Ecuador autodestruyó su legitimidad tras el asalto a la Embajada de México en Quito

En una acción que ha resonado en los anales del derecho internacional, Ecuador ha visto severamente comprometida su legitimidad tras el audaz asalto a la embajada de México en Quito. Este evento no solo ha tensado las relaciones bilaterales, sino que también ha planteado serias dudas sobre el respeto a las normas internacionales que rigen la inviolabilidad de las misiones diplomáticas. La noche del 5 de abril, bajo las órdenes del presidente ecuatoriano, las fuerzas de seguridad irrumpieron en la sede diplomática mexicana con el objetivo de detener a Jorge Glas Espinel, exvicepresidente del país, quien se encontraba refugiado allí bajo la figura de asilo diplomático.

La autora original de este análisis es Carmen Rocío García Ruiz, profesora contratada doctora en Derecho Internacional Público y Vicedecana de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Loyola Andalucía. García Ruiz, invitada por The Conversation España, tituló su colaboración: “El asalto a la embajada mexicana en Ecuador y el debido respeto a las normas internacionales”.

El abismo de Ecuador

Ecuador, al ejecutar esta operación, contravino la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961, específicamente su artículo 22, que establece la inviolabilidad de los locales de la misión. A pesar de no haber ratificado este tratado, el principio de inviolabilidad se considera parte de la costumbre internacional, lo cual obliga a todos los Estados a respetarla. Las imágenes del asalto difundidas ampliamente mostraron el uso de la fuerza por parte de agentes ecuatorianos, provocando un escándalo internacional y poniendo en cuestión el compromiso del país con los principios de la diplomacia y el derecho internacional.

Ecuador justificó su intervención en la embajada con el argumento de que el asilo a Glas era contrario a las normas convencionales y consuetudinarias sobre asilo diplomático. Sin embargo, según la Convención de Caracas sobre Asilo Diplomático de 1954, aunque no es lícito conceder asilo a personas procesadas por delitos comunes, la calificación del delito corresponde al Estado asilante, en este caso, México. México había otorgado asilo a Glas, considerando su situación como perseguido político, y había solicitado un salvoconducto para su salida, el cual nunca fue otorgado por Ecuador.

Ecuador
Ecuador justificó su intervención en la embajada con el argumento de que el asilo a Glas era contrario a las normas convencionales y consuetudinarias sobre asilo diplomático. Sin embargo, según la Convención de Caracas sobre Asilo Diplomático de 1954, aunque no es lícito conceder asilo a personas procesadas por delitos comunes, la calificación del delito corresponde al Estado asilante, en este caso, México. Ilustración MidJourney

Usar la fuerza fue una decisión

Además de las tensiones bilaterales, este incidente ha afectado la percepción internacional de Ecuador como un actor respetuoso del derecho internacional. El principio de arreglo pacífico de las controversias, consagrado en el capítulo VI de la Carta de Naciones Unidas, fue claramente ignorado. En lugar de optar por medios diplomáticos o legales, como una demanda ante la Corte Internacional de Justicia o la mediación, Ecuador optó por la fuerza, lo cual es una clara violación de los principios que deben regir las relaciones internacionales.

La respuesta de México ha sido conforme a derecho. El gobierno mexicano anunció la ruptura de las relaciones diplomáticas con Ecuador y la interposición de una demanda ante la Corte Internacional de Justicia por la violación del Convenio de Viena. Además, ha recurrido a Naciones Unidas y a la Organización de Estados Americanos, buscando apoyo internacional para condenar la acción ecuatoriana.

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El Derecho Internacional, aunque equipado con herramientas para prevenir y resolver conflictos, requiere de la voluntad política de los Estados para su efectiva implementación. Cuando esta voluntad falta, se abre paso a la arbitrariedad y el conflicto. El asalto a la embajada mexicana en Ecuador no solo es un acto aislado de violación del derecho internacional, sino también un síntoma de un problema más amplio de falta de respeto por las normas que garantizan la paz y la seguridad internacionales. La comunidad internacional observa ahora a Ecuador no solo como un violador de estos principios, sino también como un actor que ha debilitado su propia posición y legitimidad en el escenario mundial.

Quito está casi aislada

La repercusión de este incidente en la comunidad internacional ha sido inmediata y notablemente negativa. Países y organizaciones alrededor del mundo han expresado su preocupación por la erosión del respeto a las normas internacionales, que son el cimiento de las relaciones diplomáticas y la seguridad global. La embajada, que debería ser un santuario de diplomacia y negociación pacífica, fue convertida en escenario de un asalto que transgredió todos los protocolos establecidos.

Ecuador, al tomar esta decisión, no solo ha puesto en jaque su relación con México, sino que también ha provocado un escrutinio crítico sobre su adhesión a tratados y convenios internacionales. Esto podría tener consecuencias duraderas para su diplomacia y para su capacidad de negociar en otros ámbitos internacionales, ya que la confianza es un recurso esencial en las relaciones exteriores y una vez perdida, su recuperación es ardua y lenta.

El asunto también resalta la importancia del asilo diplomático como una práctica respaldada por normas internacionales que protegen a individuos de persecuciones políticas. La figura del asilo es vital para la protección de los derechos humanos y debe ser manejada con la máxima seriedad y conforme a la ley internacional. La acción de Ecuador ha puesto en duda su compromiso con estos principios, arrojando una sombra sobre su imagen como un estado que respeta los derechos humanos y las leyes que los protegen.

Ecuador
El principio de arreglo pacífico de las controversias, consagrado en el capítulo VI de la Carta de Naciones Unidas, fue claramente ignorado. En lugar de optar por medios diplomáticos o legales, como una demanda ante la Corte Internacional de Justicia o la mediación, Ecuador optó por la fuerza, lo cual es una clara violación de los principios que deben regir las relaciones internacionales.Ilustración MidJourney.

Red de la desconfianza

Además, este incidente podría tener un efecto disuasivo sobre otros estados que podrían temer represalias similares por parte de Ecuador en futuros desacuerdos diplomáticos. Esto podría aislar aún más al país en el ámbito internacional, limitando su influencia y capacidad de cooperar en cuestiones globales como la seguridad, el comercio y el cambio climático.

Por otro lado, la reacción de México, al apelar a instituciones internacionales y buscar el apoyo de la comunidad global, refuerza su postura como un país comprometido con el derecho internacional. Este enfoque contrasta fuertemente con la acción unilateral de Ecuador y podría fortalecer la posición de México en futuras negociaciones y en su estatus global como un líder en la defensa del derecho internacional y la diplomacia pacífica

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Un caso de estudio

En última instancia, el asalto a la embajada mexicana en Quito no es solo un incidente bilateral entre México y Ecuador, sino un caso de estudio sobre la importancia del respeto a las normas internacionales y la inviolabilidad de las misiones diplomáticas. Este evento servirá como un recordatorio constante de las consecuencias que pueden surgir cuando un país decide actuar fuera del marco de la ley internacional.

Con el mundo como testigo, la situación entre Ecuador y México permanece tensa y el camino hacia la reparación de estas relaciones parece largo y complicado. El derecho internacional, como siempre, ofrece los medios para resolver estos conflictos, pero depende enteramente de la voluntad de los estados adherirse a estos principios y optar por la diplomacia sobre la confrontación. La esperanza reside en que este incidente sirva como una lección para todos los países sobre la importancia de mantener la integridad de las prácticas diplomáticas y el respeto mutuo en las relaciones internacionales.

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