Son muchos las víctimas del absurdo que se preguntan: ¿Quién regula las Redes Sociales? Antes del advenimiento de los Social Media, los medios tradicionales, como la televisión, la radio y la prensa escrita, estaban rigurosamente regulados. Legislaciones estrictas en muchos países velaban por la integridad de los derechos de los consumidores, protegiéndolos de la publicidad engañosa. Estos mecanismos de control y responsabilidad, bien establecidos durante décadas, parecían garantizar la veracidad de la información publicada.
No obstante, con la irrupción de las redes sociales, se ha producido un desplazamiento del escenario comunicativo hacia un espacio más descentralizado y, por lo tanto, más difícil de regular. El ejercicio de la comunicación no ha cambiado, pero sí el medio. Ante esta nueva dinámica, surge la pregunta: ¿Por qué es tan desafiante asegurar que nuestros derechos sean respetados en el mundo digital?
Quién regula las Redes Sociales
La internacionalidad de plataformas como Facebook, Twitter o Instagram presenta el primer obstáculo. Estas empresas, con sedes en países específicos, operan a nivel global, lo que genera complicaciones jurisdiccionales. ¿Bajo qué ley se rige una publicidad que puede ser vista en más de cien países simultáneamente? Según un informe de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE), el 70% de las transacciones en línea involucran a dos o más países.
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Y persiste la interrogante: Quién regula las Redes Sociales. A pesar de este panorama, algunos organismos han intentado establecer regulaciones. La Unión Europea, por ejemplo, con el Reglamento General de Protección de Datos (GDPR), ha sentado precedentes en materia de privacidad y publicidad en línea. Aunque su enfoque principal no es la publicidad engañosa, sí exige transparencia en la recopilación y uso de datos, lo que indirectamente afecta las tácticas publicitarias de las empresas.
Es tiempo de ir al punto
Sin embargo, ¿quién se encarga específicamente de las ofertas engañosas? Cada país tiene sus entidades de control. En Estados Unidos, laComisión Federal de Comercio (FTC) ha emprendido acciones contra publicidades engañosas en redes. Por su parte, en países como Australia, la Comisión Australiana de Competencia y Consumo (ACCC) realiza una función similar.
Históricamente, según el Dr. Jaime Ríos, experto en comunicación de la Universidad de Chile, «la transición de medios tradicionales a digitales ha generado un vacío temporal en la regulación”. De Allí la sensación fantasmal de que no se sepa quién regula las Redes Sociales. “Cada revolución comunicativa -comenta el experto- ya sea la imprenta, la radio o la televisión, ha presentado retos similares. Siempre ha habido un periodo de adaptación en el que la sociedad, incluidos los reguladores, aprenden a lidiar con las particularidades del nuevo medio».
Es tiempo de límites
Políticamente, hay un consenso emergente sobre la necesidad de regulación. Sin embargo, la implementación práctica enfrenta desafíos. Patricia Valdés, politóloga mexicana, argumenta: «Hay una tensión inherente entre la libertad de expresión y la regulación. Encontrar ese balance, especialmente en un medio tan dinámico como las redes sociales, es crucial pero complicado».
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Más allá de la regulación gubernamental, las propias redes sociales han establecido mecanismos de control y reporte para ofertas y publicidades engañosas. Estas políticas internas, aunque no exentas de críticas, son un intento de auto-regulación que busca, al menos en parte, proteger a los usuarios y mantener la credibilidad de la plataforma. Pero si somos sinceros, son puras falacias, al punto de que son capaces las corporaciones de vender nuestros propios datos. De allí que parezca que no hay quién regula las Redes Sociales.
Si bien el paisaje de las redes sociales ha complicado el panorama regulatorio de la publicidad, no estamos completamente desprotegidos. Existen tanto esfuerzos nacionales como internacionales para abordar las ofertas engañosas en el mundo digital. Sin embargo, la responsabilidad no recae únicamente en organismos o plataformas: en la era de la información, el consumidor también debe estar equipado con el escepticismo y las herramientas necesarias para discernir la veracidad de lo que consume.