La ciencia observa la moral en medio de conflictos armados: Revisemos este análisis

La exploración de la moralidad como una faceta compleja de la condición humana ha revelado aspectos sorprendentes y a menudo contradictorios. Joshua Rottman, profesor asociado en Franklin & Marshall College e investigador asociado en el Centro Uehiro de Ética Práctica de la Universidad de Oxford, ofrece una perspectiva reveladora en su artículo para Scientific American, titulado «La rectitud moral puede empeorar el conflicto». Esta pieza es un testimonio de una carrera dedicada al estudio de la toma de decisiones morales, donde Rottman y sus colegas han desentrañado cómo las motivaciones y justificaciones morales distorsionan nuestro pensamiento, a veces de maneras peligrosas.

La moralidad, un término complicado y difícil de definir, abarca una gama de valores que se extienden más allá de la compasión y la justicia, incluyendo la lealtad y la obediencia centradas en el grupo. Rottman destaca que las personas son «acróbatas morales», capaces de convencerse de la rectitud de sus acciones. Esta autopercepción elevada de moralidad incluye incluso a individuos que la sociedad podría considerar menos morales, como prisioneros y perpetradores de genocidio. En lugar de ofrecer una definición concreta, Rottman utiliza «moral» para referirse a los procesos mentales activados cuando pensamos en términos de bien y mal.

Moral
La persecución de ideales morales rígidos a menudo resulta contraproducente, exacerbando el sufrimiento, la injusticia y el odio. Ilustración MidJourney

La moral y sus consecuencias

Reconocer la moralidad como causa y justificación del conflicto es un desafío, ya que generalmente se considera que las motivaciones morales son fuentes de armonía y progreso social. Las personas con un fuerte sentido de identidad moral pueden mostrar mayor compasión hacia los extraños. Sin embargo, la defensa de los valores morales ha llevado a logros significativos, como la independencia de la India y el fin del apartheid en Sudáfrica, pero también ha justificado injusticias graves.

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Las investigaciones sugieren que las mentalidades morales son obstáculos frecuentes para lograr la paz y el progreso. En conflictos como el de Israel y Palestina, la moral se ha utilizado como arma, enmarcando los ataques como un medio necesario para eliminar el mal. Las personas moralmente convictas suelen tener creencias más inflexibles y son propensas a ignorar o malinterpretar los hechos. La afiliación fuerte a una identidad étnica o nacional fomenta el odio hacia aquellos con identidades contrastantes.

Lo correcto y la moralidad

La mayoría de las personas que cometen actos violentos lo hacen por un sentido de deber moral, no por una ruptura de su brújula moral. Cuando los valores se consideran sagrados, las personas están dispuestas a hacer lo necesario para preservarlos. Los israelíes y palestinos con un apego sagrado a su patria son más propensos a apoyar la violencia intergrupal y menos inclinados a buscar compromisos. Además, la venganza, impulsada por convicciones morales, a menudo se dirige a grupos en lugar de individuos, perpetuando ciclos de represalias y violencia.

El compromiso con principios morales no solo provoca represalias, sino que también alimenta ciclos viciosos de venganza. Dado que el pensamiento moral no permite el compromiso o la reconciliación, es casi imposible para los líderes moralmente motivados encontrar caminos claros para resolver conflictos morales.

Algo de los estándares

Rottman argumenta que nuestros compromisos con valores morales pueden obstaculizar objetivos humanitarios básicos, como proteger las vidas de civiles y fomentar la reconciliación, especialmente en presencia de desacuerdos morales o competencia por recursos limitados. La persecución de ideales morales rígidos a menudo resulta contraproducente, exacerbando el sufrimiento, la injusticia y el odio. Adoptar una mentalidad pragmática en lugar de una moral podría permitir perseguir objetivos humanitarios con mayor lucidez. Moderar la mentalidad moral y adoptar una postura pragmática podría ayudar a centrarse en el futuro en lugar del pasado, maximizando beneficios en lugar de defender valores sacrosantos.

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Las personas con un fuerte sentido de identidad moral pueden mostrar mayor compasión hacia los extraños. Ilustración MidJourney

Aunque la moralidad puede promover ciertas formas de progreso social, en general, la convicción moral tiende a ser más perjudicial, especialmente en conflictos intergrupales. El pragmatismo podría ser la única solución viable para lograr la paz. Dado que adoptamos fácilmente formas de pensar morales, superar estos conflictos requerirá un esfuerzo significativo y establecería un nuevo precedente para superar los conflictos. La investigación de Rottman no solo ilumina los aspectos complejos de la moralidad, sino que también ofrece una visión pragmática para abordar y resolver conflictos en un mundo cada vez más polarizado.

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Las motivaciones subyacentes

Este análisis de la moralidad en el contexto de conflictos humanos resalta la importancia de comprender las motivaciones subyacentes detrás de nuestras acciones y creencias. La tendencia a ver nuestras propias acciones y creencias como moralmente superiores puede ser una barrera significativa para la comprensión y el progreso. El reconocimiento de que cada individuo o grupo puede tener una perspectiva moral única y legítima es crucial. Esto implica un esfuerzo consciente por parte de las sociedades para cultivar la empatía y el respeto por las perspectivas morales divergentes, facilitando así un terreno común para la resolución de conflictos.

Además, la investigación de Rottman sugiere la necesidad de una educación moral más matizada que fomente el pensamiento crítico y la autoreflexión. Alentar a las personas a cuestionar y analizar sus propias motivaciones morales podría llevar a una mayor apertura y flexibilidad en sus puntos de vista. Esto no solo tendría implicaciones en la resolución de conflictos, sino también en la forma en que las sociedades se organizan y toman decisiones colectivas. En última instancia, adoptar un enfoque más pragmático y menos dogmático hacia la moralidad podría abrir nuevas vías para el entendimiento mutuo y la paz duradera.

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