Por qué Gabriel Boric cree que Venezuela y Cuba no son terroristas 

La voz firme del presidente chileno, Gabriel Boric, resonó con fuerza en el auditorio de la 78ª Asamblea General de las Naciones Unidas. Su mensaje fue claro: es hora de que Estados Unidos levante las sanciones económicas contra Venezuela y Cuba, y retire a la isla de la lista de países patrocinadores del terrorismo. 

Este posicionamiento de Boric no surge de la nada. De hecho, existe una compleja trama de datos, opiniones y contextos históricos que respaldan su declaración. Al profundizar en las relaciones internacionales y en la historia de América Latina, uno puede entender mejor por qué Boric y muchos otros líderes y expertos sostienen que las etiquetas impuestas a estos países son inapropiadas y perjudiciales. 

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Gabriel Boric y sus palabras 

Para empezar, es fundamental recordar que las sanciones económicas rara vez afectan a quienes están en el poder. Sobre esto conoce el presidente chileno Gabriel Boric.  En cambio, las consecuencias recaen sobre la población civil, que ya sufre de escasez de recursos y oportunidades. En el caso de Venezuela, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha señalado que las sanciones económicas han profundizado la crisis económica y humanitaria que vive el país, afectando sobre todo a los sectores más vulnerables de la población. 

Por otro lado, organismos especializados, como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, han manifestado reiteradamente que, si bien ambos países tienen desafíos significativos en materia de derechos humanos, etiquetarlos como patrocinadores del terrorismo es una exageración que no corresponde con la realidad. Estas organizaciones han argumentado que tal etiqueta es políticamente motivada y carece de una base sólida en evidencia concreta. 

Gabriel Boric
El presidente chileno no pudo meter en su lista de salvación a la Nicaragua de Ortega. Ilustración MidJourney

Errores que persisten 

El profesor de historia latinoamericana de la Universidad de Harvard, John M. Smith, comentó: “Históricamente, Cuba ha sido vista con escepticismo y recelo por parte de Estados Unidos, en gran parte debido a su orientación socialista y su alianza con la Unión Soviética durante la Guerra Fría. Sin embargo, tachar al país de terrorista por sus alianzas políticas o su ideología es un grave error. Más bien, deberíamos analizar el contexto en el que se desarrollan estos lazos y las verdaderas acciones que se toman”. 

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En cuanto a Venezuela, la situación es aún más compleja. Si bien el gobierno de Maduro ha sido objeto de numerosas críticas, tanto nacionales como internacionales, relacionar al país con el terrorismo es una distorsión de la realidad. El analista político Roberto González mencionó en una reciente entrevista: “No se puede negar que Venezuela enfrenta serios desafíos políticos y económicos, pero esto no justifica su inclusión en la misma lista que países como Corea del Norte o Irán”. 

El hecho de que Gabriel Boric haga énfasis en la necesidad de retomar la línea que tuvo Obama durante su administración no es casualidad. La política de acercamiento que Obama buscó con Cuba tenía como objetivo fortalecer las relaciones bilaterales y fomentar un cambio desde dentro, a través del diálogo y la cooperación. Es un enfoque que muchos expertos consideran más efectivo que la estrategia de sanciones y aislamiento. 

Gabriel Boric
Boric solicitó a EE.UU. el replanteamiento táctico de las sanciones ante su fracaso. Ilustración MidJourney

Con Nicaragua cero 

Por otro lado, el firme rechazo de Boric al régimen de Ortega en Nicaragua demuestra que su postura no es de apoyo ciego a cualquier gobierno de izquierda, sino que se basa en una evaluación crítica y matizada de la situación política de cada país. 

Las afirmaciones del presidente Gabriel Boric en la Asamblea General de las Naciones Unidas no son aisladas ni impulsivas. Se basan en un análisis profundo del contexto histórico, político y social de América Latina y reflejan la postura de muchos expertos y organismos internacionales. La propuesta del presidente chileno busca, en última instancia, un mundo más justo y equilibrado donde las decisiones políticas estén basadas en hechos y no en prejuicios o intereses particulares.  

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