JD Vance, el autor de “Hillbilly Elegy” y senador por Ohio, se ha convertido en un personaje político difícil de descifrar incluso para los más astutos observadores de la política estadounidense. Con una trayectoria que lo llevó de ser un crítico de Donald Trump a convertirse en uno de sus más visibles aliados, Vance parece haber cambiado de piel tantas veces como lo exigiera su propia supervivencia política. En su más reciente encarnación, JD Vance ha dejado entrever otra cara durante el reciente debate vicepresidencial: la de un político mesurado, reflexivo y aparentemente dispuesto a desafiar las expectativas de la base más dura del MAGA. Esto, sin embargo, ha suscitado la pregunta entre los analistas: ¿ha pecado Vance contra las leyes del movimiento trumpista al mostrarse tan lejos del populismo visceral que definió su ascenso? Y más importante aún, ¿ha ganado o perdido en su intento de navegar este delicado equilibrio?
El abogado y comentarista político Chris Truax, quien alguna vez fue compañero como presidente de la campaña primaria de John McCain en el sur de California, aportó una visión fascinante sobre esta metamorfosis de JD Vance en un reciente artículo publicado en el portal The Hill, titulado: “¿Quién era el JD Vance que los vieron en el debate?”. Truax plantea en su columna que el JD Vance que apareció en el escenario durante el debate no era, de ninguna manera, el mismo que los votantes conocieron en su campaña para el Senado, y menos aún el que ganó notoriedad entre los círculos de la extrema. derecha. Según el autor, JD Vance mostró un tono conciliador, cuidadosamente calculado para no enajenar a los independientes y moderados, pero lo suficientemente ambiguo como para no alienar por completo a los fervientes seguidores de Trump.
JD Vance y la metamorfosis
JD Vance, en su momento, fue un crítico declarado del entonces candidato Donald Trump. Como autor de un libro que retrataba la desolación y el desarraigo de la clase trabajadora blanca en los Apalaches, Vance se presentaba como la antítesis del trumpismo: racional, reflexivo, y preocupado por los matices sociales y económicos que parecían estar pasando desapercibidos en el discurso populista del magnate. Sin embargo, como bien señala Truax, esa versión del senador se esfumó con la misma rapidez con la que Trump ganó en 2016. JD Vance, de la noche a la mañana, comenzó a buscar espacios en podcasts de la alt-right y adoptó posturas controvertidas que lo convirtieron en un defensor acérrimo del trumpismo, hasta el punto de recibir el respaldo del expresidente para postularse al Senado.
Pero como dice el propio Truax, JD Vance es un político astuto, con una sorprendente capacidad para adaptarse a las circunstancias. En el debate reciente, el candidato pareció volver a transformarse. Se negó a utilizar el término MAGA, no reafirmó que Trump fue el verdadero ganador de las elecciones de 2020, y hasta llegó a hablar de la violencia armada en términos que ningún otro republicano ha empleado antes. Este JD Vance podría haber sido confundido con un moderado del Partido Demócrata si no fuera por su historia reciente y su indiscutible lealtad a la base trumpista. ¿Qué implica esto para su futuro político? Para un movimiento que se ha construido en torno a la lealtad incuestionable a Donald Trump, cualquier indicio de desviación puede ser considerado una traición.
Las mentiras blancas
Durante el debate, Vance incluso llegó a insinuar que Donald Trump había salvado el ObamaCare, una afirmación que no solo sorprendió a los analistas, sino que parecía diseñada para atraer a un electorado que ha sido sistemáticamente bombardeado con mensajes de que el sistema de salud estadounidense debe ser desmontado. Al desviar la narrativa hacia un terreno más neutral y centrado en políticas, JD Vance se posicionó como un candidato capaz de mirar más allá de la polarización que caracteriza al Partido Republicano actual. Sin embargo, este tono conciliador y moderado no necesariamente juega a su favor en la guerra intestinal por la nominación republicana.
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Lo que más parece haber indignado a la base de Trump fue el hecho de que Vance se negó a atacar abiertamente a su oponente demócrata, el gobernador de Minnesota, Tim Walz, en un momento en el que cualquier manifestación de cordialidad podría ser vista como una señal de debilidad. Mientras Vance se mostraba articulado y controlado, Walz optó por un enfoque más emocional, apelando a sus experiencias personales con las víctimas de la violencia armada y hablando desde un lugar de profunda convicción. Aunque algunos comentaristas republicanos aplaudieron la capacidad de JD Vance para mantener la calma, otros lo vieron como un gesto de autocomplacencia que podría costarle caro si Trump lo considera como un intento de usurpar su lugar en la cima de la pirámide.
Lejos del fervor trumpista
La política del movimiento MAGA no se trata simplemente de victorias tácticas o de inteligencia estratégica. Se trata de lealtad y de alinearse incuestionablemente con la narrativa del líder. Truax sugiere que, al mostrarse tan lejos del fervor trumpista, JD Vance podría haber condenado su futuro en un partido que valora la devoción más que la destreza. En un entorno donde cada palabra es analizada al milímetro y donde el silencio puede ser más ensordecedor que una declaración abierta de oposición, el hecho de que Vance evitea pronunciar el nombre de Trump podría ser interpretado como un acto de subversión encubierta.
