Lula da Silva, el presidente que una vez fue símbolo de esperanza y progreso en Brasil, parece estar ausente en un momento crítico para su nación y para el mundo. Con más del 60% de la Amazonia bajo el humo de incendios forestales incontrolables, el país se enfrenta a una catástrofe ecológica que no solo afecta a los brasileños, sino que amenaza al planeta entero. La pregunta inevitable es: ¿dónde está Lula da Silva mientras su país se quema y el medio ambiente sufre las consecuencias?
Eliane Brum, reconocida periodista y documentalista brasileña, no ha sido ajena a la urgencia del momento. En su columna más reciente para el diario EL PAÍS de España, titulada “Brasil arde, Lula es débil y el mundo debería temblar”, Brum expone una alarmante realidad: Brasil, que alberga el 60% de la Amazonia, ha entrado en un territorio desconocido, con la mayor parte de su territorio cubierto por una densa nube de humo. Esta columna ha levantado un debate sobre el liderazgo de Lula da Silva, quien en su tercer mandato parece estar lidiando con una crisis ambiental sin precedentes que pone en tela de juicio sus políticas y su capacidad para frenar la destrucción de la mayor selva tropical del mundo.
¿Dónde está Lula da Silva?
El dilema de Lula da Silva es profundo y se encuentra en el centro del escenario político y ambiental de Brasil. Si bien fue durante su primer mandato cuando se impulsaron proyectos de desarrollo que pretendían modernizar la infraestructura del país, como la construcción de hidroeléctricas en la Amazonia, ahora enfrenta las consecuencias de esas decisiones. Los proyectos de Jirau y Santo Antônio, por ejemplo, tuvieron un impacto devastador en el río Madeira y sus habitantes, un costo que parece no haber sido debidamente evaluado en su momento. Hoy, Lula da Silva parece repetir los errores del pasado al impulsar nuevas infraestructuras, como el ferrocarril Ferrogrão y la pavimentación de la BR-319, en pleno corazón de la selva amazónica.
A pesar de que la destrucción en la Amazonia se ha acelerado, Lula da Silva ha justificado estos proyectos con la necesidad de desarrollo económico y la supuesta promesa de una transición energética. Pero las críticas no se han hecho esperar. Marina Silva, la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático, ha afirmado con claridad que los incendios son provocados, y otras autoridades, como el presidente del Supremo Tribunal Federal, Luís Roberto Barroso, han asegurado que la acción humana deliberada está detrás de esta tragedia. Sin embargo, Lula parece optar por una posición más pragmática, respaldando la explotación de petróleo en la región con la excusa de que los beneficios servirán para financiar una futura transición hacia energías más limpias.
El hombre de dos caras
La ambivalencia de Lula da Silva frente a la Amazonia ha desconcertado a muchos. Durante su campaña electoral, el mandatario prometió ser un defensor del medio ambiente y frenar la deforestación, pero su enfoque actual parece estar en contradicción con esos ideales. Las generaciones más jóvenes, que crecieron con una mayor conciencia ambiental, no se han quedado calladas. Exigen acciones concretas y urgentes para proteger la Amazonia, conscientes de que los daños causados hasta ahora pueden ser irreversibles. Mientras tanto, los incendios siguen avanzando, devorando hectáreas de selva y liberando cantidades masivas de dióxido de carbono a la atmósfera.
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En este contexto, la figura de Lula da Silva se enfrenta a una encrucijada. Por un lado, está la realidad política y económica de Brasil, con un Congreso dominado por intereses que promueven la explotación de los recursos naturales a expensas del medio ambiente. Por otro, está la presión internacional para que Brasil actúe como un custodio responsable de la Amazonia, un papel crucial en la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, Lula parece estar navegando entre ambos extremos sin un rumbo claro, lo que ha generado preocupación tanto dentro como fuera del país.
Tragando humo a diario
A medida que los incendios continúan y el humo se expande a las principales ciudades de Brasil, como São Paulo y Brasilia, la crisis ambiental del país ha llegado a un punto crítico. Las imágenes de calles cubiertas de humo y ciudadanos usando mascarillas para protegerse del aire contaminado han dado la vuelta al mundo, aumentando la presión sobre Lula da Silva medidas para que tome decisivas. Pero el presidente, que ha demostrado ser un hábil negociador en el pasado, parece atrapado en un dilema que no tiene solución fácil.
En las últimas semanas, los científicos han advertido que Brasil ha entrado en “territorio desconocido”. Carlos Nobre, uno de los climatólogos más respetados del país, ha expresado su temor ante lo que considera un colapso climático inminente. En una entrevista reciente, afirmó que las temperaturas actuales son más altas de lo que los modelos más pesimistas habían previsto para el año 2028. La situación es grave, y aunque Lula da Silva es consciente del problema, sus acciones parecen no estar a la altura de las circunstancias.
¿Se equivocaron de hombre?
A medida que la crisis continúa, la pregunta sobre el liderazgo de Lula da Silva se vuelve cada vez más urgente. ¿Puede el presidente, que una vez fue visto como un salvador para millones de brasileños, liderar la lucha contra la mayor amenaza ambiental del planeta? ¿O su legado quedará sepultado bajo las cenizas de la Amazonia? Solo el tiempo lo dirá, pero mientras tanto, el mundo mira con preocupación cómo Brasil arde descontroladamente.
La relación de Lula da Silva con la Amazonia ha sido siempre compleja, marcada por un equilibrio entre el desarrollo económico y la protección ambiental. Sin embargo, la situación actual exige una respuesta contundente y clara, algo que hasta ahora no hemos visto. Si Brasil, bajo su liderazgo, no logra frenar la destrucción de su selva tropical, las consecuencias serán devastadoras, no solo para el país, sino para todo el planeta. Los ojos del mundo están sobre Lula da Silva, y el futuro de la Amazonia, y del clima global, dependen de las decisiones que tome en los próximos meses.
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Este momento exige valentía política, visión y compromiso, cualidades que Lula ha demostrado en el pasado. Pero en esta ocasión, el desafío es aún mayor. Los incendios no solo destruyen árboles, también ponen en peligro su legado y el futuro de millones de personas. La respuesta a la pregunta «¿Dónde está Lula da Silva?» debe ir más allá de su presencia física; debe estar en sus acciones y decisiones frente a esta crisis sin precedentes.