En América Latina aún tiene estatus enseñar a las niñas a bailar flamenco

La esencia del flamenco, con sus taconazos, palmas y pasos cargados de emoción, ha dejado huellas no solo en España, sino también en diversos rincones de América Latina. A pesar de las distancias geográficas y culturales, y más allá de las aguas que separan a estas dos regiones, el flamenco sigue siendo un testimonio viviente de la conexión histórica y cultural entre la Península Ibérica y América.

En América Latina, el aprendizaje del flamenco no es solo una forma de mantener vivas las raíces españolas; es también un símbolo de estatus. Mientras que ritmos como la champeta en Colombia, la Salsa Casino en Cuba o el Joropo en Venezuela se han popularizado en las masas y son fácilmente accesibles para todos, el flamenco mantiene un aire de exclusividad, reservado para aquellos que pueden permitirse su enseñanza.

Flamenco
Costear clases de flamenco en América Latina solo es posible en familias con dinero. Ilustración MidJourney

El flamenco como patrimonio

Según datos de la UNESCO, la inclusión del flamenco como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad en 2010 propició un renovado interés en su aprendizaje a nivel mundial. América Latina no fue la excepción. Las academias de flamenco en países como México, Argentina y Colombia vieron un incremento en sus inscripciones, especialmente entre las niñas. Sin embargo, los costos asociados a su aprendizaje, incluidos vestuarios, zapatos y la misma matrícula académica, se han convertido en barreras que no todos pueden sortear.

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«El flamenco es una manifestación artística que, por su complejidad y requerimientos, necesita de una inversión significativa, no solo de tiempo sino también económica», señala Mercedes Valverde, presidenta de la Asociación de Flamenco de Buenos Aires.

El elitismo no es infundado

La percepción de que el flamenco es un arte de élite no es infundada. Históricamente, las escuelas de flamenco en América Latina han sido ubicadas en barrios acomodados y las presentaciones suelen llevarse a cabo en teatros y salas de alta gama. Esto contrasta con otros géneros populares que se bailan y se enseñan en espacios comunitarios y festivales al aire libre.

El historiador venezolano Juan Diego Ríos indica que «el legado español sigue presente en muchos aspectos de nuestra cultura, y el flamenco es solo uno de ellos. Pero lo que es particular de este baile es que se ha convertido en una forma de conectarse con una versión idealizada y elitista de la ‘madre patria’, algo que no necesariamente refleja la realidad de la relación histórica entre América Latina y España».

Un asunto con complejidades

La cuestión de la relación entre América Latina y España es compleja. Aunque es cierto que muchos países latinoamericanos lograron su independencia expulsando a las fuerzas españolas, el legado cultural de España sigue estando presente en la literatura, la gastronomía, la arquitectura y, por supuesto, en la danza con el flamenco.

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El estatus social se ve reflejado en la geografía que adorna las escuelas de baile. Ilustración MidJourney

Algunos políticos, como Laura Mendoza, senadora colombiana, argumentan que es esencial reevaluar esta relación. «Es fundamental reconocer y celebrar todas las influencias que forman nuestra identidad, pero sin olvidar el contexto histórico. Deberíamos poder disfrutar y aprender flamenco, o cualquier otro arte, sin que esto se convierta en una cuestión de estatus o una forma de aferrarse a una visión colonial del pasado», afirma.

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Un asunto entre familias

El debate sobre el flamenco y su estatus en América Latina es, en última instancia, un reflejo de las tensiones más amplias en torno a la identidad y la historia de la región. Por un lado, es un testimonio del enriquecedor intercambio cultural entre España y América Latina. Por otro, destaca las desigualdades socioeconómicas que persisten en la región y cómo estas se manifiestan en el mundo del arte y la cultura.

Para muchas familias, enviar a sus hijas a aprender flamenco es una forma de otorgarles una educación cultural distinguida. Pero para otros, es un recordatorio de que, aunque la independencia política se logró hace siglos, aún queda trabajo por hacer para liberar a América Latina de las cadenas del colonialismo cultural y económico.

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