Estados Unidos está a las puertas de una crisis por falta de energía eléctrica

En un momento en que Estados Unidos se enfrenta a desafíos sin precedentes en varios frentes, una amenaza creciente se cierne en el horizonte, potencialmente capaz de alterar la vida cotidiana de millones: la falta de energía eléctrica. Este problema, que podría parecer distante para el ciudadano promedio, está ganando rapidez, alimentado por una tormenta perfecta de demanda creciente, políticas gubernamentales y limitaciones en la infraestructura energética actual. A medida que avanzamos hacia una era definida por la revolución digital y la transición hacia fuentes de energía más limpias, los cimientos sobre los que se construyó la red eléctrica estadounidense están siendo puestos a prueba como nunca antes.

Este reportaje es una colaboración de, redactor para The Wall Street Journal, basado en el comentario editorial titulado “La próxima crisis eléctrica”. El Consejo Editorial del Journal, conocido por su defensa de los mercados libres y la autonomía individual, ha lanzado una advertencia que resuena con la urgencia de un clarín: la red eléctrica de Estados Unidos se acerca a un punto de ruptura. Las causas de esta inminente crisis son múltiples, incluyendo el auge de los centros de datos de inteligencia artificial, las exigentes regulaciones climáticas y una creciente transición hacia los vehículos eléctricos, todos elementos que presionan la ya de por sí tensa infraestructura energética del país.

Energía eléctrica en déficit

La energía eléctrica, esa fuerza invisible que alimenta desde el más humilde hogar hasta las más grandes industrias, se encuentra en un momento crítico. El rápido crecimiento de la demanda, impulsado en parte por la proliferación de tecnologías emergentes y políticas de fomento a la producción nacional, está superando las proyecciones más audaces. Georgia Power, por ejemplo, ha revisado drásticamente sus expectativas de demanda de energía para el invierno de 2031, multiplicándolas por diecisiete en respuesta al crecimiento de nuevas industrias, incluidas las fábricas de baterías y vehículos eléctricos. Esta tendencia no es exclusiva de Georgia; en todo el país, las empresas de servicios públicos y los reguladores de la red eléctrica intensifican sus advertencias sobre la capacidad cada vez más limitada para satisfacer las necesidades futuras.

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Los enormes subsidios dirigidos a las energías renovables, como parte de la Ley de Reducción de la Inflación, hacen aún más difícil para las plantas nucleares y de combustibles fósiles competir en los mercados mayoristas de energía. Ilustración MidJourney

La situación se agrava aún más por el envejecimiento y el retiro progresivo de las plantas de energía tradicionales. Mientras Estados Unidos se esfuerza por cerrar la brecha entre la demanda y la oferta de energía eléctrica, la retirada acelerada de plantas nucleares y de combustibles fósiles, sumada a las dificultades inherentes a la expansión de la infraestructura de energías renovables, pinta un panorama sombrío. Las fábricas de chips y los centros de datos, por ejemplo, consumen cantidades de energía que superan por un amplio margen a las de las industrias tradicionales, ejerciendo una presión sin precedentes sobre la red.

Improductividad de lo renobable

Las energías renovables, aunque cruciales para una transición hacia un futuro más sostenible, enfrentan desafíos significativos en términos de fiabilidad y capacidad de suministro constante. Los vastos subsidios gubernamentales a las energías renovables, aunque bien intencionados, han tenido el efecto no deseado de socavar la competitividad de las plantas nucleares y de combustibles fósiles en los mercados mayoristas de energía. Este desequilibrio está cerrando plantas de carga base que son esenciales para garantizar un suministro constante de energía eléctrica, especialmente durante los picos de demanda.

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La ironía de esta crisis es palpable: mientras se intenta combatir el cambio climático y promover la sostenibilidad, las políticas actuales están inadvertidamente pavimentando el camino hacia una crisis de suministro eléctrico. La construcción de nuevas infraestructuras de transmisión, necesarias para conectar las fuentes de energía renovable con los consumidores, es un proceso lento y burocráticamente pesado, a menudo tardando más de una década en completarse.

