Cuando Iván Duque asumió la presidencia de Colombia en 2018, una de sus promesas emblemáticas fue convertir al país en una potencia en «economía naranja», un término que se refiere a la monetización y el desarrollo de industrias creativas y culturales como el arte, la música, la tecnología y la innovación. Sin embargo, el país no logró materializar esta visión a pesar de los esfuerzos gubernamentales. Entonces, ¿qué país latinoamericano tiene el potencial de hacer de la «economía naranja» una realidad palpable?
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Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la economía anaranjada representa cerca del 6% del PIB global, con una proyección en aumento. Sin embargo, en Colombia, la inversión en la economía naranja sólo representó un marginal incremento en el PIB durante la administración Duque. Además, una serie de escándalos de corrupción y una falta de coordinación en la implementación de políticas específicas generaron un clima de incertidumbre que ahuyentó a los inversores.
Economía naranja
Por otro lado, según el informe ‘Perspectivas Económicas de América Latina 2021’ de la OCDE, Chile es uno de los países con mayor potencial para el desarrollo de una economía naranja robusta. Según el economista e historiador Gabriel Salazar, «Chile tiene una infraestructura tecnológica sólida, lo que lo convierte en un terreno fértil para la innovación y el emprendimiento en áreas creativas». El gobierno chileno ha invertido más del 0,4% de su PIB en investigación y desarrollo, una cifra que supera a la mayoría de las naciones de la región.
Además, la estabilidad política y económica de Chile, comparada con las crisis recurrentes en otros países latinoamericanos, ofrece un ambiente más propicio para el desarrollo de industrias creativas. La Ministra de Cultura, Consuelo Valdés, destacó que «la inversión en cultura no es un lujo sino una necesidad para el desarrollo integral de la sociedad chilena». En efecto, proyectos como Start-Up Chile han tenido éxito en atraer emprendedores de todo el mundo en sectores creativos y tecnológicos, evidenciando que el país tiene una política pública en sintonía con la visión de economía naranja.
Aztecas y cariocas en el retrovisor
México también surge como un fuerte contendiente, con el impulso de la administración de Andrés Manuel López Obrador hacia la tecnología y la cultura como motor de desarrollo. Con una población joven y altamente conectada, México tiene el mercado interno necesario para impulsar una economía basada en la creatividad. Según datos de la UNESCO, México es el principal exportador de bienes creativos en América Latina, y representa un modelo en cómo las políticas gubernamentales pueden fomentar un ecosistema creativo que derive en una economía naranja.
Brasil, con su rica herencia cultural y creativa, no puede ser descartado tampoco. El país ha mostrado signos de recuperación económica, y su gobierno ha empezado a prestar atención al potencial de la economía naranja como una fuente alternativa de ingresos. Sin embargo, la alta inestabilidad política y los desafíos en la implementación de políticas efectivas constituyen obstáculos significativos para el desarrollo sostenido de una economía naranja.
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La historia continuará
Si bien Colombia no logró capitalizar su visión de convertirse en una potencia de la economía naranja, países como Chile, México y en menor medida Brasil, muestran signos alentadores en esta dirección.
No obstante, el desarrollo de una economía de este tipo, robusta y sostenible en la región requerirá una combinación de estabilidad política, inversión en investigación y desarrollo, y políticas públicas enfocadas que puedan atraer tanto a inversores locales como internacionales.
