A México no le gusta tener en su patio a “las puertas del paraíso”

México tiene en sus fronteras “las puertas del paraíso”. La nación azteca de cultura milenaria y un vínculo trascendental con el flujo migratorio, ha sido, desde siempre, un puente entre los sueños de muchos y la realidad del «sueño americano«. Sin embargo, lo que antes eran rutas trazadas por centroamericanos, hoy ve el desbordante arribo de sudamericanos, en su mayoría venezolanos y ecuatorianos, que buscan cruzar sus fronteras con la esperanza de un mejor futuro al norte.

Según datos revelados, la cantidad de migrantes procedentes de Sudamérica ha superado, por primera vez, a los de Centroamérica, con 140.671 registrados en los primeros siete meses del año, superando a los 102.106 centroamericanos. La sorpresa no radica solo en la cantidad, sino también en la velocidad con la que estos números han aumentado. Venezuela y Ecuador encabezan la lista, siendo una clara muestra del cambio en los patrones migratorios.

las puertas del paraíso
El territorio azteca siempre ha sido un corredor para grupos de inmigrantes. Ilustración MidJourney

Las puertas del paraíso

Y es que el escenario que presenta la selva del Darién, que sirve de puente entre Colombia y Panamá, es testimonio de esta nueva oleada migratoria. Las cifras son abrumadoras. En 2022, alrededor de 250.000 personas cruzaron este territorio, y solo hasta el 18 de septiembre del año en curso, ese número ya ascendió a 380.000, según las autoridades panameñas. Detrás de estos números, además de las esperanzas y anhelos, también se esconde un negocio lucrativo que se ha fortalecido con el incremento en los cruces de migrantes.

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El reconocido historiador mexicano, Dr. Raúl Hernandez, comenta: «México siempre ha sido un lugar de tránsito, pero la magnitud y origen de estos movimientos actuales muestran un cambio significativo en la dinámica socio-política de América Latina. Las crisis económicas, políticas y sociales en ciertos países sudamericanos están impulsando esta migración sin precedentes que hacen ver a toso que nosotros tenemos “las puertas del paraíso”.

Obligados a actuar

El Gobierno Mexicano, por su parte, se ha visto obligado a actuar. Cerrar vías férreas y trasladar a personas en autobús hacia áreas con menos concentración migrante son solo algunas de las medidas que han tenido que implementar. Pero la preocupación también trasciende fronteras. En Estados Unidos, la reciente oleada de cruces ilegales pone a prueba los recursos gubernamentales y las capacidades de las autoridades locales, evidenciado por situaciones como la declaratoria de estado de emergencia en Eagle Pass, Texas.

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México solicita ayuda internacional para poder lidiar con un problema extranacional. Ilustración MidJourney

«Los cambios en los patrones migratorios ejercen presión sobre las políticas y recursos de México», afirma Laura Aguilar, directora del Instituto Nacional de Migración. «Nuestra prioridad es garantizar un tránsito seguro y ordenado. Nosotros no tenemos control sobre “las puertas del paraíso. Sin embargo, los desafíos son enormes dada la magnitud del flujo.»

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Asistencia a los migrantes

Sin embargo, no todo es rechazo y preocupación. Organizaciones civiles y humanitarias trabajan incansablemente para ofrecer asistencia y apoyo a los migrantes. Alfonso García, director de «Puentes de Esperanza», señala: «Nuestro objetivo es brindar un refugio temporal y asesoría a aquellos que huyen de situaciones desesperadas. Es fundamental recordar que detrás de cada número hay una historia y una vida.»

El exsenador mexicano, Roberto Mendoza, resalta la importancia de la cooperación regional: «México no puede afrontar solo esta situación. Es esencial que haya un esfuerzo conjunto entre los países de América Latina y Estados Unidos para abordar las causas subyacentes y encontrar soluciones sostenibles.»

México, al estar en medio de dos mundos, uno que busca desesperadamente un nuevo comienzo y otro que es percibido como el epicentro de oportunidades, enfrenta un dilema humanitario y político. Sin embargo, queda claro que la situación migratoria no es un problema exclusivo de México o Estados Unidos, sino un reflejo de las dinámicas cambiantes de todo el continente americano. En ese sentido, las «puertas del paraíso» no solo son un desafío, sino también una llamada a la unidad y la acción colectiva.

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