La “mascuzynidad” es una desafiante percepción de virilidad en los hombres de la ultraderecha

En un mundo en constante cambio, donde las luchas por la igualdad de género y los derechos de las minorías ganan cada vez más terreno, un sector de la sociedad parece aferrarse con fuerza a una versión exacerbada de la masculinidad tradicional. Esta tendencia, particularmente visible entre los hombres de la ultraderecha, ha sido denominada “mascuzynidad”, una fusión de conceptos que intenta redefinir lo que significa ser hombre en el siglo XXI bajo una óptica conservadora y, a menudo, reaccionaria.

Este reportaje se basa en el trabajo de Maritza Alonso, una reconocida periodista y escritora para EL PAÍS de España, especializada en cultura pop y estilo de vida desde una perspectiva feminista y con un toque de humor. En su artículo ““Nos mantiene despiertos”: la nicotina es la última obsesión de la ultraderecha estadounidense para mantener la hombría”, Alonso desgrana cómo una nueva ola de virilidad ha encontrado en las bolsas de nicotina su estandarte, rememorando la imagen del viejo vaquero de Marlboro como símbolo de unos valores que algunos sectores consideran en declive.

La «mascuzynidad» es una palabra ingeniosa que captura la intersección entre la masculinidad y la marca Zyn, una popular bolsa de nicotina. Este término refleja cómo la percepción de la virilidad se entrelaza con el consumo de un producto específico, simbolizando un nuevo ideal de masculinidad en ciertos círculos.

Hombres de la ultraderecha

Los hombres de la ultraderecha no solo buscan en el consumo de productos como las bolsas de nicotina una manera de afirmar su virilidad, sino que ven en este acto un desafío a lo que perciben como una sociedad cada vez más dominada por el feminismo y la cultura woke. Según Alonso, aunque el uso de estos productos es aún limitado en Europa, su creciente popularidad en Estados Unidos refleja una politización del consumo personal en nombre de una masculinidad percibida como asediada.

hombres de la ultraderecha
Los hombres de la ultraderecha no solo buscan en el consumo de productos como las bolsas de nicotina una manera de afirmar su virilidad, sino que ven en este acto un desafío a lo que perciben como una sociedad cada vez más dominada por el feminismo y la cultura woke. Ilustración MidJourney

El uso de bolsas de nicotina, en particular, ha sido adoptado y promovido por figuras prominentes de la derecha estadounidense, como el polémico Tucker Carlson, quien las alaba como herramientas para mantener la claridad mental y la productividad. Este movimiento no se limita a la nicotina, sino que incluye una gama de prácticas y productos, desde bronceadores de testículos hasta fiestas de testosterona, todos presentados como medios para recuperar una supuesta masculinidad perdida.

Una batalla cultural

Los hombres de la ultraderecha, entonces, no solo están adoptando estas prácticas en un intento de reafirmar su virilidad, sino que también están participando en una batalla cultural más amplia. Ven en el consumo de nicotina y en el culto al cuerpo físicamente imponente no solo una forma de autoafirmación sino también una declaración política contra lo que consideran excesos de una sociedad que, a su juicio, privilegia lo políticamente correcto sobre las libertades individuales y la identidad masculina tradicional.

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Además, la adopción de estos productos y prácticas refleja una percepción más amplia de amenaza hacia el estatus y la identidad de los hombres dentro de la sociedad. Algunos ven en la «mascuzynidad» una respuesta al temor de perder relevancia y poder en un mundo que cambia rápidamente, uno en el que las estructuras tradicionales de poder y género son cuestionadas y, en muchos casos, desmanteladas.

No obstante, esta adhesión a una masculinidad extrema y a menudo tóxica no está exenta de críticas. Expertos en género y sociología, como Erick Pescador Albiach, argumentan que este tipo de masculinidad se basa en el poder, la fuerza y la resistencia, ignorando las emociones y las debilidades. La realidad, señalan, es que la verdadera fortaleza reside en el conocimiento y la aceptación de uno mismo, incluidas sus emociones y vulnerabilidades, una noción que parece estar en franca oposición a la idealización de la «mascuzynidad».

