionales e internacionales tirando en diferentes direcciones, el futuro del territorio es incierto. Sin embargo, lo que está claro es que sus 5.5 millones de km² de selva se han convertido en un campo de batalla geopolítico, donde las decisiones tomadas hoy tendrán repercusiones para el planeta en las décadas venideras. Lo que se necesita, según los expertos, es un enfoque equilibrado que reconozca tanto la importancia global de esa madre selva como las necesidades de desarrollo de los países que lo albergan.