Juan Gabriel Vásquez: Hemos perdido la lucidez para separar las indignaciones legítimas de las fabricadas

Juan Gabriel Vásquez, una voz autorizada en el panorama literario y periodístico colombiano, recientemente compartió una reflexión provocadora que captura el espíritu del momento de nuestra era: la dificultad para discernir entre las verdaderas causas de indignación y aquellas meticulosamente construidas para manipular la opinión pública. Su artículo; «La manufactura de la crispación», publicado en EL PAÍS, aborda esta problemática con la profundidad que caracteriza a este renombrado escritor y periodista, cuyas obras incluyen siete novelas y múltiples ensayos que le han otorgado un lugar destacado entre los pensadores contemporáneos.

La tesis de Vásquez es sencilla pero profunda: en un mundo inundado por información y constantemente agitado por las redes sociales, los ciudadanos han perdido la capacidad de filtrar las auténticas preocupaciones sociales de las fabricadas por intereses particulares. Esta pérdida de claridad no es trivial, implica una manipulación constante de nuestras emociones, dirigida a mantenernos en un estado de irritación perpetua, lo que Vásquez describe con el término «verraca», un colombianismo que denota enfado o irritación intensa.

Juan Gabriel Vásquez y la crispación

La estrategia detrás de esta manipulación de la irritación no es nueva, pero ha encontrado en las plataformas digitales un terreno fértil donde florece con una eficacia sin precedentes. Los medios de comunicación, los políticos y diversos actores sociales han descubierto que es mucho más rentable, en términos de captación de atención y recursos económicos, generar y mantener la división y el conflicto en lugar de promover el consenso y la moderación.

En la actualidad, esta dinámica se ve claramente en los debates políticos y sociales, donde la moderación a menudo se ve superada por voces más estridentes y menos razonables. Juan Gabriel Vásquez argumenta que esta situación ha llevado a que muchas discusiones importantes se desvíen hacia extremos que no reflejan la verdadera naturaleza de los problemas que enfrentamos. Más alarmante aún es el hecho de que los ciudadanos no solo son víctimas de esta manipulación, sino que también se han convertido en participantes activos y fabricantes de su propia indignación, una que se alimenta y se propaga a través de los clics y las interacciones en las redes sociales.

Juan Gabriel Vásquez
La tesis de Vásquez es sencilla pero profunda: en un mundo inundado por información y constantemente agitado por las redes sociales, los ciudadanos han perdido la capacidad de filtrar las auténticas preocupaciones sociales de las fabricadas por intereses particulares. Ilustración MidJourney

Erosionar la democracia

Esto tiene consecuencias serias para la democracia y la cohesión social, ya que la capacidad de debate racional y el respeto por opiniones divergentes se erosionan en favor de la confrontación y el espectáculo. El mismo Vásquez señala que, aunque siempre ha existido la propaganda y la manipulación de las emociones como herramientas en política, la escala y la intensidad de estas prácticas han alcanzado niveles preocupantes en la era digital.

En su análisis, Vásquez también toca el tema de cómo los ciudadanos podrían recuperar la lucidez perdida. Sugiere que es crucial desarrollar un sentido crítico más agudo y educar a las nuevas generaciones en la identificación y el cuestionamiento de las fuentes de información, así como en la comprensión de los mecanismos detrás de la producción de noticias y contenidos en las redes sociales.

Juan Gabriel Vásquez
La estrategia detrás de esta manipulación de la irritación no es nueva, pero ha encontrado en las plataformas digitales un terreno fértil donde florece con una eficacia sin precedentes. Los medios de comunicación, los políticos y diversos actores sociales han descubierto que es mucho más rentable, en términos de captación de atención y recursos económicos. Ilustración MidJourney.

Con todo, el llamado de Juan Gabriel Vásquez es un recordatorio de que, aunque vivimos en tiempos de gran polarización y manipulación, todavía es posible aspirar a una sociedad más informada y menos susceptible a las fabricaciones interesadas. Este desafío no es solo un asunto de políticas públicas o de regulación de los medios, sino también de un cambio cultural que promueva la deliberación honesta y el respeto mutuo como fundamentos de nuestra convivencia social. En última instancia, como Vásquez apunta, el primer paso para superar esta crisis de manipulación es reconocer que existe y que todos tenemos un papel en perpetuarla o en desmantelarla.

Abusar de las emociones

Esta conciencia sobre la manufactura de la crispación no es solo un llamado a la acción individual, sino también un reclamo a las instituciones y a los líderes políticos y sociales para que reevalúen cómo interactúan con los ciudadanos. Juan Gabriel Vásquez critica abiertamente la simplificación de la retórica política que se alimenta de slogans y mensajes diseñados para incitar emociones rápidas y superficiales en lugar de fomentar un entendimiento profundo de los temas en debate.

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En el contexto de las elecciones y las decisiones políticas trascendentales, como el referendo sobre los acuerdos de paz en Colombia, Vásquez destaca cómo la estrategia de apelar a la indignación ha llevado a resultados que reflejan no tanto la voluntad informada del pueblo, sino la eficacia de las campañas para manipular esa voluntad. El reconocimiento de esta dinámica por parte de los propios arquitectos de estas campañas revela un cinismo que, aunque honesto, es profundamente perturbador.

Para combatir esta tendencia, Vásquez sugiere que los medios de comunicación deben asumir un papel más activo y responsable. Critica la actual economía de la atención que premia los contenidos más escandalosos y divide a la audiencia en lugar de informarla. Propone una revisión ética y estructural de cómo los medios generan y distribuyen sus contenidos, apuntando a un modelo que valore la verdad y la profundidad sobre el impacto inmediato y superficial.

Fomento de habilidades críticas

Asimismo, Juan Gabriel Vásquez hace un llamado a los educadores y a los padres para que fomenten habilidades críticas en los jóvenes, preparándolos para navegar un paisaje mediático que con frecuencia privilegia la emoción sobre la evidencia. Esta educación no solo debe enfocarse en la alfabetización mediática, sino también en el desarrollo de una ética del diálogo y el respeto por las diferencias, aspectos esenciales para la cohesión social y el funcionamiento democrático.

El reto, según Vásquez, es monumental, pero no insuperable. Citando ejemplos de iniciativas que han logrado hacer frente a la crispación y promover un debate más constructivo, el escritor muestra un camino posible hacia la recuperación de nuestra capacidad para discernir y elegir racionalmente. Estos ejemplos incluyen plataformas de fact-checking, programas educativos que integran la crítica de medios en sus currículos y movimientos sociales que se esfuerzan por mantener una narrativa equilibrada y fundamentada.

“No somos meros espectadores”

Finalmente, Juan Gabriel Vásquez concluye con una reflexión sobre el papel de cada individuo en este proceso. Advierte que mientras más conscientes seamos de las tácticas que se utilizan para manipularnos, más capaces seremos de resistirnos a ellas. Invita a los lectores a no resignarse a ser meros espectadores de la crispación, sino a convertirse en agentes de cambio que demanden y practiquen una comunicación más honesta y constructiva.

En resumen, el mensaje de Vásquez es una convocatoria a recuperar no solo la lucidez, sino también la responsabilidad que tenemos como ciudadanos en una democracia. Nos recuerda que, aunque las técnicas de manipulación son sofisticadas y omnipresentes, la capacidad de pensar críticamente y actuar éticamente sigue siendo la mejor defensa contra la polarización y la desinformación. Con su habitual claridad y elocuencia, Juan Gabriel Vásquez ofrece no solo un diagnóstico de nuestro tiempo, sino también una guía para navegar y mejorar el entorno mediático y político en que vivimos

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