La relación entre las políticas de desregulación y el sistema bancario en Estados Unidos ha sido un tema recurrente en los debates económicos y políticos. Ahora, bajo la sombra de las propuestas del expresidente Donald Trump, el sistema bancario parece estar reviviendo fantasmas del pasado. En un escenario que evoca los días más oscuros de la Gran Depresión, las amenazas a la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC) y las iniciativas de recortes regulatorios están generando una alarma considerable entre expertos y ciudadanos por igual. La posibilidad de eliminar este pilar de estabilidad financiera ha llevado a muchos a preguntarse si estamos en camino de desandar décadas de avances para la seguridad económica del país.
Catherine Rampell, columnista de opinión en The Washington Post, es la autora del incisivo análisis titulado: “Convertir a Estados Unidos en la Gran Depresión otra vez: el plan de Trump para acabar con la FDIC”. Rampell, reconocida por su periodismo basado en datos, expone cómo el equipo de transición de Trump parece haber identificado la década de 1930 como un modelo de grandeza estadounidense. En su texto, Rampell subraya que este período histórico, marcado por guerras comerciales, simpatías por el aislacionismo y el colapso del sistema bancario, es la aparente inspiración detrás de algunas de las propuestas más polémicas del todavía expresidente. En su análisis, Rampell señala que los intentos de desmantelar la FDIC no son solo un retroceso, sino una amenaza a la estabilidad financiera construida con esfuerzo durante casi un siglo.
Sistema bancario de los Estados Unidos
El sistema bancario estadounidense, tal como lo conocemos hoy, debe su existencia a los desastres que ocurrieron antes de 1933. Miles de bancos colapsaron durante la Gran Depresión, lo que dejó a millones de personas sin acceso a sus ahorros. La FDIC surgió como una solución a estas catástrofes, estableciendo un seguro para depósitos que garantizaría la confianza del público en las instituciones financieras. Pero ahora, según informes del Wall Street Journal, el equipo de transición de Trump considera que este esquema es obsoleto o, peor aún, un obstáculo para la «eficiencia» del mercado. Las preguntas planteadas a posibles candidatos para cargos regulatorios incluyen si la FDIC debería ser eliminada o reducida, un movimiento que podría absorber sus funciones dentro del Departamento del Tesoro, dejando en el aire otras responsabilidades críticas como la supervisión de bancos y la resolución de quiebras.

Mientras tanto, la posibilidad de una eliminación o modificación sustancial de la FDIC ha provocado un debate sobre el propósito de la regulación financiera en general. Algunos argumentan que el mosaico actual de supervisión bancaria en Estados Unidos, que incluye múltiples agencias y jurisdicciones, necesita simplificación. Otros temen que las propuestas de Trump van más allá de la eficiencia administrativa y socaven deliberadamente las barreras que protegen al sistema bancario de crisis cíclicas. Como Kermit Schoenholtz, profesor emérito de la Universidad de Nueva York, señaló: “La pregunta no es si el sistema debería ser más eficaz, sino si el propósito aquí es hacerlo más o menos eficaz”. Este dilema destaca el delicado equilibrio entre la regulación y la innovación financiera, un equilibrio que las políticas de Trump podrían inclinarse peligrosamente.
Cuando no había red de seguridad
Las políticas económicas propuestas por Trump han despertado recuerdos de los días en que el sistema bancario estadounidense operaba sin red de seguridad, y las corridas bancarias eran una amenaza constante. Antes de la creación de la FDIC, los depósitos bancarios no estaban asegurados, lo que significaba que cualquier falla en una institución financiera podía llevar al pánico masivo ya un colapso generalizado. Este tipo de eventos fueron retratados icónicamente en películas como Qué bello es vivir, que dramatiza la fragilidad del sistema bancario antes de las reformas de los años 30. La eliminación de la FDIC no solo podría revivir estos riesgos, sino también erosionar la confianza pública en el sistema financiero, una confianza que llevó décadas reconstruir.
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No es casualidad que la amenaza al sistema bancario venga acompañada de una narrativa más amplia de desregulación. Durante la administración de Trump, la desregulación fue presentada como una estrategia para liberar al mercado de las «ataduras» burocráticas y permitir el crecimiento económico sin restricciones. Sin embargo, muchos críticos advierten que estas políticas ignoran las lecciones del pasado. La crisis financiera de 2008, que devastó las economías globales, fue en gran parte atribuida a la falta de supervisión adecuada en sectores clave del sistema bancario. El desmantelamiento de protecciones como la Ley Glass-Steagall en las décadas previas creó un entorno donde el riesgo descontrolado floreció, resultando en consecuencias catastróficas.
Repetir los errores del pasado
El equipo de transición de Trump parece decidido a repetir los errores del pasado bajo el pretexto de modernizar la regulación financiera. Además de la FDIC, se han planteado propuestas para consolidar o eliminar otras agencias reguladoras. Esto incluye iniciativas contenidas en el manual del Proyecto 2025, un plan de gobierno que Trump ha respaldado indirectamente. Aunque la consolidación podría, en teoría, reducir costos y mejorar la coordinación, los críticos temen que el verdadero objetivo sea desarrollar los mecanismos que limitan la avaricia corporativa y protegen a los consumidores.
A pesar de las posibles justificaciones económicas para estas políticas, el impacto social y político de un sistema bancario menos regulado podría ser devastador. En un país donde la desigualdad económica ya está en niveles alarmantes, cualquier debilitamiento en las protecciones financieras podría exacerbar la disparidad entre los ricos y los pobres. Además, la percepción de que el gobierno está favoreciendo a los bancos a gastos del ciudadano promedio podría alimentar el descontento populista y erosionar aún más la confianza en las instituciones democráticas.

Un tema polarizante
Mientras tanto, el debate sobre el futuro del sistema bancario estadounidense continúa siendo un tema polarizante. Para algunos, la idea de liberar a los bancos de las restricciones regulatorias es una oportunidad para revitalizar el sector financiero y fomentar la innovación. Para otros, es un recordatorio peligroso de cómo las políticas imprudentes pueden llevar a una crisis que afecta a las personas más vulnerables. En este contexto, las propuestas de Trump no son solo un debate sobre economía, sino también sobre qué tipo de sociedad quiere ser Estados Unidos.
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El legado de la FDIC y otras instituciones reguladoras no puede ser ignorado. Son un testimonio de cómo las políticas públicas pueden responder a crisis históricas para crear un sistema más robusto y resiliente. Desmantelar estos avances en nombre de la desregulación no sería solo una traición al pasado, sino también una apuesta arriesgada para el futuro. En un momento en que la economía global enfrenta desafíos sin precedentes, desde el cambio climático hasta la digitalización, Estados Unidos necesita más que nunca un sistema bancario fuerte y confiable. El regreso a una era de riesgos descontrolados y protección insuficiente no debería ser parte del plan.