A innovar: Autoritarismos podrían ser reacciones alérgicas a la calcificación de la inacción democrática

En un mundo donde la política parece moverse entre extremos, la inacción democrática se erige como un fenómeno tan sutil como peligroso, capaz de alimentar los vientos autoritarios que soplan con fuerza en diversas latitudes. Esta parálisis, lejos de ser un simple estancamiento, refleja una profunda crisis de adaptabilidad y evolución dentro de las estructuras democráticas, las cuales, atrapadas en un marco ideológico y procedimental que ha resistido la prueba del tiempo, ahora parecen incapaces de responder a las demandas y desafíos de una sociedad en constante cambio.

El reconocimiento de este fenómeno no es nuevo. Académicos como Indira Latorre y Felipe Rey, cuyas voces emergen desde el corazón de Colombia, han dedicado sus carreras a desentrañar las complejidades de la democracia y su capacidad para innovar y reinventarse. Fundadores del laboratorio de innovación democrática ideemos y codirectores de la red global Democracy R&D, Latorre y Rey se han convertido en referentes en el estudio y la promoción de la democracia deliberativa, con el objetivo de revitalizar la participación ciudadana y la legitimidad de los procesos políticos.

Efectos de la inacción democrática

En su artículo «Vencer la inacción democrática», publicado en el espacio de opinión de EL PAIS de España, Latorre y Rey articulan una crítica incisiva a la rigidez institucional que caracteriza a muchas democracias contemporáneas. Argumentan que la inmovilidad no es una condición inherente a la democracia, sino el resultado de una elección consciente por parte de sus actores, quienes, aferrados a concepciones y estructuras heredadas del pasado, resisten cualquier intento de cambio o adaptación.

Esta resistencia al cambio no solo impide la evolución de las democracias hacia formas más inclusivas y representativas, sino que también crea un vacío de legitimidad y eficacia, alimentando el descontento y la desilusión entre los ciudadanos. En este contexto, no es de extrañar que figuras como Bolsonaro, Kirchner, Maduro y Trump hayan emergido como símbolos de un deseo colectivo de ruptura con el statu quo, aun cuando representen alternativas que, en muchos casos, se alejan de los principios democráticos fundamentales.

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El trabajo de Latorre y Rey y de otros académicos y practicantes de la democracia deliberativa ofrece una luz de esperanza en medio de la creciente oscuridad que parece envolver al panorama político mundial. Ilustración MidJourney

Renovación y la experimentación

La crítica de Latorre y Rey va más allá de un simple diagnóstico de los problemas que aquejan a la democracia liberal. Su trabajo propone un camino hacia la renovación y la experimentación, a través de la innovación democrática. Este nuevo enfoque busca reformar aspectos estructurales de los sistemas políticos, cuestionando supuestos tan arraigados como la necesidad de elegir representantes mediante el voto o la conveniencia de mantener jefaturas unipersonales en el gobierno.

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“Olvidan que, por su diseño pesado, la democracia es incapaz de proporcionar resultados rápidos. Con sus múltiples instancias, negociaciones, intereses, es lenta con la injusticia. Es recalcitrante y elitista. Omiten que a veces resulta que las libertades –de expresión, de asociación, de propiedad, de creación intelectual– también se usan para oprimir”, escribieron los académicos Latorre y Rey.

La innovación democrática, según Latorre y Rey, no se limita a cambios superficiales o cosméticos. Implica una reevaluación profunda de las bases sobre las cuales se construyen nuestras democracias, abriendo el camino a prácticas como la selección aleatoria de representantes o la regulación de los algoritmos que determinan el debate público en las redes sociales. Estas propuestas, lejos de ser meras curiosidades académicas, reflejan un esfuerzo serio por adaptar nuestras instituciones a las realidades de una sociedad digitalizada y globalizada.

La democracia deliberativa

El trabajo de Latorre y Rey y de otros académicos y practicantes de la democracia deliberativa ofrece una luz de esperanza en medio de la creciente oscuridad que parece envolver al panorama político mundial. La democracia deliberativa, con su énfasis en la legitimidad que emana del debate razonado y la participación ciudadana, ofrece un antídoto contra la polarización y el autoritarismo. Al promover mecanismos que permiten a los ciudadanos deliberar y tomar decisiones sobre cuestiones de interés común, esta aproximación revitaliza el tejido democrático y refuerza la confianza en el proceso político.

