El autoritarismo en Latinoamérica es orgánico. En el vasto y vibrante tapiz de América Latina, el totalitarismo ha demostrado ser una constante mutante, un ente que se adapta y se transforma con la misma facilidad con que un autor da vida a nuevos personajes en sus narrativas. Esta capacidad camaleónica de los regímenes autoritarios en la región no es un fenómeno reciente, sino una característica orgánica que ha evolucionado a lo largo de las décadas, manteniendo su esencia a pesar de los cambios en el escenario político y social. La literatura, en este contexto, se erige como un espejo y un contrapunto al poder, ofreciendo un espacio para la resistencia, la reflexión y, sobre todo, la creación de un discurso alternativo que desafía la narrativa oficial.
Este análisis se inspira en el trabajo de Juan Carlos Chirinos García, un escritor venezolano con una prolífica carrera que abarca la novela, el cuento, la biografía, el ensayo, el drama, el guion y la docencia. Chirinos García, quien ha sido reconocido en diversas antologías a nivel internacional, ofrece en su más reciente artículo para The Objective, titulado: «El nuevo totalitarismo de siempre», una visión penetrante sobre cómo el autoritarismo en Latinoamérica ha logrado adaptarse y sobrevivir, adoptando las sutilezas del humanismo en regímenes que, aunque no asesinen o desaparezcan personas abiertamente, continúan ejerciendo un control férreo y directo sobre sus opositores.
El autoritarismo en Latinoamérica
La crónica de Chirinos García, que nos transporta a sus años de estudiante en Venezuela, sirve de preludio a una reflexión más amplia sobre la adaptabilidad política y social en Latinoamérica. Al intentar convertir el bagazo de caña en un polímero para la industria textil, él y su grupo se enfrentaron al desafío de aplicar teorías europeas en un contexto venezolano, lo que los llevó a una comprensión más profunda de la necesidad de adaptar las ideas a las realidades locales. Esta anécdota, más allá de su aparente simplicidad, encierra una metáfora de la adaptación política en la región, donde las estrategias del autoritarismo en Latinoamérica, de control y dominación deben ser recalibradas para ajustarse a las circunstancias específicas de cada país.

Desde «El hombre de oro» (1915) de Rufino Blanco-Fombona hasta «La mucama de Omicunlé» (2015) de Rita Indiana, la literatura latinoamericana ha reflejado y criticado los diferentes rostros del autoritarismo. Los dictadores y líderes autoritarios de la región, desde Juan Vicente Gómez hasta Hugo Chávez, han proporcionado material abundante para que los escritores exploren y transformen la realidad política en ficción. Esta tradición literaria no solo ha servido para documentar y protestar contra los abusos del poder, sino también para imaginar alternativas y futuros diferentes.
Tambièn puedes leer: Fernando Savater nos habla sobre la muerte, los verdugos y los “asesinables”
La literatura supera a la oposición
La literatura, en este sentido, se convierte en un vehículo para la resistencia. Frente a la opresión y la manipulación, los novelistas y poetas de Latinoamérica han utilizado la ficción como un medio para revelar verdades, desafiar el status quo y ofrecer visiones de mundo que trascienden las limitaciones impuestas por los regímenes autoritarios. Al crear personajes y narrativas que reflejan la complejidad de la experiencia humana bajo el autoritarismo, estos escritores no solo critican los sistemas existentes, sino que también proponen modos de comprensión y resistencia que van más allá de la política convencional.
El autoritarismo en Latinoamérica, por tanto, no puede ser entendido sin considerar su reflejo y contraparte en la literatura de la región. Los escritores han demostrado una notable capacidad para capturar las mutaciones del poder autoritario, creando a su vez un espacio de libertad donde la imaginación puede florecer a pesar de las restricciones. Esta relación dialéctica entre literatura y poder revela no solo la persistencia del autoritarismo en sus diversas formas, sino también la resiliencia y la vitalidad de la expresión artística como forma de resistencia y esperanza.
Lección de Orwell sobre la omnipresencia
En la actualidad, el desafío para los escritores y para la sociedad en general es cómo navegar la complejidad de un mundo donde el autoritarismo se viste con la máscara de la democracia y la bonhomía. La lección de Orwell sobre la omnipresencia del poder autoritario se ha aprendido bien, pero la literatura nos recuerda que siempre hay espacios para la subversión y la crítica. La adaptabilidad del autoritarismo en Latinoamérica es un recordatorio de que la lucha por la libertad y la justicia es continua, y que la literatura, con su capacidad única para crear y recrear mundos, juega un papel crucial en esta batalla.

Por tanto, el autoritarismo en Latinoamérica, lejos de ser un vestigio del pasado, es una realidad orgánica y cambiante que desafía constantemente nuestras percepciones y estrategias de resistencia. En este contexto, la literatura emerge no solo como un testimonio de la opresión, sino como un faro de posibilidad, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, la creatividad y la imaginación humana pueden alumbrar caminos hacia un futuro más libre y justo. En la intersección entre la realidad política y la ficción literaria, encontramos no solo una crítica al poder, sino también una invitación a imaginar y construir un mundo diferente.
Tambièn puedes leer: Policía Federal de Brasil apresa e investiga a dos empresarios vinculados al intento de golpe
Su capacidad para disfrazarse
Dentro del amplio espectro de análisis que ofrece Chirinos García sobre el autoritarismo en Latinoamérica en su obra, destaca la mención de un séptimo elemento crucial en la evolución del autoritarismo contemporáneo: su capacidad para disfrazarse no ya de democracia, sino de una accesibilidad y cordialidad engañosas. Este aspecto es particularmente visible en la figura de Nicolás Maduro, quien representa la dualidad del totalitarismo moderno al proyectar una imagen de diálogo y consenso mientras mantiene un control absoluto sobre el estado y sus ciudadanos.
La táctica de extender una mano en señal de diálogo, mientras con la otra se prepara para golpear, es una maestría en la manipulación política que los han sabido capturar con agudeza en sus narrativas. Esta estrategia no solo revela la sofisticación de los mecanismos de control, sino también la astucia con la que los líderes autoritarios logran perpetuar su poder, atraer a los indecisos y neutralizar a los opositores, a menudo con la complicidad tácita de la comunidad internacional y de sectores de la sociedad que, por ingenuidad o conveniencia, terminan brindando soporte a regímenes opresores.