Lo que resulta interesante es que, a pesar de sus posturas más moderadas, JD Vance sigue siendo un candidato difícil de encasillar. Truax menciona en su artículo que esta capacidad de adaptación casi camaleónica es a la vez su mayor fortaleza y su más grande debilidad. En el debate, logró posicionarse como un político diferente, capaz de atraer a quienes buscan una alternativa a la retórica incendiaria de Trump. Pero, al hacerlo, también corrió el riesgo de alienar a los votantes que vieron en él a un leal soldado del movimiento MAGA. En última instancia, este fue un intento de Vance de ganar un nuevo grupo de seguidores, pero podría costarle el respaldo de aquellos que lo llevaron a donde está ahora.
En la órbita de Trump, donde la política es un espectáculo y la lealtad personal lo es todo, eclipsar al jefe puede ser un pecado imperdonable. La actuación de JD Vance fue comparada por algunos con la de un político reflexivo, que quiere alcanzar un electorado más amplio, pero en el mundo de Trump, ser más brillante que el propio líder es un juego peligroso. El riesgo no solo radica en perder el apoyo de Trump, sino en ser percibido como alguien que busca su propio ascenso a expensas del expresidente. En su esfuerzo por sonar razonable y moderado, Vance pudo haber cruzado la línea que separa la ambición legítima de la traición política.
¿Estrategia a largo plazo?
La pregunta entonces es si este esfuerzo por mostrar un rostro más templado es una estrategia a largo plazo o simplemente otro giro en la narrativa de un político que ha demostrado estar dispuesto a cambiar sus convicciones según lo dicten las circunstancias. Truax sugiere que JD Vance, al igual que otros republicanos que han intentado navegar la turbulenta marea del trumpismo, podría estar calculando mal el impacto de sus palabras. Al hablar de violencia armada como un problema sistémico y al abordar la falta de confianza del público en los derechos reproductivos con una honestidad inusual, JD Vance se apartó de los puntos de discusión tradicionales del movimiento MAGA, y aunque esto podría atraer a influyentes independientes, podría también vender su destino como un traidor a la causa.
El propio Trump aún no se ha pronunciado abiertamente sobre la actuación de su protegido, pero los rumores ya han comenzado a circular en el círculo interno del expresidente. ¿Está Vance intentando posicionarse como el líder de un nuevo trumpismo “suave”? ¿O simplemente está adaptándose, como siempre lo ha hecho, a lo que percibe como el viento político que sopla en su dirección? Cualquiera que sea la respuesta, Truax advierte que Vance podría estar cometiendo un error al subestimar la necesidad de adherirse a los dogmas de Trump cuando se está en su órbita. En el mundo del MAGA, la coherencia ideológica no importa tanto como la disposición de mantener la narrativa oficial a toda costa, y Vance, con su último giro, podría haber pecado contra esta ley no escrita.
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¿Una jugada a dos bandas?
Sin embargo, hay quienes ven en JD Vance un reflejo de las fracturas dentro del propio Partido Republicano. Su disposición a hablar de temas tabú, como el control de armas y el acceso a la salud, sin recurrir a la hipérbole o el ataque constante, podría indicar que hay espacio para un nuevo tipo de liderazgo. Pero, ¿está dispuesto el electorado del MAGA a seguir a un hombre que, aunque apoya a Trump, parece estar construyendo su propio camino? Truax concluye que, al final del día, JD Vance podría estar apostando a que Trump caiga en desgracia por sus propios errores, dejando a Vance como el único heredero legítimo de un movimiento que, paradójicamente, se define por su lealtad absoluta a una sola persona.
La historia está llena de políticos que intentaron jugar en ambos bandos, solo para descubrir que ser un camaleón político los dejaba sin un hogar. JD Vance podría terminar siendo un ejemplo moderno de esto: un hombre atrapado entre dos versiones de sí mismo, incapaz de decidir cuál le será más rentable a largo plazo. A medida que se desarrolla su carrera, el mundo político observará con atención si este acto de equilibrio logra mantener a flote o si, finalmente, JD Vance se convierte en otra víctima de la marea trumpista que, tarde o temprano, arrasa con todo lo que no se pliega a sus designios.
En última instancia, la gran incógnita es si este giro de Vance hacia un tono más moderado será suficiente para ganar la aprobación de un electorado cansado de la polarización extrema, o si lo convertirá en un blanco fácil para los críticos de ambos lados. Lo que está claro es que, para un movimiento que ha prosperado en la confrontación y la lealtad inquebrantable, ser un camaleón no es necesariamente una virtud. Y en el caso de JD Vance, la transformación constante podría no ser vista como flexibilidad, sino como oportunismo. En la política de Trump, la ambigüedad se paga cara.