Autoafirmación y miedo

La paradoja de la masculinidad, como la describe Pescador, radica en la necesidad de exagerar constantemente la hombría hasta el extremo, en un esfuerzo por demostrar a los demás, y quizás más importante, a uno mismo, que se es suficientemente hombre. Este ciclo de autoafirmación y miedo revela las inseguridades profundas que subyacen a la adopción de estas prácticas extremas. La adopción de estilos de vida y consumos específicos en búsqueda de una virilidad «auténtica» sugiere una crisis más profunda de identidad y pertenencia en los hombres de la ultraderecha.

En este contexto, el culto al cuerpo y la adopción de suplementos como las bolsas de nicotina se convierten en armas simbólicas para combatir una percepción de emasculación cultural. La fascinación por el fitness digitalizado y la musculatura no solo se presenta como un deseo de salud o estética, sino como un requisito para la reafirmación de la masculinidad. Esta tendencia es evidente en el comentario de Elon Musk en respuesta a una publicación que vinculaba el interés por el fitness con ideologías extremas, subrayando cómo incluso el ejercicio físico puede politizarse en estas discusiones.

Nostalgia por la supremacía

La «mascuzynidad» también refleja una nostalgia por una era en la que la masculinidad era indiscutiblemente sinónimo de autoridad y dominio, un sentimiento que resuena fuertemente en los discursos de figuras como Tucker Carlson. La idealización de un pasado en el que los hombres eran «verdaderos hombres» por default habla de un rechazo a las dinámicas sociales contemporáneas, donde la igualdad de género cuestiona los roles tradicionalmente asignados.

La ironía de este fenómeno es que, al intentar escapar de una supuesta crisis de masculinidad, algunos hombres recurren a prácticas que pueden tener efectos perjudiciales para su salud, tanto física como mental. La dependencia de sustancias como la nicotina, lejos de ser un signo de fortaleza, puede ser vista como un indicativo de vulnerabilidad. Además, esta búsqueda de una masculinidad hiperbólica a través del consumo de productos específicos entra en contradicción con la idea de autenticidad que supuestamente buscan reivindicar.

hombres de la ultraderecha
Mientras algunos hombres de la ultraderecha se aferran a una visión idealizada y potencialmente dañina de lo que significa ser hombre, otros buscan nuevos caminos para definir la masculinidad de una manera que sea inclusiva, saludable y adaptada a los tiempos actuales. Ilustración MidJourney.

Este retorno a una masculinidad tradicional y sus métodos para alcanzarla pueden entenderse como una reacción ante los cambios sociales y culturales que desafían la supremacía masculina. La insistencia en una virilidad extrema y en la diferenciación estricta de los géneros, antipáticos para los hombres de la ultraderecha, sugiere una profunda inseguridad frente a un mundo que avanza hacia la igualdad y el reconocimiento de la diversidad de identidades.

Enjaulados con las expectativas

Los críticos de la «mascuzynidad» señalan que, en lugar de fortalecer a los hombres, esta visión los encierra en una jaula de expectativas irreales y nocivas. La verdadera fortaleza, argumentan, reside en la capacidad de ser vulnerables, de reconocer la igualdad de los géneros y de construir relaciones basadas en el respeto mutuo y no en la dominación.

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El fenómeno de la «mascuzynidad» revela, por tanto, las tensiones y contradicciones de una sociedad en transición. Mientras algunos hombres de la ultraderecha se aferran a una visión idealizada y potencialmente dañina de lo que significa ser hombre, otros buscan nuevos caminos para definir la masculinidad de una manera que sea inclusiva, saludable y adaptada a los tiempos actuales. En este debate, la cuestión central no es solo cómo los hombres eligen vivir su masculinidad, sino cómo estas elecciones afectan a la sociedad en su conjunto, especialmente en términos de igualdad de género y respeto por la diversidad.

La «mascuzynidad» es, en última instancia, un espejo de las luchas culturales y políticas de nuestra era. Mientras que para algunos representa una última resistencia contra un mundo que perciben como amenazante, para otros es un recordatorio de la necesidad de seguir avanzando hacia una sociedad más justa y equitativa, donde la identidad de cada persona se respete sin necesidad de recurrir a extremos para afirmarla.

 

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