Frente a estos desafíos, voces autorizadas como la del secretario de Energía de Obama, Ernest Moniz, han hecho predicciones sombrías. Moniz anticipa que, dada la creciente demanda y los retos para aumentar rápidamente la capacidad de energías renovables, las empresas de servicios públicos inevitablemente tendrán que depender más de las plantas de gas, carbón y nucleares. Este escenario se ve exacerbado por el rápido retiro de las instalaciones existentes de energía fósil y nuclear, una tendencia que está despojando a la red de sus recursos “despachables” más confiables y necesarios para responder a las fluctuaciones de la demanda.

Un desequilibrio complicado

Mark Christie, comisionado federal regulador de energía, ha emitido advertencias en un tono similar, señalando que la eliminación de los recursos “despachables” a un ritmo insostenible, sin tener una alternativa clara para reemplazarlos, pone en peligro la estabilidad de la red eléctrica. Se proyecta la retirada de aproximadamente 20 gigavatios de energía proveniente de combustibles fósiles en los próximos dos años, lo suficiente para abastecer a 15 millones de hogares, incluida una significativa planta de gas natural en Massachusetts que juega un papel crucial durante las olas de frío.

La situación se agrava aún más por las regulaciones ambientales que imponen requisitos onerosos a las plantas de gas natural, exigiendo la instalación de tecnología de captura de carbono costosa y aún no probada. Estas políticas, si bien buscan mitigar el impacto ambiental de la generación de energía eléctrica, pueden tener el efecto no intencionado de acelerar la desaparición de fuentes energéticas críticas para la estabilidad de la red.

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Aunque la generación de energía a partir del sol y el viento cuesta aproximadamente lo mismo que la del gas natural, los créditos fiscales pueden cubrir hasta el 50% del costo para los operadores de energías renovables. Ilustración MidJourney.

Cierre de empresas generadoras

Además, los enormes subsidios dirigidos a las energías renovables, como parte de la Ley de Reducción de la Inflación, hacen aún más difícil para las plantas nucleares y de combustibles fósiles competir en los mercados mayoristas de energía. Aunque la generación de energía a partir del sol y el viento cuesta aproximadamente lo mismo que la del gas natural, los créditos fiscales pueden cubrir hasta el 50% del costo para los operadores de energías renovables. Esto ha llevado a un cierre más rápido de las plantas de carga base, esenciales para garantizar el suministro continuo de energía eléctrica, exacerbando la vulnerabilidad de la red ante situaciones extremas.

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Esta compleja red de factores contribuyentes a la crisis de energía eléctrica se manifestó de manera dramática en los cortes de energía que azotaron a Texas durante una semana en febrero de 2021 y en los apagones que afectaron al este de EE.UU. durante la Navidad de 2022. Estos eventos, lejos de ser anomalías, pueden convertirse en la nueva norma si no se toman medidas urgentes y consideradas para reformar la política energética de la nación.

Apagones como norma y no excepción

Los medios y el público en general pueden no estar plenamente conscientes de la inminencia y gravedad de esta crisis. Sin embargo, la necesidad de una discusión abierta y franca sobre cómo equilibrar las aspiraciones ambientales con la realidad práctica de mantener una red eléctrica robusta y confiable nunca ha sido más crítica. La crisis de energía eléctrica que se avecina no es solo un desafío técnico; es una prueba de la capacidad de la sociedad para conciliar objetivos a largo plazo con necesidades inmediatas, eligiendo caminos que aseguren no solo la sostenibilidad ambiental sino también la estabilidad económica y social.

Mientras Estados Unidos se encuentra en la encrucijada de esta crisis emergente, la pregunta que persiste es si los responsables de la toma de decisiones podrán trazar un curso que evite el peor de los escenarios: un futuro donde los apagones y la inestabilidad energética sean la norma, no la excepción. La respuesta a esta pregunta determinará no solo la viabilidad de la transición energética del país sino también su capacidad para mantener el ritmo de su crecimiento y desarrollo en las próximas décadas. La energía eléctrica, esa corriente vital que alimenta la innovación y la vida cotidiana, debe ser gestionada con una visión que equilibre audazmente el progreso y la preservación, asegurando así un futuro en el que todos puedan prosperar.

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