Corrupción de funcionarios en los Estados Unidos: ¿Es un asunto imposible? 

¿Es posible la corrupción de funcionarios en la Unión? Los Estados Unidos siempre ha sido percibido como un estandarte de la democracia y la integridad institucional. Su aparato político-comunicacional ha promovido, durante décadas, una imagen de rectitud y honorabilidad. Los funcionarios públicos del país se nos presentan como figuras intachables, dispuestos a darlo todo por el bien de la nación. Sin embargo, Hollywood, como voz contracultural, a menudo retrata un escenario distinto: policías sobornados, senadores involucrados en tratos oscuros y gobernadores promoviendo proyectos sin la debida transparencia. 

A pesar de la narrativa oficial, las estadísticas y las opiniones de especialistas indican que el problema de la corrupción no es ajeno a la sociedad estadounidense. De acuerdo con Transparency International, en su Índice de Percepción de la Corrupción 2022, Estados Unidos ocupó el puesto 69, mostrando que, aunque tiene una puntuación relativamente alta, aún tiene áreas de mejora en materia de corrupción. No hay que olvidar que viene escalando de su declive que inició en 2019 que descendió del 71 al 69 y prosiguió año tras año una caída hasta el hueco de los 67 puntos.

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Corrupción de funcionarios 

Por su parte, historiadores como el Dr. Robert Caro han documentado casos notorios de corrupción en la política estadounidense. Su obra sobre Lyndon B. Johnson revela tratos ocultos y manipulación política. De igual forma, la historia de la política estadounidense está plagada de escándalos como el Teapot Dome en la década de 1920 o el Watergate en los 70. 

Expertos políticos, como la Dra. Jill Lepore, apuntan que parte de esta percepción de integridad proviene del idealismo que rodea a la fundación de los Estados Unidos, donde se concibió una nación basada en principios y valores. Sin embargo, eso no significa que no haya habido momentos en los que esos principios hayan sido puestos a prueba con la revelación de corrupción de funcionarios. 

Corrupción de funcionarios
La autopercepción de la nación la describe como una poseedora de instituciones sanas. Ilustración MidJourney

El oscuro laberinto de lo indebido 

La corrupción no se limita a tratos oscuros en los pasillos del poder. Se encuentra también en prácticas laborales cuestionables. Por ejemplo, el fenómeno de los ‘frijoleros’ –inmigrantes, principalmente de origen latinoamericano, que realizan trabajos agrícolas por salarios bajos– evidencia una forma de corrupción sistémica. ¿Por qué, en una nación tan próspera, aún existen empleadores dispuestos a explotar a trabajadores vulnerables, pagando menos del salario mínimo o evitando beneficios laborales? 

Esta explotación laboral, a menudo justificada por la necesidad de mano de obra barata, revela una contradicción en la narrativa nacional. No es tan cierto que el ADN norteamericano está impoluto y que no haya corrupción de funcionarios en todos los niveles del poder. Si, como se nos dice, el país se construye sobre principios de justicia e igualdad, ¿por qué estas injusticias persisten? Como señala el analista político Mark Mazzetti, la respuesta puede radicar en la resistencia al cambio y en intereses económicos arraigados. 

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Las películas que nos creamos 

Por otro lado, no podemos ignorar el papel de Hollywood en la formación de esta percepción dual. Si bien el cine ha contribuido a revelar las sombras de la política y la sociedad estadounidense, también puede ser acusado de exagerar o estilizar estos problemas, presentándolos como meros productos de entretenimiento en lugar de problemas serios y enraizados. 

Corrupción de funcionarios
EE.UU. ocupó el puesto 69 en el informe del Índice de Percepción de la Corrupción 2022. Ilustración MidJourney

El debate sobre la corrupción de funcionarios en Estados Unidos no tiene una respuesta sencilla. Mientras algunos ven estas prácticas como excepciones en un sistema predominantemente justo, otros las consideran síntomas de problemas más profundos. 

Lo que es evidente es que la autopercepción de Estados Unidos como un faro de rectitud necesita una revisión crítica. Para combatir la corrupción, en cualquiera de sus formas, es esencial reconocerla, admitirla y abordarla. Y, quizás, es hora de que la nación mire más allá de su autodefinida imagen de virtud y se enfrente a las realidades que Hollywood, y la historia misma, han estado mostrando durante años. 

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