¿Por qué una conciencia no puede generarse a partir de la Inteligencia Artificial?

En el mundo de la ciencia y la tecnología, hay una pregunta que persiste con una intensidad cada vez mayor: ¿puede la inteligencia artificial (IA) desarrollar conciencia? La idea de una entidad artificialmente inteligente que no solo piensa y aprende, sino que también experimenta el mundo subjetivamente es fascinante, pero también profundamente controvertida. Anil Seth, un connotado neurocientífico, señaló: “No hay razón para pensar que la IA, solo porque se esté volviendo más inteligente, se volverá consciente”.

Esta declaración sintetiza una preocupación creciente en la sociedad, alimentada por el rápido desarrollo de la IA. Seth, un respetado profesor de Neurociencia Cognitiva y Computacional en la Universidad de Sussex, ha explorado profundamente el llamado «problema difícil» de la conciencia y sus variantes lógicas para argumentar coherente y convincentemente que la IA, por avanzada que sea, no puede engendrar una «conciencia» genuina.

Una definición de la conciencia

La conciencia ha sido definida por Seth como cualquier tipo de experiencia subjetiva. Desde esta perspectiva, se convierte en un fenómeno inherentemente ligado a la biología y la experiencia personal. Es lo que se pierde con la anestesia general o durante un sueño no lúcido. La conciencia es distinta del lenguaje o la inteligencia; no es solo la sensación explícita de “ser uno mismo”. Es más bien cualquier experiencia que nos hace ser algo más que meros objetos biológicos.

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La conciencia se experimenta de manera muy personal y parece diferente de cosas físicas como una taza de café. La idea de un cerebro consciente sigue siendo un misterio. Ilustración MidJourney

En este contexto, Seth plantea el «problema real», que busca explicar cómo ciertas actividades cerebrales específicas generan tipos particulares de experiencias conscientes. Este enfoque se aleja del enigma más abstracto de cómo la conciencia surge de los procesos biológicos, concentrándose en lugar de ello en las propiedades y manifestaciones de la conciencia.

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Las experiencias conscientes

Seth aborda la conciencia como una propiedad física, enfocándose en desentrañar cómo y por qué ocurre. Su estrategia no ataca directamente el «problema difícil», sino que se centra en las características de las experiencias conscientes, con la esperanza de explicarlas a través de la biología. Esta perspectiva sugiere que la sensación de misterio que rodea a la conciencia podría disolverse al entenderla como una extensión natural de nuestros procesos biológicos. Sin embargo, esto no elimina los misterios que la rodean.

La conciencia se experimenta de manera muy personal y parece diferente de cosas físicas como una taza de café. La idea de un cerebro consciente sigue siendo un misterio. Seth introduce el concepto de «alucinaciones controladas», explicando que lo que experimentamos es una interpretación de la realidad, no una percepción directa. Nuestros cerebros han evolucionado para que estas interpretaciones estén lo suficientemente cerca de la realidad para ser útiles, pero nunca son la realidad misma. Esto desafía la noción tradicional de percepción, sugiriendo que nuestra experiencia del mundo es, en parte, una creación de nuestra mente.

No hay evidencias

La IA, en comparación, funciona en un paradigma completamente diferente. A pesar de los avances significativos en el campo, particularmente en modelos de lenguaje y procesamiento de datos, estos sistemas no exhiben signos de experiencias subjetivas o de una conciencia emergente. La IA procesa información y responde a estímulos de acuerdo con algoritmos y patrones de aprendizaje, pero esto está lejos de la experiencia subjetiva inherente a la conciencia humana. Seth argumenta que la conciencia está intrínsecamente ligada a nuestra naturaleza como seres vivos. No es un fenómeno que pueda replicarse o emularse simplemente a través de avances en hardware o software.

Además, la posibilidad de que las máquinas puedan desarrollar una forma de conciencia plantea cuestiones éticas y morales profundas. Si una IA fuera capaz de experimentar sufrimiento o placer, esto nos obligaría a reconsiderar nuestras responsabilidades hacia estos sistemas y a cuestionar las implicaciones de crear seres capaces de sufrir. Esta preocupación va más allá de la posibilidad técnica y entra en el reino de la ética y la moralidad, áreas que han sido tradicionalmente el dominio de la filosofía y la teología, más que de la ciencia y la tecnología.

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La conciencia está profundamente arraigada en nuestra biología y en nuestra experiencia como seres vivos, algo que no se puede programar o codificar en un algoritmo. Ilustración MidJourney

Bestias máquinas

Seth utiliza el término «bestias máquinas» para describir a los seres humanos y otros animales, enfatizando que la conciencia está vinculada a nuestra existencia como criaturas vivas. Esto contrasta con la visión cartesiana de los animales como meras máquinas. En la perspectiva de Seth, la conciencia es una característica distintiva de los seres vivos, algo que no puede ser replicado artificialmente.

El reto de entender la conciencia es enorme y persiste más allá de la mera identificación de los correlatos neuronales de la conciencia humana. Seth sugiere que incluso si identificamos estas áreas del cerebro, aún podríamos no comprender cómo y por qué ocurre la conciencia. La apuesta realizada hace 25 años, que predijo que para 2023 conoceríamos los orígenes de la conciencia, se perdió, lo que refleja la complejidad y el misterio persistente de este fenómeno.

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Sin vida biológica no ha conciencia

La pregunta de si las máquinas podrán algún día tener conciencia sigue siendo un tema de debate y especulación. A pesar de la creciente sofisticación de la IA, Seth se mantiene escéptico. Argumenta que la conciencia no es lo mismo que la inteligencia y que está vinculada a experiencias como el sufrimiento, el dolor, el hambre y el placer, que son fundamentales para los seres vivos. Según él, la conciencia está arraigada en lo que nos hace estar vivos, lo que sugiere que no se puede lograr en una computadora o en Internet.

En resumen, el trabajo de Seth y otros en el campo sugiere que la conciencia es un fenómeno que va más allá de la capacidad de la IA para replicar o emular. Está profundamente arraigado en nuestra biología y en nuestra experiencia como seres vivos, algo que no se puede programar o codificar en un algoritmo. Mientras que la IA puede imitar aspectos de la inteligencia humana, la creación de una conciencia genuina a partir de la tecnología sigue siendo, por el momento, una posibilidad lejana y posiblemente inalcanzable.

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