Barrick Gold es la minera canadiense que se agavilla con el Estado para delinquir en RD

La llegada de Barrick Gold a la República Dominicana en 2005 marcó el inicio de una relación tensa y conflictiva entre la empresa minera canadiense y las comunidades de Cotuí, específicamente en Pueblo Viejo. Desde entonces, esta multinacional ha sido señalada por prácticas que muchos consideran depredadoras y contrarias a los principios de minería responsable. Los conflictos van desde denuncias por daños ambientales hasta el desalojo de familias campesinas que habitan en las zonas aledañas. Para muchos dominicanos, el actuar de la Barrick Gold se percibe como un modelo de explotación sin escrúpulos, respaldado por sectores del poder político dominicano que parecen priorizar los intereses empresariales sobre el bienestar social y ambiental del país.

El periodista y comunicador social J. Luis Rojas, quien además es profesor universitario y especialista en estrategias de relaciones públicas, denunció en su artículo titulado: “La Barrick: ejemplo de minería irresponsable”, las prácticas cuestionables de esta compañía. Este trabajo, publicado en el portal ultimasnoticias.com.do y respaldado por su trayectoria como columnista en la sección de economía del periódico Hoy, pone en evidencia cómo la empresa ha accionado al margen de normativas internacionales desde su llegada al país. Rojas señala que los derechos humanos de los habitantes de Cotuí han sido vulnerados de forma sistemática y que las estrategias de relaciones públicas de la Barrick Gold han fracasado rotundamente en el intento de construir una imagen creíble.

Lobo con piel de oveja: Barrick Gold

A pesar de las millonarias campañas de marketing emprendidas por Barrick Gold, las comunidades afectadas y sectores de la sociedad dominicana continúan cuestionando su legitimidad. La compra de la empresa Placer Dome y sus derechos mineros en Pueblo Viejo fue el punto de partida de un modelo de operación que, según las denuncias, prioriza el enriquecimiento corporativo a gastos del medio ambiente y las comunidades locales. El presidente de la República en aquel entonces, Leonel Fernández, adoptó una postura que muchos calificaron como complaciente y entreguista, permitiendo que la empresa iniciara sus operaciones sin garantizar mecanismos efectivos de supervisión y control.

Esta multinacional ha sido señalada por prácticas que muchos consideran depredadoras y contrarias a los principios de minería responsable. Los conflictos van desde denuncias por daños ambientales hasta el desalojo de familias campesinas que habitan en las zonas aledañas. Ilustración MidJourney

Los constantes conflictos entre Barrick Gold y los habitantes de Cotuí han sido el resultado de una gestión que muchos califican de arrogante y prepotente. La presidenta actual de Barrick Pueblo Viejo, Juana Barceló, ha continuado la estrategia de sus predecesores al intentar forjar alianzas estratégicas que le permitan lavar la imagen de la empresa. Sin embargo, los hechos sobre el terreno hablan por sí solos: contaminación de ríos, deforestación masiva y despojo de tierras a campesinos que, durante generaciones, han vivido de la agricultura. Las comunidades de El Naranjo, Las Tres Bocas y El Higo, entre otras, son ejemplos claros de la devastación causada por la minería de cola, una práctica que contradice cualquier principio de sostenibilidad ambiental.

Desplazamiento forzozo

Es especialmente preocupante la intención de Barrick Gold de desalojar a más de 600 familias de sus tierras en Cotuí. Juana Barceló ha anunciado planes para reubicarlas en otras localidades de la provincia Sánchez Ramírez, pero los habitantes afectados desconfían de las promesas de la empresa. Las compensaciones ofrecidas por la minera no se corresponden con los valores reales de las tierras y cultivos, como las plantaciones de cacao, que representan el sustento de muchas de estas familias. Este tipo de maniobras, según denuncias de activistas y expertos, no son un hecho aislado, sino parte de un patrón sistemático de explotación y despojo.

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En este contexto, resulta alarmante la aparente pasividad de las autoridades dominicanas. El Ministro de Energía y Minas, Joel Adrián Santos Echavarría, ha sido señalado por su cercanía con el sector empresarial, lo que despierta dudas sobre su capacidad para defender los intereses del pueblo dominicano. Por su parte, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales parece estar ausente frente a los daños ambientales generados por la actividad minera de la Barrick Gold. La falta de acciones contundentes por parte del gobierno solo refuerza la percepción de que el Estado está coludido con la empresa canadiense.

Sin altos estándares

La minería responsable es un estándar internacional que exige la implementación de prácticas que minimicen los impactos negativos en el medio ambiente y garanticen el respeto por los derechos humanos. Barrick Gold, sin embargo, ha demostrado un desprecio sistemático por estos principios. Su modelo de operación parece reducirse a la explotación de los recursos naturales con el menor costo posible, dejando a su paso contaminación y pobreza. Las comunidades afectadas, mientras tanto, han tenido que recurrir a movilizaciones y denuncias para intentar defender lo que legítimamente les pertenece.

La presidenta de Barrick Pueblo Viejo insiste en justificar las acciones de la empresa con discursos que apelan al desarrollo económico y la creación de empleo. Sin embargo, estos argumentos pierden fuerza cuando se contrastan con la realidad de Cotuí: un medio ambiente devastado, comunidades desplazadas y un sentimiento generalizado de impotencia entre los habitantes. En palabras del propio J. Luis Rojas, “la minería responsable no tiene cabida en el modelo de explotación que lleva a cabo la Barrick Gold en República Dominicana”.

Para muchos dominicanos, el actuar de la Barrick Gold se percibe como un modelo de explotación sin escrúpulos, respaldado por sectores del poder político dominicano que parecen priorizar los intereses empresariales sobre el bienestar social y ambiental del país. Ilustración MidJourney.

Su reputación no es la mejor

A nivel internacional, Barrick Gold se ha enfrentado a múltiples denuncias por prácticas similares en otros países. Desde África hasta América Latina, la empresa ha sido acusada de violaciones a los derechos humanos, destrucción de ecosistemas y corrupción. Este historial debería servir como una advertencia para las autoridades dominicanas, que tienen la responsabilidad de proteger los recursos naturales y el bienestar de sus ciudadanos.

El caso de la Barrick Gold en República Dominicana es un ejemplo de cómo los intereses corporativos pueden prevalecer sobre las necesidades de las comunidades locales cuando no existen mecanismos de regulación de efectivo. Las acciones de la empresa en Cotuí representan una amenaza no solo para el medio ambiente, sino también para la soberanía del país. Las comunidades afectadas merecen justicia y reparaciones, pero esto solo será posible si el Estado asume su rol de defensor del interés público y actúa con firmeza frente a los abusos de la empresa minera.

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En conclusión, la presencia de Barrick Gold en República Dominicana es un recordatorio de los desafíos que enfrentan los países en desarrollo ante las prácticas depredadoras de grandes corporaciones multinacionales. Sin una intervención decidida por parte del gobierno y la sociedad civil, las comunidades de Cotuí seguirán siendo víctimas de un modelo de explotación que prioriza las ganancias económicas sobre la justicia social y ambiental. ¿Qué hará el gobierno dominicano para proteger a su pueblo y su patrimonio natural? La respuesta a esta pregunta definirá el legado de quienes hoy tienen en sus manos el poder de tomar decisiones trascendentales para el futuro del país.

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