Cuatro años más de negacionismo al cambio climático nacerán en Washington

La reciente victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos ha encendido las alarmas en la comunidad internacional y en las organizaciones que luchan por mitigar los efectos del cambio climático. La expectativa de que el gobierno de la primera economía mundial contribuya al esfuerzo global se desvanece ante la posibilidad de cuatro años más de negacionismo al cambio climático, un término que cobra aún más relevancia en la antesala de la COP29 en Bakú. La elección de Trump introduce incertidumbre sobre el futuro de los acuerdos multilaterales y compromisos que, sin la colaboración de Estados Unidos, enfrentan mayores desafíos para alcanzar las metas establecidas en el Acuerdo de París.

El editorial de EL PAÍS, un diario que se caracteriza por su independencia y compromiso con la democracia plural, resalta la preocupación internacional al respecto. Bajo el título: “La lucha climática, contra Trump”, el Consejo Editorial presenta un análisis crítico sobre cómo la postura negacionista de Trump impactará los debates y compromisos de la COP29, que se celebra en Azerbaiyán. EL PAÍS enfatiza que el esfuerzo global debe continuar sin pausa, a pesar de la postura estadounidense, para evitar que el incremento de temperaturas sobrepase los límites seguros establecidos entre 1,5 y 2 grados centígrados. Las advertencias de la ONU sobre la emergencia climática parecieran ser insuficientes frente a la administración que se avecina.

Negacionismo al cambio climático

Durante su primer mandato, Trump ya se había retirado a Estados Unidos del Acuerdo de París, y la expectativa es que repita la medida. Este retorno al negacionismo al cambio climático deja al mundo en una posición vulnerable, justo cuando se necesitan medidas drásticas para contrarrestar los efectos cada vez más visibles del calentamiento global. Los recientes desastres naturales, como huracanes devastadores en el sureste de Estados Unidos y lluvias torrenciales en Europa, reflejan las consecuencias de una crisis climática que avanza a paso firme. Sin embargo, con Trump de nuevo en la Casa Blanca, los compromisos ambientales de la nación norteamericana parecen estar en riesgo de ser relegados a favor de políticas que favorecen el uso de combustibles fósiles.

La expectativa de que el gobierno de la primera economía mundial contribuya al esfuerzo global se desvanece ante la posibilidad de cuatro años más de negacionismo al cambio climático, un término que cobra aún más relevancia en la antesala de la COP29 en Bakú. Ilustración MidJourney

Una de las grandes incógnitas en torno a la política ambiental de Trump es su relación ambivalente con los intereses de la industria energética. Durante su primera administración, su lema “Perfora, nena, perfora” dejó claro su respaldo a la industria de los hidrocarburos. Los aportes millonarios de esta industria a su campaña no hacen más que reafirmar esa inclinación hacia una economía dependiente del petróleo y el gas. EL PAÍS advierte que la influencia de estos intereses podría obstaculizar los avances logrados hasta ahora en la transición hacia energías limpias. Sin embargo, también señala que la política de Trump puede ser impredecible, ya que el expresidente ve la política como una transacción, donde cada decisión tiene un precio.

La nube negra de Musk

La presencia de figuras influyentes como Elon Musk en el círculo cercano de Trump agrega un matiz complejo a su postura. Musk, uno de los mayores defensores de los vehículos eléctricos y de tecnologías sostenibles, ha sido un donante significativo en la campaña de Trump, lo que podría moderar, aunque de forma limitada, el negacionismo al cambio climático de la administración. De hecho, en uno de sus discursos, Trump admitió que el respaldo de Musk lo obligaba a apoyar, aunque fuera mínimamente, la expansión del mercado de vehículos eléctricos. Sin embargo, este aparente respaldo parcial a la industria de energías limpias no mitiga las dudas que existen sobre el compromiso real de su gobierno con los objetivos ambientales globales.

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Para la COP29, uno de los objetivos clave es acordar la financiación para apoyar la transformación hacia economías bajas en carbono en el mundo en desarrollo. En este contexto, la posición estadounidense bajo la administración de Trump se percibe como un obstáculo para los países que necesitan financiamiento para llevar a cabo sus planes de transición energética. Sin su respaldo, los países en vías de desarrollo pierden a uno de los principales aliados financieros y tecnológicos en la carrera por mitigar los efectos del cambio climático, lo que complejidad añade a la situación global. El negacionismo al cambio climático que caracteriza a Trump implica que el compromiso de Estados Unidos con estos esfuerzos será, como mínimo, limitado.

Leyes como barreras

El editorial de EL PAÍS también apunta a que, a pesar del panorama incierto, existen avances en el país norteamericano que no podrán revertirse fácilmente. La Ley de Reducción de la Inflación, impulsada por Joe Biden, asignó alrededor de un billón de dólares a la industria de las energías renovables. Los análisis indican que los distritos republicanos se beneficiaron en gran medida de estas inversiones, recibiendo aproximadamente el 85% del total. Este flujo de recursos ha permitido que la industria de energías renovables crezca a un ritmo acelerado en Estados Unidos, y muchos expertos consideran que es un cambio estructural que difícilmente podrá detenerse, incluso bajo una administración con tendencias negacionistas. Sin embargo, las metas de reducción de emisiones a corto plazo siguen estando en riesgo si la primera economía mundial elige ignorarlas.

La postura de Trump también abre una oportunidad para China, que se perfila como el líder global en la fabricación de vehículos eléctricos y baterías. Estados Unidos, al restablecer la importancia a esta industria emergente, podría facilitar el avance de China en un sector estratégico para el futuro de la economía mundial. Esto preocupa a la Casa Blanca, ya que, si bien la administración Trump no se muestra particularmente comprometida con la agenda climática, la competencia con China en tecnologías verdes podría incentivar al gobierno estadounidense a no quedarse atrás. No obstante, la prioridad sigue siendo incierta en un contexto donde el negacionismo al cambio climático se presenta como una postura oficial.

La elección de Trump introduce incertidumbre sobre el futuro de los acuerdos multilaterales y compromisos que, sin la colaboración de Estados Unidos, enfrentan mayores desafíos para alcanzar las metas establecidas en el Acuerdo de París. Ilustración MidJourney.

El mundo sigue adelante

A pesar de todo, los demás países están comprometidos a seguir adelante. EL PAÍS argumenta que el camino hacia la descarbonización y la sostenibilidad energética no puede depender de un solo país, aunque este sea una potencia como Estados Unidos. Las naciones que conforman la comunidad internacional deben continuar con sus esfuerzos y demostrar que el cambio hacia un futuro sostenible es irreversible. Las generaciones futuras, y no tan futuras, exigirán rendición de cuentas si no se hace lo suficiente cuando aún haya margen de acción. La cumbre de Bakú servirá como una prueba de la voluntad global para enfrentar la crisis climática, aun cuando algunos líderes se resistan a reconocer la realidad del cambio climático.

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Con el regreso de Trump a la presidencia, los defensores del medio ambiente y los activistas climáticos enfrentan cuatro años que parecen complicados. Sin embargo, el trabajo de organizaciones, gobiernos y ciudadanos comprometidos con la causa medioambiental no se detiene. Las próximas cumbres y los próximos acuerdos serán una oportunidad para demostrar que la lucha contra el cambio climático no depende exclusivamente de la política de una sola nación, sino que es un esfuerzo colectivo en el que todos los países deben asumir su responsabilidad.

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