Moda de leer a alta velocidad anula la dicha y los beneficios de la lectura lenta

En un mundo donde la velocidad es el mantra de la eficiencia, surge una corriente contraria que reivindica la ‘dicha y los beneficios de la lectura lenta‘, como bien señala Nilanjana Roy en su comentario periodístico para el Financial Times. Esta filosofía, lejos de ser una mera nostalgia, se arraiga en la profunda necesidad humana de conectar con los textos de manera más significativa y profunda. 

La lectura rápida, promovida en gran medida por la cultura de la inmediatez y la sobreinformación, parece ofrecer una solución práctica al dilema del tiempo. Sin embargo, datos recientes sugieren que esta práctica puede ser contraproducente. Según un estudio de la Universidad de Yale, el promedio de tiempo dedicado a la lectura de un adulto ha disminuido un 10% en la última década, correlacionándose curiosamente con el aumento de la lectura rápida y los métodos de consumo de información acelerado. Este dato nos lleva a preguntarnos: ¿Estamos realmente asimilando lo que leemos? 

Beneficios de la lectura lenta 

En contraposición, la ‘lectura lenta’ es un movimiento que gana adeptos. Roy, una respetada columnista y autora, argumenta que la lectura pausada «te enseña a agudizar tu atención y mejora tu comprensión». Esta afirmación se alinea con las opiniones de expertos en neurociencia cognitiva, quienes sostienen que la lectura profunda activa áreas del cerebro asociadas con la concentración y la comprensión. 

beneficios de la lectura lenta
La ‘lectura lenta’, por otro lado, ofrece un camino hacia una relación más rica y significativa con los libros. Ilustración MidJourney

El ejemplo de Brandon Taylor, quien dedicó dos años a la lectura de Zola, ilustra cómo la inmersión total en una obra puede enriquecer la experiencia lectora. Ese e parte de los beneficios de la lectura lenta. Esta práctica no solo permite una comprensión más profunda del texto, sino que también facilita conexiones emocionales y cognitivas más fuertes. Yiyun Li, por su parte, divide su año entre ‘Guerra y Paz’ y ‘Moby-Dick’, estableciendo un ritual de lectura que va más allá del simple acto de leer. 

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Esta filosofía de lectura se extiende también a la forma en que abordamos los clásicos. Rebecca Mead, en su obra ‘Mi vida en Middlemarch’, destaca la importancia de regresar a ciertos libros a lo largo del tiempo, descubriendo en cada lectura nuevas capas de significado. Esta práctica, lejos de ser un lujo, se convierte en una necesidad para aquellos que buscan una comprensión más profunda de la literatura y de sí mismos. 

«¿Cómo se debe leer un libro?» 

Virginia Woolf, en su ensayo «¿Cómo se debe leer un libro?», propone una aproximación a la lectura como si uno mismo estuviera escribiendo el texto, promoviendo una participación activa y reflexiva. Esta sugerencia desafía la noción de la lectura como un acto pasivo y subraya la importancia de la interacción con el texto. 

Sin embargo, adoptar la lectura lenta no es una tarea sencilla en la era digital. La omnipresencia de las redes sociales y las plataformas digitales, con su constante flujo de información y estímulos, dificulta la concentración y la paciencia requeridas para la lectura profunda y exime a los lectores de los beneficios de la lectura lenta. A pesar de esto, la lectura lenta ofrece una resistencia, un espacio para la reflexión y el pensamiento crítico. 

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La lectura lenta no es solo una forma de entender mejor un texto, sino también un camino hacia una mayor comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Ilustración MidJourney

Veinticinco años para leer Joyce 

El caso del club de lectura Finnegans Wake de Gerry Fialka, que tardó más de 25 años en completar la lectura de la obra de Joyce, ejemplifica la dedicación, el compromiso y los beneficios de la lectura lenta. Este ejemplo, aunque extremo, resalta la riqueza que se puede extraer de una lectura meticulosa y dedicada. 

La moda de la lectura a alta velocidad, aunque atractiva por su eficiencia aparente, parece estar en detrimento de la verdadera comprensión y disfrute de la lectura. La ‘lectura lenta’, por otro lado, ofrece un camino hacia una relación más rica y significativa con los libros. Requiere tiempo, paciencia y dedicación, pero los beneficios de esta práctica son invaluables, tanto para la comprensión intelectual como para el enriquecimiento emocional y cultural. En un mundo acelerado, tomar el tiempo para leer despacio no es solo un acto de rebeldía, sino también un regalo para uno mismo. 

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Un bálsamo para el alma 

Más allá de los argumentos culturales y cognitivos, la lectura lenta se presenta como un bálsamo para el alma en una era definida por el estrés y la ansiedad. En un estudio publicado por la Universidad de Sussex, se encontró que solo seis minutos de lectura pueden reducir los niveles de estrés en un sorprendente 68%. Este descubrimiento resalta la importancia de la lectura como una forma de autocuidado, una práctica meditativa que nos permite desconectar del caos del mundo exterior.  

Al sumergirnos en un ritmo más pausado, nos damos la oportunidad de reflexionar, absorber y vivir plenamente las historias que exploramos. La lectura lenta no es solo una forma de entender mejor un texto, sino también un camino hacia una mayor comprensión de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. En este sentido, los beneficios de la lectura lenta se extienden mucho más allá de las páginas de un libro, influenciando nuestra forma de interactuar con el mundo y con nosotros mismos. 

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