Brasil es superada por los deforestadores de la Amazonia: ¿El mundo debe intervenir?

Brasil es superada por los deforestadores en la Amazonia, mientras una nueva técnica de destrucción forestal emerge como amenaza. Conocida como “deforestación química”, esta táctica emplea herbicidas en lugar de motosierras, afectando gravemente áreas protegidas que resultan invisibles para los sistemas de monitoreo tradicionales. Este fenómeno plantea una cuestión urgente para la comunidad internacional: ¿deberían intervenir los gobiernos de otros países para detener el avance de esta destrucción ambiental? La situación en Brasil, antes vinculada a la tala y quema tradicionales, ha dado un giro que pone en jaque los métodos de detección y las estrategias de protección implementadas hasta ahora.

Jack Nicas, corresponsal extranjero de The New York Times, conocido por su cobertura en Sudamérica y Medio Oriente, destaca en su reciente artículo titulado: «La nueva amenaza para los bosques de Brasil: los productos químicos» que los satélites brasileños, diseñados para detectar incendios y tala, no registraron actividad inusual en una gran franja de bosque amazónico. Sin embargo, a nivel del suelo, los árboles comenzaban a secarse, las hojas caían y la vegetación nativa se desvanecería lentamente. Investigaciones posteriores revelaron que estos efectos fueron causados ​​por el uso sistemático de productos químicos, una estrategia implementada por algunos ganaderos para expandir sus tierras de pastoreo sin llamar la atención de las autoridades. Nicas señala que uno de los casos más alarmantes involucra al ganadero Claudecy Oliveira Lemes, quien, acusado de haber rociado químicos en más de 300 millas cuadradas de selva, defiende su inocencia mientras enfrenta una demanda por casi mil millones de dólares.

Brasil es superada por los deforestadores

Brasil es superada por los deforestadores, quienes encuentran constantemente formas innovadoras de esquivar la ley. La estrategia de deforestación química representa un desafío único, pues imita la muerte natural de los árboles, haciendo que el envenenamiento progresivo no sea detectado fácilmente por los satélites. Esto implica una amenaza ambiental insidiosa, ya que los productos químicos no solo matan los árboles, sino que contaminan el suelo, los cursos de agua subterránea y alteran el equilibrio ecológico del área. Mientras el follaje se seca, el sol penetra más, y los pastos, esenciales para el ganado, comienzan a crecer, transformando la selva en áreas de pastoreo que benefician a los ganaderos, pero a un alto costo ambiental.

Este fenómeno plantea una cuestión urgente para la comunidad internacional: ¿deberían intervenir los gobiernos de otros países para detener el avance de esta destrucción ambiental? La situación en Brasil, antes vinculada a la tala y quema tradicionales, ha dado un giro que pone en jaque los métodos de detección y las estrategias de protección implementadas hasta ahora. Ilustración MidJourney

Las autoridades brasileñas, con herramientas de monitoreo satelital que priorizan la desaparición abrupta del bosque, no están preparadas para enfrentar esta amenaza. Rodrigo Agostinho, director de Ibama, el organismo de control ambiental de Brasil, admite las dificultades para identificar y controlar esta práctica, calificándola de común y devastadora. La extensión de la deforestación química es aún incierta, pero se estima que en Brasil más de 460 kilómetros cuadrados de bosque han sido destruidos por esta técnica desde 2010, una cifra que probablemente subestima el impacto real. Sin embargo, los responsables evitan la detección mediante el uso de herbicidas que secan lentamente los árboles, un proceso que, a diferencia de la tala o la quema, deja rastros confusos y dificulta las investigaciones y las penalidades.

Sin solución para algo viejo

Brasil es superada por los deforestadores, que, al utilizar productos químicos, causan un impacto devastador en la biodiversidad local. La flora y fauna de la Amazonia, hogar de especies raras y únicas, enfrenta una amenaza sin precedentes. El uso de herbicidas en el bosque contamina el suelo y extermina a los microorganismos que sostienen el ecosistema; su efecto se extiende incluso al agua de los ríos y las cadenas alimenticias acuáticas. Esto ya ha afectado a la población local en varias ocasiones. En 2021, por ejemplo, alrededor de 400 personas del territorio indígena Wawi tuvieron que abandonar sus hogares debido a las fumigaciones aéreas en áreas de la selva amazónica. Los productos químicos no solo matan la vegetación, sino que también causan enfermedades en las personas, comprometiendo la salud de aquellos que dependen de la selva para su sustento y bienestar.

