La salud mental es un tema sumamente extraño en Latinoamérica

En la colorida, musical y apasionada Latinoamérica, la salud mental se ha convertido en un asunto de moda, resplandeciente en las conversaciones cotidianas, en las redes sociales y hasta en los escenarios políticos. Sin embargo, antes de la llegada de la pandemia por COVID-19, eran contados aquellos que situaban este tema entre sus prioridades. Una realidad sorprendente considerando los retos que la región ha enfrentado a lo largo de su historia.

Tal vez, provenir de naciones conquistadas, colonizadas y explotadas por potencias extranjeras nos ha instaurado un modo de vivir en tensión permanente. Acostumbrados a luchar, resistir y enfrentar adversidades, la idea de ‘bienestar emocional’ se veía como un lujo distante o, incluso, una distracción.

Salud mental y conciencia

Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de 2018, un promedio del 5% de la población latinoamericana padecía algún trastorno mental, una cifra alarmante que contrasta con la poca atención prestada al tema. Posterior a la pandemia, las cifras han incrementado dramáticamente, con un 15% de la población mostrando síntomas de ansiedad, depresión o estrés postraumático.

Salud Mental
Nuestra historia llena de luchas nos ha hechos resistentes y resilientes. Ilustración MidJourney

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Este renovado interés por la salud mental puede ser visto como una reacción a la crisis sanitaria, pero muchos expertos argumentan que es el resultado de años de silencio y estigmatización. El Dr. Eduardo Alvarado, psicólogo clínico con 30 años de experiencia en la región, señala: «La pandemia simplemente reveló lo que ya estaba ahí. El trauma histórico, el miedo y la represión, todos se amalgamaron en un coctel que no podíamos seguir ignorando».

Todos en sintonía

Por su parte, organismos gubernamentales se han visto en la necesidad de adaptarse a este giro de tuerca. El Ministerio de Salud de Chile, por ejemplo, ha destinado un aumento del 40% en su presupuesto hacia programas de salud mental para el próximo año. Un reconocimiento implícito de que el bienestar mental es fundamental para el desarrollo socioeconómico del país.

Además, la historia tiene mucho que decir sobre esta peculiar relación con la salud mental. La Dra. Isabela Marques, historiadora brasileña, argumenta que «la resistencia y la resiliencia se convirtieron en cualidades exaltadas tras la conquista y la colonización, y esto generó una cultura de silenciar el dolor, de ‘aguantar’ en pro del bien común o familiar». La noción de que buscar ayuda es señal de debilidad, prevalece en muchas comunidades.

Lo material está por encima

Sin embargo, este despertar hacia la importancia del bienestar mental no ha sido uniforme en toda la región. En países como Venezuela o Nicaragua, donde las crisis políticas y socioeconómicas continúan, las necesidades básicas eclipsan aún a las cuestiones de salud mental. «En un lugar donde encontrar alimentos o medicinas básicas es un desafío, hablar de terapias o tratamientos psicológicos parece fuera de lugar», comenta Rodrigo Herrera, analista político y activista nicaragüense.

Es evidente que el reconocimiento del bienestar mental en Latinoamérica es un proceso en marcha, uno que requiere no solo de recursos, sino de un cambio cultural profundo. La apertura hacia la vulnerabilidad, la educación y la destigmatización son claves en esta transformación.

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Tras la pandemia del COVID-19 los casos se dispararon en la región. Ilustración MidJourney

Silenciar o gritar

El reconocido sociólogo argentino, Diego Rosales, argumenta que «Latinoamérica está en una encrucijada. Puede elegir seguir silenciando el dolor y perpetuando estigmas, o puede enfrentar su pasado, reconocer sus heridas y buscar sanar colectivamente. La pandemia ha sido un recordatorio de que, aunque resistentes, no somos invulnerables».

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La salud mental, más que una moda pasajera en la región, se ha convertido en un llamado a revisar nuestra historia, nuestras prioridades y nuestra forma de relacionarnos. Es una oportunidad de redescubrirnos, de redefinir lo que significa ser latinoamericano y, sobre todo, de aprender a cuidar de nuestra mente con la misma dedicación y pasión con la que cuidamos de nuestro corazón.

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