¿Es la conciencia del bien un legado posible de guardar en nuestro genoma?

¿Es posible una conciencia del bien pura? La conciencia humana, esa inescrutable habilidad para discernir entre el bien y el mal, siempre ha sido motivo de fascinación y debate en múltiples disciplinas. Hoy, a medida que los avances científicos abren puertas a una mayor comprensión de nuestra biología, surge una cuestión inquietante: ¿Podría la conciencia de hacer lo correcto, ser algo que, eventualmente, se codifique en el genoma humano, dando lugar a una especie inherentemente más justa?

Esta pregunta coloca en el centro del escenario la posible intersección entre ética y genética. Según datos del Instituto de Genómica Humana de Estados Unidos, el genoma humano se compone de alrededor de 20,000-25,000 genes. Aunque muchos de estos genes influyen en nuestras predisposiciones físicas y de salud, el papel que juegan en la determinación de nuestra moralidad sigue siendo un enigma.

conciencia del bien
Con ediciones recurrentes podríamos ser buenos de nacimiento. Ilustración MidJourney

Conciencia del bien

La Organización Mundial de la Salud ha indicado que la relación entre la genética y el comportamiento humano es increíblemente compleja, dependiendo no sólo de nuestros genes sino también de una amplia gama de factores ambientales y sociales. Según el historiador Paul Kriwaczek, la idea de un ser humano «moralmente evolucionado» ha sido un ideal en muchas culturas, pero la implementación práctica de esta noción enfrenta numerosos desafíos éticos y científicos. Por ejemplo, ¿quién determina qué es «moralmente correcto» y cómo se codifica esto en nuestro ADN?

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Ciertamente, ya se ha realizado alguna investigación sobre la genética del comportamiento. Una conciencia del bien pura ha estado en escrutinio.  Estudios del Instituto Salk para Estudios Biológicos sugieren que algunos comportamientos sociales en animales, como el altruismo en hormigas y abejas, parecen estar relacionados con patrones genéticos específicos. Pero trasladar esos hallazgos a la biología humana es una tarea más complicada.

Un asunto evolutivo

Es innegable que la ciencia avanza rápidamente en esta área. A medida que la edición de genes se vuelve más precisa y accesible, podríamos encontrar maneras de modificar los genes que influyen en nuestro comportamiento. Una conciencia del bien pura cada día es más posible, pero lograrla podría demandar otros milones años para que sea perfecta. Sin embargo, la American Society of Human Genetics advierte que el uso ético de estas tecnologías debe ser una prioridad, especialmente cuando se tratan cuestiones tan delicadas como la moralidad humana.

conciencia del bien
La posibilidad de acelerar nuestra evolución está ya en las probetas. Ilustración MidJourney

Para el politólogo David Easton, esta discusión trasciende el ámbito científico y se adentra en la esfera de lo político y lo filosófico. Eston señala que cualquier intento de codificar la moralidad en nuestros genes abriría un Pandora ético y político. ¿Podríamos, por ejemplo, confiar en los gobiernos para tomar decisiones éticas sobre qué genes modificar?

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La cultura nos desune

Si consideramos que incluso la definición de lo que es «bueno» o «malo» puede variar según el contexto cultural, la complejidad de este dilema se multiplica. Una conciencia del bien puede ser una especie de demencia en algunas geografías. Un estudio publicado en la revista «Science» en 2019 examinó cómo las percepciones de lo que es éticamente aceptable varían enormemente entre diferentes culturas y sociedades.

Aunque es tentador imaginar un futuro en el que la biología humana favorezca naturalmente la justicia y la moralidad, la ciencia actual sugiere que esta visión podría ser, al menos por ahora, más una aspiración que una realidad inminente. La interacción de factores genéticos, ambientales y culturales hace que la moralidad sea un fenómeno increíblemente complejo de descifrar, y mucho menos de codificar en nuestra biología. A medida que avanzamos en nuestra comprensión del genoma humano, es crucial que el debate ético avance al mismo ritmo, garantizando que las decisiones que tomamos hoy no comprometan las libertades éticas y morales de las generaciones futuras.

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