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El caso de Claudecy Oliveira Lemes es emblemático de la creciente crisis en la Amazonia. Lemes, propietario de vastas extensiones de tierra en el Pantanal, fue acusado de rociar productos químicos en cientos de kilómetros cuadrados de bosque para despejar el terreno y expandir sus actividades ganaderas. Su defensa sostiene que no existen pruebas científicas suficientes que demuestren el uso de pesticidas ilegales, atribuyendo la muerte de los árboles a incendios forestales naturales. Sin embargo, la fiscal Ana Luiza Peterlini, encargada del caso, señala que las evidencias químicas en el suelo y las hojas, así como los registros financieros de Lemes que muestran una inversión de tres millones de dólares en defoliantes, contradicen sus afirmaciones. Las imágenes tomadas por drones muestran amplias zonas de árboles grises y muertos mezclados con vegetación viva, un panorama que revela el alcance y la devastación de la deforestación química.

Lavado de carne ilegal

Brasil es superada por los deforestadores, y su incapacidad para frenar estas prácticas ha encendido las alarmas en la comunidad internacional. La demanda de carne de res y otros productos agrícolas de origen brasileño está directamente relacionada con la deforestación de la Amazonia, y algunas organizaciones ambientales denuncian que grandes corporaciones son cómplices de la destrucción. Un informe de la organización ambiental Mighty Earth señala que el ganado criado en tierras deforestadas químicamente es “lavado” a través de granjas legales antes de ser enviado a los mataderos, lo que permite a las empresas de carne exportar productos sin que se cuestione su origen. Se acusa al gigante JBS, uno de los mayores exportadores de carne del mundo, de haber recibido ganado de las fincas de Lemes. Aunque JBS ha bloqueado a Lemes como proveedor, aún se enfrenta a acusación de no haber implementado controles suficientes para asegurar que su cadena de suministro esté libre de vínculos con la deforestación.

El impacto de la deforestación química es devastador, pero se vuelve aún más preocupante al considerar su potencial expansión. Sin una respuesta adecuada por parte de las autoridades locales e internacionales, este método podría propagarse a otros países amazónicos. La Amazonia, como pulmón del planeta, cumple un papel fundamental en la absorción de dióxido de carbono y la regulación del clima global. Sin embargo, Brasil, al ser superada por los deforestadores, está perdiendo el control sobre sus propios recursos naturales, y la destrucción de la Amazonia se convierte en una cuestión de urgencia mundial. La comunidad internacional se enfrenta a una decisión crucial: permitir que este tipo de deforestación continúe o intervenir para proteger uno de los ecosistemas más valiosos del planeta.

La Amazonia, como pulmón del planeta, cumple un papel fundamental en la absorción de dióxido de carbono y la regulación del clima global. Sin embargo, Brasil, al ser superada por los deforestadores, está perdiendo el control sobre sus propios recursos naturales, y la destrucción de la Amazonia se convierte en una cuestión de urgencia mundial. Ilustración MidJourney.

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Brasil es superada por los deforestadores que, conscientes de la dificultad de monitoreo en zonas remotas, están dispuestos a explotar cada resquicio de la legislación ambiental. Mientras las autoridades luchan por adaptar sus sistemas de monitoreo y respuesta, el uso de productos químicos para eliminar vegetación sin alertar a los satélites plantea una amenaza para todos. Los impactos de la deforestación química ya se han hecho evidentes en el Pantanal y la Amazonia, donde especies y comunidades enteras se ven afectadas. La pregunta de si el mundo debe intervenir no solo es legítima, sino urgente, dado que los intereses comerciales de un sector parecen prevalecer sobre el bienestar global.

 

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