En el complejo escenario político y militar de los Estados Unidos, el «amiguismo» entre políticos y generales del Ejército de EE.UU. suscita un creciente debate sobre la integridad y la independencia de las fuerzas armadas. Este fenómeno, que refiere a una relación demasiado cercana y mutuamente beneficiosa entre líderes militares y políticos, plantea serias preocupaciones sobre la capacidad del ejército para servir al pueblo estadounidense con imparcialidad, en lugar de a intereses partidistas o individuales.
La premisa de que el Ejército de EE.UU. debe una lealtad inquebrantable a la Constitución y, por extensión, al pueblo americano, se encuentra en el corazón de esta controversia. Esta convicción se ve amenazada cuando los altos mandos militares parecen alinearse demasiado estrechamente con figuras políticas, lo que puede percibirse como un compromiso de sus deberes constitucionales.
Deber ser del Ejército de EE.UU.
Este análisis se inspira en el trabajo de José G. Amoroso y Lee Robinson, ambos destacados académicos de la Academia Militar de los Estados Unidos West Point. Como profesor asistente de política estadounidense y director del Programa de Política Estadounidense, respectivamente, Amoroso y Robinson ofrecen una perspectiva crítica en su artículo para The Conversation, titulado “El personal militar jura lealtad a la Constitución y sirve al pueblo estadounidense, no a un líder o partido”. Su evaluación se fundamenta en la preocupación por la erosión de la confianza pública en las instituciones gubernamentales, incluido el ejército de EE.UU., a raíz de la utilización de este último como herramienta para ventajas partidistas. El artículo destaca la importancia de una comprensión profunda del juramento militar a la Constitución, argumentando que la lealtad debe dirigirse hacia un sistema de gobierno codificado, y no hacia individuos o partidos políticos.

Los eventos recientes en la política estadounidense, particularmente durante y después de las administraciones de Donald Trump y Joe Biden, han avivado el debate sobre el papel del ejército y su relación con la política. La designación de generales retirados en puestos de alto perfil dentro de la administración Trump, y la confianza declarada de Biden en el apoyo de oficiales militares de alto rango, han puesto de manifiesto la tensión entre la necesidad de experiencia militar en el gobierno y el riesgo de politizar el servicio militar. La referencia de Trump a «mis generales» y la justificación de Biden para nombrar a Lloyd Austin como secretario de Defensa son ejemplos de cómo las figuras políticas enfatizan sus conexiones con el ejército, lo que podría interpretarse como un desafío a la apoliticidad esperada de los militares.
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Juramento a la Constitución
La enseñanza en West Point, según Amoroso y Robinson, se centra en inculcar en los cadetes la importancia de su juramento a la Constitución. Este enfoque educativo pretende preparar a los futuros oficiales para enfrentar desafíos que trascienden las lealtades partidistas y personales, fomentando una ética profesional basada en principios constitucionales. La instrucción en West Point, y en otras academias militares, busca asegurar que los oficiales comprendan su responsabilidad de mantener la confianza del público y de los líderes electos, sin importar su afiliación política.
La reflexión de George Washington sobre el papel del ciudadano-soldado y el principio de control civil del ejército, codificado en la Constitución, resuena profundamente en el contexto actual. La idea de que el ejército de EE.UU. debe permanecer apolítico y dedicado a los principios democráticos fundamentales es crucial para la confianza pública en las instituciones militares. La educación de los oficiales sobre estos principios es vital no solo para su desarrollo profesional sino también para el mantenimiento de la salud democrática de la nación.
Potencial lealtad a individuos
La preocupación de Amoroso y Robinson por la potencial lealtad de los militares hacia individuos específicos, en lugar de hacia la Constitución, subraya la importancia de reafirmar el compromiso de las fuerzas armadas con un gobierno de leyes. Este compromiso se extiende más allá de la educación formal en West Point para incluir la cultura y las prácticas diarias de todo el ejército de EE.UU. La distinción entre el juramento de los oficiales y el de los miembros enlistados, aunque sutil, refleja una dualidad en la comprensión del deber militar: mientras que ambos juran apoyar y defender la Constitución, los miembros enlistados también prometen obedecer las órdenes del presidente y de los oficiales designados sobre ellos. Esta diferencia podría interpretarse como una mayor susceptibilidad a la influencia partidista o personal, aunque Amoroso y Robinson argumentan que tales preocupaciones son exageradas.

El análisis de la composición demográfica y de las preferencias políticas de los miembros del servicio sugiere que, en muchos aspectos, representan un microcosmos de la sociedad estadounidense. Esta diversidad de perspectivas y experiencias fortalece el principio de un ejército apolítico y comprometido con los intereses nacionales más amplios, en lugar de con agendas partidistas específicas. Además, la estructura jerárquica del ejército asegura que las decisiones y la asignación de recursos sigan protocolos establecidos que respetan el principio de control civil y profesionalismo militar, limitando el potencial de abuso de poder para fines políticos personales.
Lealtad a la Carta Magna
El compromiso de Amoroso y Robinson con la enseñanza de estos principios a los futuros oficiales del ejército de EE.UU. es tanto una misión educativa como un deber cívico. A través de su trabajo, buscan no solo impartir conocimientos sobre la Constitución y la ética militar sino también fomentar un sentido de responsabilidad entre los cadetes. El objetivo es asegurar que, al asumir roles de liderazgo dentro del ejército, estos jóvenes oficiales promuevan y mantengan los valores democráticos fundamentales, independientemente del clima político.
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La enseñanza y la práctica de estos principios en academias como West Point son esenciales para preservar la integridad y la apoliticidad del ejército de EE.UU. La educación sobre el juramento a la Constitución y el énfasis en una ética no partidista preparan a los oficiales para enfrentar los desafíos éticos y profesionales que encontrarán en sus carreras. Esta formación es fundamental no solo para el desarrollo individual de los oficiales sino también para la confianza pública en el ejército como institución que sirve a la nación en su conjunto, y no a intereses partidistas o individuales.
Al margen de la política
En última instancia, el trabajo de Amoroso y Robinson resalta una verdad fundamental: la fuerza y la estabilidad de la democracia estadounidense dependen en gran medida de la capacidad del ejército para mantenerse al margen de la política partidista y centrado en su deber constitucional. La lealtad del ejército a la Constitución, más que a cualquier líder o partido, es fundamental para este fin. Educar a los futuros líderes militares en estos principios es esencial para garantizar que el ejército de EE.UU. siga siendo una institución que todos los estadounidenses puedan respetar y en la que puedan confiar.
A medida que los Estados Unidos navegan por un período de división política y social sin precedentes, la necesidad de un ejército profesional, apolítico y comprometido con los principios democráticos es más crítica que nunca. La obra de Amoroso y Robinson, y la enseñanza en West Point, ofrecen un recordatorio oportuno de la importancia de estos principios. Mientras el ejército de EE.UU. continúe guiándose por su juramento a la Constitución, y sus líderes promuevan una cultura de profesionalismo y respeto por el estado de derecho, la nación puede confiar en que sus fuerzas armadas seguirán siendo un pilar de estabilidad y democracia.