La experiencia de asambleas ciudadanas aleatorias y deliberativas en países como Francia, Bélgica e Irlanda demuestra que es posible construir espacios de diálogo y consenso que trasciendan las divisiones partidistas y las retóricas polarizadoras. Estas asambleas no solo han demostrado ser representativas y capaces de dignificar la participación ciudadana, sino que también han logrado alcanzar acuerdos más efectivos que los procesos políticos tradicionales. Al recuperar el ideal ateniense de que quienes son gobernados también pueden gobernar, estas iniciativas ponen de manifiesto el potencial transformador de la innovación democrática para abordar la inacción que paraliza a nuestras instituciones.

Como reafirmación transcribimos que según Latorre y Rey, “la democracia necesita autocrítica. Para conseguir superar la inacción democrática, quizás lo importante sea adquirir conciencia acerca de que también las instituciones democráticas pueden cambiar. Que no están grabadas sobre roca. Que nunca lo estuvieron. Que nuestras teorías más adoradas pueden necesitar revisión”.

Un cambio cultural profundo

Sin embargo, la transición hacia formas de democracia más deliberativas y participativas no está exenta de desafíos. Requiere no solo una revisión crítica de las estructuras existentes, sino también un cambio cultural profundo entre los ciudadanos y los políticos. La inercia y el escepticismo pueden ser obstáculos significativos, al igual que los intereses arraigados que se benefician del mantenimiento del statu quo. A pesar de estos desafíos, el creciente interés y la experimentación en torno a la democracia deliberativa indican un reconocimiento de la necesidad de adaptar nuestras prácticas democráticas a las exigencias del siglo XXI.

La innovación democrática plantea, por tanto, un llamado a la acción para todos los actores involucrados en el proceso político. Hay que deslindarse de la inacción democrática. No se trata simplemente de adoptar nuevas tecnologías o métodos de participación, sino de reimaginar la democracia misma como un proyecto siempre en construcción, capaz de evolucionar y responder a las necesidades cambiantes de sus ciudadanos. En este sentido, la obra de Latorre y Rey no solo ofrece una crítica, sino también una hoja de ruta para aquellos comprometidos con la revitalización de la democracia.

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No se trata simplemente de adoptar nuevas tecnologías o métodos de participación, sino de reimaginar la democracia misma como un proyecto siempre en construcción, capaz de evolucionar y responder a las necesidades cambiantes de sus ciudadanos. Ilustración MidJourney.

No es un fin en sí mismo

En este punto, es crucial reconocer que la innovación democrática no es un fin en sí mismo, sino un medio para alcanzar sociedades más justas, equitativas y participativas. La verdadera medida de su éxito será su capacidad para cerrar la brecha entre los ciudadanos y el proceso político, asegurando que todas las voces sean escuchadas y que todas las decisiones sean tomadas en consideración de la voluntad y el bienestar del colectivo.

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Mientras el mundo sigue enfrentando crisis políticas, sociales y ambientales sin precedentes, la urgencia de abordar la inacción democrática se hace cada vez más palpable. La respuesta a esta urgencia no se encontrará en los extremos autoritarios que prometen soluciones simples a problemas complejos, sino en la capacidad de nuestras democracias para reformarse, innovar y, en última instancia, cumplir con las promesas de libertad, igualdad y fraternidad que las inspiraron en sus inicios.

Proceso de renovación democrática

Al reflexionar sobre el camino a seguir, es esencial recordar que la democracia, en sus diversas formas, ha demostrado una notable capacidad de resiliencia y adaptación a lo largo de la historia. Frente a los desafíos actuales, no hay motivo para pensar que esta vez será diferente. La clave estará en la voluntad de los ciudadanos y sus líderes para embarcarse en el arduo pero gratificante proceso de renovación democrática. En este esfuerzo, el trabajo de pioneros como Indira Latorre y Felipe Rey servirá como una fuente de inspiración y guía, recordándonos que la innovación no solo es posible, sino necesaria.

A medida que avanzamos en este siglo XXI, la tarea de superar la inacción democrática y fomentar una cultura de innovación política se presenta no solo como un desafío, sino también como una oportunidad. Una oportunidad para reconstruir nuestras instituciones de manera que reflejen los valores, esperanzas y aspiraciones de todos los ciudadanos. En última instancia, la promesa de la democracia deliberativa y la innovación democrática radica en su capacidad para transformar no solo nuestras instituciones políticas, sino también la manera en que concebimos y practicamos la ciudadanía en el mundo contemporáneo.

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