“Hacer grande a la Argentina” fue el proyecto fallido de la dictadura militar de 1976-1983

En la historia argentina, pocas frases han resonado con tanta fuerza y ambigüedad como “Hacer grande a la Argentina”. Esta consigna, que se convirtió en el lema no oficial de la dictadura militar que gobernó entre 1976 y 1983, simbolizaba una promesa de prosperidad y orden, pero bajo su manto se escondían realidades mucho más sombrías. Hoy, casi medio siglo después, Argentina se enfrenta a una situación que muchos consideran un espejo deformado de aquellos tiempos oscuros.

La llegada de Javier Milei a la presidencia en noviembre de 2023 marcó un punto de inflexión. Visto como un forastero político, Milei prometió un «reseteo» del país, pero su agenda de reformas ha suscitado comparaciones inquietantes con el pasado autoritario de Argentina. En este contexto, el decreto ejecutivo de Milei, que se propone cambiar fundamentalmente la sociedad argentina, afectando los derechos y protecciones de millones de trabajadores, parece un eco distante de los métodos empleados por la dictadura para “hacer grande a la Argentina”.

Hacer grande a la Argentina

La dictadura de 1976-1983 se caracterizó por una represión brutal, con desapariciones, torturas y asesinatos. Paralelamente, se emprendieron reformas económicas y sociales profundas que buscaron “hacer grande a la Argentina”. La represión no solo buscaba eliminar la disidencia política, sino también implementar un modelo económico neoliberal. Este modelo favorecía intereses empresariales y extranjeros, a menudo en detrimento de los derechos laborales y sociales. Los sindicatos fueron reprimidos, y las políticas laborales y sociales se orientaron hacia la liberalización del mercado y el desmantelamiento del estado de bienestar.

Hacer grande a la Argentina
Hoy, casi medio siglo después, Argentina se enfrenta a una situación que muchos consideran un espejo deformado de aquellos tiempos oscuros. Ilustración MidJourney

Luciana Zorzoli, de la Essex Business School, destaca cómo las políticas actuales de Milei reflejan aquellas prácticas. La limitación del derecho de huelga, la alteración de la situación financiera de los sindicatos y la reducción de derechos básicos como la baja por maternidad no son solo medidas económicas; son también, según Zorzoli, un intento de remodelar la sociedad argentina en líneas similares a las perseguidas por la dictadura.

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La indeleble bota militar

El decreto de Milei, seguido por un proyecto de ley de reforma de 664 artículos, muestra una ambición de transformación que recuerda a la era militar. La privatización de empresas estatales, cambios en el sistema electoral y la introducción de nuevos impuestos, todo bajo una declaración de emergencia, reflejan una tendencia hacia el poder ejecutivo que es alarmantemente familiar. Además, la propuesta de delegar poderes legislativos en el ejecutivo sugiere una erosión de los procesos democráticos, una reminiscencia de la concentración de poder durante la dictadura que revitaliza la premisa de “hacer grande a la Argentina”.

Sin embargo, el contexto actual es diferente. A pesar de las comparaciones, la Argentina de hoy no está bajo una dictadura militar. El presidente Milei fue elegido democráticamente, y su gobierno enfrenta desafíos legales y oposición en las calles y en el parlamento. La Confederación General del Trabajo (CGT) y otras organizaciones sindicales y sociales se están movilizando activamente contra lo que perciben como un ataque a sus derechos. Estas protestas y recursos legales, aunque enfrentan un camino cuesta arriba, demuestran que la sociedad argentina de hoy tiene herramientas de resistencia que no estaban disponibles durante la dictadura.

Geopolítica y dinero

Además, el apoyo internacional que Milei ha recibido, particularmente de Estados Unidos y del FMI, muestra cómo la geopolítica y la economía global influencian la política interna argentina. Este fenómeno no es nuevo; durante la dictadura, la influencia extranjera fue un factor crucial en la conformación de las políticas económicas y sociales. Sin embargo, hoy la interconexión global y la información instantánea ofrecen tanto oportunidades como desafíos para cualquier gobierno que busque implementar reformas radicales como las que reavivan el “hacer grande a la Argentina”.

Hacer grande a la Argentina
La historia enseña que las promesas de grandeza a menudo vienen con costos ocultos, y es el pueblo argentino quien debe decidir si esos costos valen la pena. Ilustración MidJourney

Lo que está en juego para los trabajadores argentinos en las próximas semanas y meses es crucial. Las reformas de Milei, si se implementan completamente, podrían representar un retroceso significativo en los derechos laborales y sociales, una situación similar a la vivida tras el golpe de estado de 1976. La historia argentina demuestra que tales reformas no solo afectan la economía, sino también el tejido social y político del país.

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Qué significa esa promesa

La respuesta a estas políticas será determinante para el futuro de Argentina. Si bien Milei promete hacer a Argentina “grande otra vez”, su enfoque ha generado un debate intenso sobre qué significa realmente esa «grandeza». La resistencia a sus políticas podría fortalecer la solidaridad social y abrir un debate democrático sobre alternativas al modelo propuesto por Milei. Este debate es crucial no solo para Argentina, sino también como un caso de estudio para otros países que enfrentan dilemas similares entre la democracia, los derechos sociales y las políticas económicas neoliberales.

La frase “Hacer grande a la Argentina”, utilizada tanto por la dictadura militar como ahora por el presidente Milei, encapsula una tensión entre dos visiones de la sociedad argentina. Una es la visión de una sociedad regida por el mercado, con derechos laborales y sociales limitados, y otra es una visión más inclusiva y democrática. La manera en que Argentina resuelva esta tensión definirá no solo su futuro inmediato, sino también su lugar en la historia mundial. La historia enseña que las promesas de grandeza a menudo vienen con costos ocultos, y es el pueblo argentino quien debe decidir si esos costos valen la pena.

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